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Angosta


Enviado por   •  15 de Marzo de 2015  •  Síntesis  •  4.124 Palabras (17 Páginas)  •  164 Visitas

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Angosta es una ciudad de tres niveles, tres castas económicas y tres climas, situada en un estrecho valle de los Andes. Está marcada por una catarata conocida como el Salto de los Desesperados y dividida por montañas, por un muro y por fronteras internas. Todo para consolidar una política de Apartamiento que recluye a cada casta en su propio sector: los dones en Tierra Fría, los segundones en Tierra Templada y los tercerones en la tórrida Boca del Infierno. La ciudad está situada por la exclusión y la violencia, dos plagas controladas por los Siete Sabios, que determinan quién puede vivir y quién debe desaparecer. El entrañable grupo de personajes que protagonizan Angosta gira en torno a La Comedia, un hotel decadente en el corazón de la ciudad: un joven poeta que apunta sus experiencias en cuadernos; un matemático impasible, una pelirroja aguerrida, dos bohemios envejecidos, la mujer más triste del mundo, y el memorable Jacobo Lince, dueño de la librería La Cuña, centro de reuniones y verdadero reducto de libertad. Angosta es un resumen violento, erótico y político de una ciudad ficticia que es la mejor imagen de todo un mundo real. A medio camino entre la ciencia ficción y el hiperrealismo social, esta hermosa y aterradora fábula contemporánea es una novela necesaria, la obra mayor de Héctor Abad Faciolince, narrador impecable y polifacético que ocupa ya un lugar sobresaliente en la literatura en lengua española.

Los fundadores de la ciudad eran españoles… Entre sus descendientes, mestizos y mulatos como todos, aunque con pretensiones de hidalgos, por lo ricos… la costumbre les concedió el título de dones y se mudaron a vivir a Tierra Fría… Los dones, a estas alturas del tiempo, no constituyen una raza, ni su nombre es un verdadero título de alcurnia, sino que es la forma tradicional como en Angosta se refieren a los ricos. No es un criterio étnico porque entre los dones hay blancos, mestizos, mulatos y unos cuantos negros. Como dijo uno de los historiadores de Angosta, aquí todos somos café con leche; algunos con más café y otros con más leche, pero los ingredientes son siempre los mismos. Hay blancos, negros, indios, mulatos y mestizos en todos los sectores de Angosta, entre los dones, los segundos y los tercerones. La única clasificación certera que se pudiera hacer consiste en que la mayoría de los tercerones viven en Tierra Caliente (y sus pobladores, por blancos que sean, se les considera negros o indios), la mayoría de los segundones viven en Tierra Templada (y nunca son blancos ni indios ni negros de verdad) y la mayoría de los dones en Tierra Fría (y por negros, indios o mestizos que sean, siempre se llaman y se consideran a sí mismos blancos y juzgan negros e indios a todos los demás).

Angosta, fue la última novela de Héctor Abad Faciolince, recrea con una gran capacidad de síntesis, con un enorme grado de complejidad y eficacia, con un gran conocimiento sobre el conflicto, la violencia colombiana de los últimos años. Abad Faciolince nos entrega una de las mejores novelas sobre el fenómeno de la segunda gran violencia del siglo XX en Colombia. Una novela que se impone por la limpieza fraseológica, por la sufi- ciencia narrativa, por la construcción de la intriga, por la finísima ironía que orienta toda la construcción textual, por la seducción permanente al lector, por la intensidad de la historia y por la profundidad de la indagación socio-histórica y humana que hace.

La violencia social colombiana ha sido un tema recurrente en nuestra literatura. Desde las novelas que se referían a las guerras civiles del siglo XIX, pasando por la centena de textos narrativos que enfrentaron el asunto de la Violencia de los años cincuenta y la literatura que dio cuenta del conflicto en los años setenta y ochenta, hasta la nueva narrativa colombiana que se remite a la violencia actual (haciendo énfasis en el fenómeno del narcotráfico y el sicariato), los escritores colombianos se han empecinado en revisar, recrear, indagar, explorar el fenómeno. La razón de este interés es muy simple: la violencia ha sido el problema más acuciante y dramático de nuestra historia, ha definido nuestra identidad y nuestro destino, y los escritores han entendido la responsabilidad de indagarse como sociedad, han sentido la urgencia de dejar su testimonio, de hacer un aporte a la comprensión del fenómeno.

Los acercamientos han sido diversos y de desigual calidad. En la narrativa atinente a la violencia de los años cincuenta, por ejemplo, hubo una ingente literatura testimonial y apresurada (una literatura de urgencia, como la llamaría algún crítico), hecha por escritores improvisados, sin oficio ni talento. Pero, también se produjeron excelentes novelas, que han constituido un extenso corpus narrativo de gran factura.

Sin embargo, fue el primer grupo de obras deficientes y descuidadas

El que marcó una inmediata sanción negativa de parte de la crítica. Primera evaluación que persistió (por vía de las herencias de juicios ajenos que definen en buena parte nuestra crítica literaria) sobre el segundo corpus de buenas novelas, y que se mantiene hoy en buena medida sobre las obras que se refieren a la violencia actual. Este juicio, impulsado por las mismas fuerzas promotoras de la violencia, ha tejido un manto de sombras sobre toda la narrativa que se refiere a dicho fenómeno. No obstante, los escritores insisten y se van imponiendo sobre estos juicios heredados y caprichosos.

En el año 2003, Héctor Abad Faciolince publica una novela que podemos inscribir en este corpus. La novela se sitúa en un espacio geográfico que resulta de la mezcla de referencias a un espacio imaginario y referencias a un espacio real, y cuyo nombre (que también da título a la novela) es Angosta, la capital de “una vasta extensión sembrada de cafetales” en la cordillera Central de los Andes, en Colombia. La novela empieza con la descripción de esta ciudad, hecha por el geógrafo alemán Heinrich V. Guhl, y leída por Jacobo Lince:

“La capital de este curioso lugar de la Tierra se llama Angosta. Salvo el clima, que es perfecto, todo en Angosta está mal. Podría ser el paraíso, pero se ha convertido en un infierno. Sus habitantes viven en un lugar único y privilegiado, pero no se dan cuenta, ni lo cuidan”.

¿Pero, qué es aquello que ha convertido este paraíso en un infierno? La violencia. Violencia generada por la exclusión y la injusticia social. Ésa es la tesis con la que trabaja el texto: en Angosta se han practicado y se practican una serie de dinámicas de exclusión, que generan odio,

Abad Faciolince, Héctor, Angosta, Colombia: Planeta, 2003, p. 14. ,Resentimiento y miedo, y cuya respuesta es la violencia, que engendra más violencia.

Volviendo al argumento de esta novela, Angosta es una ciudad “de tres pisos, tres gentes y tres climas”. Estas tres partes están separadas y cada una se constituye en un espacio cerrado y agresivo respecto de la otra, y a cada una corresponde un estrato social, un tipo de vida y una expresión distinta de la violencia.

En la parte alta está el Sektor F (Tierra Fría), conocido como Paradiso, donde viven los dones un estilo de vida opulento y artificial. Paradiso, ubicado en la parte más alta de Angosta, es un lugar gratificante, hermosamente diseñado para procurar el bienestar de sus habitantes:

El aire es picante y fresco y uno parece estar fuera del trópico, no en la zona tórrida sino en algún valle alpino con vaquitas Holstein, montes maravillosos donde el verde es de todos los colores, calles señalizadas, semáforos auditivos para ciegos, autopistas con peajes, bancos con ventanillas para carros, gimnasios, aeropuertos, lagos, plazas. (…) Es una mala copia de Miami porque le falta el mar, dicen en la Fundación. Los hospitales funcionan, los dones no se mueren de bala, sino de viejos, de cáncer o de infarto, como si vivieran en Zurich o en Tokio, porque arriba los forajidos de la Secur no matan o matan mucho menos, y las explosiones de los kamikazes tuercen la vida pero no modifican las estadísticas (226).

En la parte media está el Sektor T (Tierra Templada), donde viven los segundones o tibios, con un estilo de vida de clase media en decadencia, muchos de ellos empleados en el Sektor F. Tierra Templada se configura como un espacio desordenado y gris, populoso, lleno de gente apresurada, de mendigos, de humo y suciedad:

A pesar de la lluvia, resguardados bajo plásticos, había vendedores ambulantes (de frutas, de cigarrillos, de marihuana); también montones de mendigos que chorreaban agua, mutilados tendidos en el suelo que señalaban con los muñones el gorro de la limosna, tipos sanos con facha de atracadores, y atracadores con facha de personas decentes. Había sobre todo mucha gente que caminaba rápido a causa de la lluvia y de la hora, tibios de traje oficinesco, calentanos molidos por el trajín físico de todo un día, todos con el mismo afán de llegar pronto a casa.

En la parte baja está el Sektor C (Tierra Caliente), donde se encuentran los sectores marginales de la sociedad. Con una alta población de delincuentes, Tierra Caliente ofrece una imagen infernal. Es un lugar en el que imperan el desorden y la anarquía, la miseria y la desesperanza, el malestar y el miedo, y en el que la violencia ha plantado su trono:

En todo el Sektor C no hay calles bien trazadas, y menos pavimentadas, ni casas con nomenclatura; allá no arrima la policía y rige el orden y el desorden de las bandas de muchachos sin padre que se dedican a imponer unas costumbres salvajes, una justicia radical y primitiva, en medio de la cual sobreviven solamente, y por pocos años, los más astutos, los más malos o los más despiadados.

La vida de los tercerones como Virginia y su familia es la más dura de las vidas que se puedan llevar en Angosta. Son la casta más abundante de la ciudad, pero en su zona nunca han tenido casi nada, ni alcantarillado, ni escuelas que funcionen, ni seguridad ni trabajo fijo, ni un transporte decente. Conviven con el abandono, en un progresivo regreso a un mundo de violencia primitiva alimentado por la miseria y la desesperación.

En estos tres espacios se distribuyen unos ocho millones de habitantes, en una proporción de cuatro habitantes en T y doce en C por uno de F. El tránsito entre los sektores C y T es libre y las fronteras invisibles. Pero los segundones no se aventuran a C por miedo, y los tercerones van poco a T, y sólo lo hacen cuando les resulta absolutamente necesario. El acceso de los habitantes de Tierra Fría a T y C es libre, pero los habitantes de F sólo lo hacen por negocios y rodeados de guardaespaldas. Los habitantes de C y T necesitan salvoconducto (tan difícil de conseguir como una visa para otro país) para entrar a F y tienen que someterse a requisas vergonzosas:

El acceso al Sektor F está completamente restringido y, además de la muralla natural que levantan las montañas, paradiso está aislado por una obstacle zone, o área de exclusión, que consiste en una barrera de mallas, alambrados, caminos de huellas, cables de alta tensión, sensores electrónicos y multitud de torres de vigilancia con soldados que pueden disparar sin previo aviso a los intrusos. Por tierra (bien sea en bus, en metro, en bicicleta o en automóvil) hay un único acceso a Paradiso, a través del Chek Point, un búnker subterráneo que está manejado por una fuerza de intervención internacional, de mayoría asiática (a sus integrantes se les conoce como chinos), de disciplina oriental y rigor germánico.

Lo que tenemos es pues una serie de espacios cerrados sobre sí mismos, aislados uno respecto del otro, que procuran una división social ampliamente discriminatoria, y que definen y son definidos por un tejido social estrictamente jerarquizado.

Ahora bien, esta discriminación social no se da (país civilizado, al fin y al cabo) como efecto de condiciones raciales, religiosas o ideológicas de ninguna índole. La condición que define el lugar en el tejido social es el dinero:

Según la Ordenanza de Empoderamiento 737, aprobada hace algunos años por el Concejo de Angosta-Tierra Fría, cualquier persona que certifique ser propietaria de una fortuna igual o superior a un millón de dólares tiene derecho a fijar su residencia en Paradiso y recibir el tratamiento de don, sin importar sus orígenes geográficos, étnicos, religiosos o familiares.

Fortuna que sólo puede obtener un calentano o un tibio a través de negocios ilícitos (como el narcotráfico), o de una circunstancia inusitada o milagrosa (como la ocurrida a Jacobo Lince). Así, muchos delincuentes provienen de C, pero viven en F, o viven en C o T por asuntos de negocios, pero tienen familiares, esposas, amantes e hijos viviendo en Paradiso.

Como resultado de este cuadro de exclusión e inequidad social y de abandono, Angosta se ha convertido en una ciudad atravesada por múltiples violencias. Violencias ejercidas por unos, que generan reacciones violentas de parte de las víctimas, que a su vez ejercen violencia sobre sus victimarios. El resultado es una red de actos cruentos que pierden su comienzo, su fin y su razón de ser, y que se constituyen en una forma de vida y de muerte de la que no se puede escapar, y en la

que arrastran a toda la sociedad. El infierno señalado por el geógrafo Guhl.

Resulta muy ilustrador ver cómo se configura una red de violencias en esta novela. La violencia de los dones es controlada por los Siete Sabios, a través de las Fuerzas Militares (se destaca el capitán Augusto Zuleta) y las fuerzas paramilitares de la Secur (éstas últimas comandadas por el Comandante Tequendama).

Los Siete Sabios se reúnen una vez por semana y deciden sobre las acciones que deben ejecutarse para mantener los privilegios de los habitantes de Paradiso y ejercer el poder sin dificultad. En estas reuniones se decide la muerte de sindicalistas, periodistas, activistas sociales o de derechos humanos; se ordenan operaciones sobre zonas marginales, limpiezas sociales de delincuentes, bombardeos sobre sitios donde se presume la existencia de terroristas. Estas órdenes son ejecutadas por la Secur o por las Fuerzas Armadas (o por una combi- nación de las mismas), y cuentan con la ayuda de la delincuencia organizada.

El Consejo de los Siete Sabios cuenta con una equilibrada participación de los estamentos sociales y económicos de Angosta:

Los Siete Sabios intentan preservar cierto equilibrio de poderes: la religión, la milicia, la política, la magistratura, la industria, el sector agropecuario y el comercio. Esta muestra no es estricta, puede faltar el representante de algún gremio y otro estar duplicado, pero se intenta seguir el consejo del Gran Moreno, fundador del grupo y presidente del mismo hasta su fallecimiento, quien dejó en los estatutos esta recomendación como una medida de equilibrio y cautela.

Hay aquí una asignación de responsabilidades a los gremios y a las clases dirigentes de Angosta y, por continuidad, de Colombia, que siempre se han querido limpiar las manos a la hora de asumir responsabilidades por la debacle social.

La violencia ejercida por los segundones y tercerones está en manos de narcotraficantes (como Emilio Castaño, el Señor de las Apuestas); delincuentes (como el Putas) organizados en poderosas bandas; delincuentes comunes, viciosos y desesperados, que asesinan por un par de zapatos; guerrilleros degenerados en terroristas, como los kamikazes de Jamás, facción extremista, disidente del grupo CEA, Contra el Apartamiento. Nadie está aislado de la violencia. Todos tienen que ver, a la mayoría los afecta y algunos pocos la usufructúan.

Estos núcleos de violencia interactúan entre sí de diversa manera y sus acciones se concentran en los sektores C y T de Angosta, convirtiéndolos en un cruce terrible de violencia, desesperanza, dolor y muerte. En F la violencia se siente en menor medida, básicamente en los esporádicos ataques terroristas. Pero, es en el Sektor C donde se concentran con mayor intensidad y dramatismo todas las expresiones de la violencia:

La vida es azarosa en el Sektor C, y muy amarga, porque está todo el tiempo salpicada de muerte. Casi todas las noches aparecen mujeres violadas, niños con tiros de fusil en la frente y muchachos asesinados, a veces decapitados, con las partes repartidas en distintos costales. Les ponen letreritos: “pa ke aprendan”. ¿Pa´que aprendan qué? No se sabe. Los mata la Secur por terroristas, o los terroristas por sapos, pero también se asaltan y se matan entre ellos.

Esta novela logra recrear con eficacia las interacciones e interferencias (en términos de Pécaut2) de la violencia y su efecto devastador sobre el conjunto de la sociedad colombiana.

Ahora bien, resulta muy interesante la estrategia textual a través dela cual la novela logra construir este complejo tejido social en descomposición y dar cuenta de los efectos de la violencia. La trama de la novela se teje a partir de las historias de dos personajes centrales: Jacobo Lince y Andrés Zuleta.

Esta novela se organiza alrededor de las historias de estos dos personajes. Las relaciones que ellos tienen con los otros personajes van articulando el mundo de Tierra Fría con Tierra Templada y Tierra Caliente, y se constituyen en el hilo conductor que permite construir la trama, armar el engranaje de la novela, conectar los espacios cerrados de Angosta y develar el tejido social.

Pécaut, Daniel, Guerra contra la sociedad, Colombia: Planeta, 2001. Incluso, es tentador hacer un análisis de la novela con los instrumentos que propone Pécaut: generalización, banalización, violencia prosaica, etc., para demostrar cierta identidad entre la interpretación que la novela hace de la violencia y la que hace el texto de Pécaut.

Jacobo Lince y Andrés Zuleta son dos tibios cuyas vidas confluyen en el hotel La Comedia. Lince es un librero enamoradizo y escéptico que se enreda, por asuntos de faldas, en varios círculos de violencia, de los que logra escapar gracias a su buena suerte. Zuleta es un joven poeta virgen, con una triple frustración (familiar, social y sexual), que por efectos de su trabajo cae en las garras de la violencia paramilitar y es asesinado cuando apenas ha empezado a disfrutar de las mieses del sexo y del amor.

Lince nos conecta con la violencia en los tres espacios de Angosta, gracias a su afán insaciable de mujeres, que es la condición que lo define.

En Paradiso tiene una amante, Beatriz Encarnación Potrero, hija del senador Potrero, uno de los Siete Sabios, bajo cuyo mandato directo está el Comandante Tequendama, jefe de la Secur. Beatriz es una mujer hermosa y refinada, aislada en su palacio de cristal (como la mayoría de los habitantes de Paradiso) del mundo de la violencia que ordena su padre. La consecuencia de esta relación es el odio de Tequendama (al parecer enamorado de Beatriz) que, como retaliación, quema la librería de Lince. A través de este vínculo nos adentramos al conocimiento del comandante Tequendama y las relaciones que la Secur tiene con el poder político representado en el senador Potrero.

Con Tierra Caliente lo conecta Virginia Buendía, a quien le dicen Candela por su pelo rojo. La historia de Virginia es la historia de los desplazados: su familia, expulsada de Macondo por la violencia, se asentó en un barrio de invasión en las laderas de Tierra Caliente. Allí, la familia se fue disolviendo y del pasado sólo le queda a Beatriz un pescadito de oro de los que fabricaba su pariente el Coronel Aureliano Buendía.

Esta anécdota, aparentemente marginal, introduce un elemento de interpretación sobre la violencia en Colombia muy importante. La imagen del coronel Aureriano Buendía repitiendo el gesto de hacer y deshacer sus pescaditos de oro, puede ser leída como una metáfora de la violencia, según la cual la violencia repite su rito de sangre de generación en generación en un eterno ciclo sin salida. El pescadito de oro en las manos de Virginia simboliza ese pasado de violencia que ha repetido su rito en todas las guerras civiles del siglo XIX, en que participó el coronel; en la violencia posterior, que desplazó a los Buendía de Macondo; en la violencia actual que los arrincona en Tierra Caliente. Una interpretación bastante generalizada que hecha mano del mito ante la dificultad de una más satisfactoria interpretación socio-histórica del fenómeno. Pero, esto es tema de otro trabajo. A propósito de la discusión sobre esta interpretación véase el texto de Pécaut ya citado.

Virginia crece en medio de la ignorancia, el hambre, la violencia y la miseria. Su hermano es asesinado por El Putas, el más poderoso y rico delincuente de Tierra Caliente.

El Putas hace de Candela su objeto de amor, aunque no correspondido, y le consigue el salvoconducto para que ella pueda trabajar en Tierra Fría. A través de Virginia, a quien Jacobo hace su amante en una expedición que realiza a Tierra Caliente, conocemos la miseria, el desespero y la violencia de este Sektor.

Con el mundo de la violencia en Tierra Templada, que es su propio espacio, lo vincula Camila Restrepo. Lince conoce a Camila en la librería de su propiedad y la hace su amante. Camila, a su vez, es amante del poderoso narcotraficante Emilio Castaño, el Señor de las Apuestas. A través de ella nos conectamos con el mundo del narcotráfico y sus violencias.

Por su parte, Andrés Zuleta también comunica los tres espacios a través de sus relaciones. Por el lado amoroso, complementa el cono- cimiento de la violencia en Tierra Fría y Tierra Templada a través de Camila y Candela, que también serán sus amantes.

Pero, además, nos conecta con la violencia ejercida por los dones a través de su trabajo en la Fundación H (la única ONG que denuncia los atropellos de los dones, y clama por los derechos humanos y contra la Política de Apartamiento). A través de los informes de esta fundación nos vamos enterando de las proporciones de la violencia y de la injusticia e inequidad social. Andrés Zuleta es asesinado cuando intenta cubrir las acciones de la Secur en el Salto de los Desesperados. Entre sus asesinos están Tequendama y El Putas. También están allí, y son quienes los descubren, los guardaespaldas de Castaño que siguen a Camila, el sanguinario Jesús María entre ellos.

También nos conecta con la violencia del Estado a través de su hermano, el capitán Augusto Zuleta (hijo preferido, tal vez el único amado de sus padres), que trabaja bajo las órdenes del Consejo de los Siete Sabios. Zuleta es un hombre sanguinario que coordina el tráfico de armas de las Fuerzas Armadas para la Secur, y es encargado de algunas operaciones de limpieza social.

Otras expresiones de violencia rodean a Lince y a Zuleta en el hotel La Comedia.

Entre ellas se destaca la historia de Luisita, “la mujer más triste de Angosta”. Luisita sufrió la muerte de su esposo y sus dos hijos, y se dejó consumir por una tristeza infinita, que la convirtió en un ser solitario y sin esperanzas. La orden de asesinar al esposo vino del Consejo, por el delito de pronunciarse contra la Política de Apartamiento, y fue ejecutada por la Secur:

Al marido de doña Luisita, dice Rey, lo sacaron de la casa de Prado (cuando Prado era Prado, y no esta pocilga de ahora) una madrugada, de eso hace más de quince años. Eran matones de la Secur. Llegaron en varios jeeps blindados, con las luces encendidas al medio día. Inmovilizaron al mayordomo que los atendió a la entrada de la casa, subieron hasta el segundo piso, tumbaron la puerta del cuarto con una almadana y se lo llevaron tal como estaba, en piyama y descalzo. Cuando el hijo de doña Luisita, apenas un adolescente, salió de su habitación y se les opuso, cargaron también con él, “porque es bueno cortar el árbol y quemar la semilla”, eso habían dicho. Ambos aparecieron pocas horas más tarde, las manos atadas con alambre, la espalda y el estómago quemados con colillas de cigarrillo, los brazos y el ombligo pellizcados con alicates, con varios tiros en la cabeza y en el abdomen. Tenían un letrerito sobre el pecho, escrito a mano: “por colaboradores del CEA”.

La historia de Luisita es ejemplo dramático de los efectos directos de la violencia sobre las personas. Tal como lo quería García Márquez, cuando hablaba de la literatura de la Violencia en Colombia, lo más importante de esta novela no es el recuento detallado de las acciones violentas, o la sumatoria de los muertos, sino los efectos de la violencia sobre las personas y sobre el conjunto de la sociedad. Y Luisita es un ícono de ello.

Angosta recrea con una gran capacidad de síntesis, con un enorme grado de complejidad y eficacia, con un gran conocimiento sobre el conflicto, la violencia colombiana de los últimos años. Santiago Gamboa (en su columna de la Revista Cambio) veía, además, en la novela la gran metáfora del conflicto actual en el mundo, en sus diversas expresiones., precisando que el centro de la figuración de la novela es el conflicto colombiano.

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