Angosta
Síntesis15 de Marzo de 2015
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Angosta es una ciudad de tres niveles, tres castas económicas y tres climas, situada en un estrecho valle de los Andes. Está marcada por una catarata conocida como el Salto de los Desesperados y dividida por montañas, por un muro y por fronteras internas. Todo para consolidar una política de Apartamiento que recluye a cada casta en su propio sector: los dones en Tierra Fría, los segundones en Tierra Templada y los tercerones en la tórrida Boca del Infierno. La ciudad está situada por la exclusión y la violencia, dos plagas controladas por los Siete Sabios, que determinan quién puede vivir y quién debe desaparecer. El entrañable grupo de personajes que protagonizan Angosta gira en torno a La Comedia, un hotel decadente en el corazón de la ciudad: un joven poeta que apunta sus experiencias en cuadernos; un matemático impasible, una pelirroja aguerrida, dos bohemios envejecidos, la mujer más triste del mundo, y el memorable Jacobo Lince, dueño de la librería La Cuña, centro de reuniones y verdadero reducto de libertad. Angosta es un resumen violento, erótico y político de una ciudad ficticia que es la mejor imagen de todo un mundo real. A medio camino entre la ciencia ficción y el hiperrealismo social, esta hermosa y aterradora fábula contemporánea es una novela necesaria, la obra mayor de Héctor Abad Faciolince, narrador impecable y polifacético que ocupa ya un lugar sobresaliente en la literatura en lengua española.
Los fundadores de la ciudad eran españoles… Entre sus descendientes, mestizos y mulatos como todos, aunque con pretensiones de hidalgos, por lo ricos… la costumbre les concedió el título de dones y se mudaron a vivir a Tierra Fría… Los dones, a estas alturas del tiempo, no constituyen una raza, ni su nombre es un verdadero título de alcurnia, sino que es la forma tradicional como en Angosta se refieren a los ricos. No es un criterio étnico porque entre los dones hay blancos, mestizos, mulatos y unos cuantos negros. Como dijo uno de los historiadores de Angosta, aquí todos somos café con leche; algunos con más café y otros con más leche, pero los ingredientes son siempre los mismos. Hay blancos, negros, indios, mulatos y mestizos en todos los sectores de Angosta, entre los dones, los segundos y los tercerones. La única clasificación certera que se pudiera hacer consiste en que la mayoría de los tercerones viven en Tierra Caliente (y sus pobladores, por blancos que sean, se les considera negros o indios), la mayoría de los segundones viven en Tierra Templada (y nunca son blancos ni indios ni negros de verdad) y la mayoría de los dones en Tierra Fría (y por negros, indios o mestizos que sean, siempre se llaman y se consideran a sí mismos blancos y juzgan negros e indios a todos los demás).
Angosta, fue la última novela de Héctor Abad Faciolince, recrea con una gran capacidad de síntesis, con un enorme grado de complejidad y eficacia, con un gran conocimiento sobre el conflicto, la violencia colombiana de los últimos años. Abad Faciolince nos entrega una de las mejores novelas sobre el fenómeno de la segunda gran violencia del siglo XX en Colombia. Una novela que se impone por la limpieza fraseológica, por la sufi- ciencia narrativa, por la construcción de la intriga, por la finísima ironía que orienta toda la construcción textual, por la seducción permanente al lector, por la intensidad de la historia y por la profundidad de la indagación socio-histórica y humana que hace.
La violencia social colombiana ha sido un tema recurrente en nuestra literatura. Desde las novelas que se referían a las guerras civiles del siglo XIX, pasando por la centena de textos narrativos que enfrentaron el asunto de la Violencia de los años cincuenta y la literatura que dio cuenta del conflicto en los años setenta y ochenta, hasta la nueva narrativa colombiana que se remite a la violencia actual (haciendo énfasis en el fenómeno del narcotráfico y el sicariato), los escritores colombianos se han empecinado en revisar, recrear, indagar, explorar el fenómeno. La razón de este interés es muy simple: la violencia ha sido el problema más acuciante y dramático de nuestra historia, ha definido nuestra identidad y nuestro destino, y los escritores han entendido la responsabilidad de indagarse como sociedad, han sentido la urgencia de dejar su testimonio, de hacer un aporte a la comprensión del fenómeno.
Los acercamientos han sido diversos y de desigual calidad. En la narrativa atinente a la violencia de los años cincuenta, por ejemplo, hubo una ingente literatura testimonial y apresurada (una literatura de urgencia, como la llamaría algún crítico), hecha por escritores improvisados, sin oficio ni talento. Pero, también se produjeron excelentes novelas, que han constituido un extenso corpus narrativo de gran factura.
Sin embargo, fue el primer grupo de obras deficientes y descuidadas
El que marcó una inmediata sanción negativa de parte de la crítica. Primera evaluación que persistió (por vía de las herencias de juicios ajenos que definen en buena parte nuestra crítica literaria) sobre el segundo corpus de buenas novelas, y que se mantiene hoy en buena medida sobre las obras que se refieren a la violencia actual. Este juicio, impulsado por las mismas fuerzas promotoras de la violencia, ha tejido un manto de sombras sobre toda la narrativa que se refiere a dicho fenómeno. No obstante, los escritores insisten y se van imponiendo sobre estos juicios heredados y caprichosos.
En el año 2003, Héctor Abad Faciolince publica una novela que podemos inscribir en este corpus. La novela se sitúa en un espacio geográfico que resulta de la mezcla de referencias a un espacio imaginario y referencias a un espacio real, y cuyo nombre (que también da título a la novela) es Angosta, la capital de “una vasta extensión sembrada de cafetales” en la cordillera Central de los Andes, en Colombia. La novela empieza con la descripción de esta ciudad, hecha por el geógrafo alemán Heinrich V. Guhl, y leída por Jacobo Lince:
“La capital de este curioso lugar de la Tierra se llama Angosta. Salvo el clima, que es perfecto, todo en Angosta está mal. Podría ser el paraíso, pero se ha convertido en un infierno. Sus habitantes viven en un lugar único y privilegiado, pero no se dan cuenta, ni lo cuidan”.
¿Pero, qué es aquello que ha convertido este paraíso en un infierno? La violencia. Violencia generada por la exclusión y la injusticia social. Ésa es la tesis con la que trabaja el texto: en Angosta se han practicado y se practican una serie de dinámicas de exclusión, que generan odio,
Abad Faciolince, Héctor, Angosta, Colombia: Planeta, 2003, p. 14. ,Resentimiento y miedo, y cuya respuesta es la violencia, que engendra más violencia.
Volviendo al argumento de esta novela, Angosta es una ciudad “de tres pisos, tres gentes y tres climas”. Estas tres partes están separadas y cada una se constituye en un espacio cerrado y agresivo respecto de la otra, y a cada una corresponde un estrato social, un tipo de vida y una expresión distinta de la violencia.
En la parte alta está el Sektor F (Tierra Fría), conocido como Paradiso, donde viven los dones un estilo de vida opulento y artificial. Paradiso, ubicado en la parte más alta de Angosta, es un lugar gratificante, hermosamente diseñado para procurar el bienestar de sus habitantes:
El aire es picante y fresco y uno parece estar fuera del trópico, no en la zona tórrida sino en algún valle alpino con vaquitas Holstein, montes maravillosos donde el verde es de todos los colores, calles señalizadas, semáforos auditivos para ciegos, autopistas con peajes, bancos con ventanillas para carros, gimnasios, aeropuertos, lagos, plazas. (…) Es una mala copia de Miami porque le falta el mar, dicen en la Fundación. Los hospitales funcionan, los dones no se mueren de bala, sino de viejos, de cáncer o de infarto, como si vivieran en Zurich o en Tokio, porque arriba los forajidos de la Secur no matan o matan mucho menos, y las explosiones de los kamikazes tuercen la vida pero no modifican las estadísticas (226).
En la parte media está el Sektor T (Tierra Templada), donde viven los segundones o tibios, con un estilo de vida de clase media en decadencia, muchos de ellos empleados en el Sektor F. Tierra Templada se configura como un espacio desordenado y gris, populoso, lleno de gente apresurada, de mendigos, de humo y suciedad:
A pesar de la lluvia, resguardados bajo plásticos, había vendedores ambulantes (de frutas, de cigarrillos, de marihuana); también montones de mendigos que chorreaban agua, mutilados tendidos en el suelo que señalaban con los muñones el gorro de la limosna, tipos sanos con facha de atracadores, y atracadores con facha de personas decentes. Había sobre todo mucha gente que caminaba rápido a causa de la lluvia y de la hora, tibios de traje oficinesco, calentanos molidos por el trajín físico de todo un día, todos con el mismo afán de llegar pronto a casa.
En la parte baja está el Sektor C (Tierra Caliente), donde se encuentran los sectores marginales de la sociedad. Con una alta población de delincuentes, Tierra Caliente ofrece una imagen infernal. Es un lugar en el que imperan el desorden y la anarquía, la miseria y la desesperanza, el malestar y el miedo, y en el que la violencia ha plantado su trono:
En todo el Sektor C no hay calles bien trazadas, y menos pavimentadas, ni casas con nomenclatura; allá no arrima la policía y rige el orden y el desorden de las bandas de muchachos sin padre que se dedican a imponer unas costumbres salvajes, una justicia radical y primitiva, en medio de la cual sobreviven solamente, y por pocos años, los más astutos, los más malos o los más despiadados.
La
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