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El Real Madrid vivió en el Calderón sensaciones parecidas a las del Camp Nou. Se marchó del Calderón con un resultado que no puede ser satisfactorio, pero habiendo completado una primera parte digna del mejor Madrid de la temporada.

Se plantaron los blancos en el campo del Atlético para presionar y tocar, con la defensa a la altura del medio campo, obligando a los rojiblancos a situar a su pareja de delanteros prácticamente en la frontal de su propia área. El dominio del Madrid fue total. Llegando por dentro y por fuera, si bien no sumó demasiadas claras ocasiones, aunque sí aproximaciones con peligro.

El descanso actuó como un sedante sobre el Madrid, parecido al efecto de aquel gol de Luis Suárez, cuando los de Ancelotti acariciaban una actuación memorable y de pronto se vieron desdibujados y sin ideas. No hubo muchas más noticias del Madrid en la segunda mitad. Esta vez no sirvió de coartada ni la gasolina de Modric, ni de un banquillo sin revulsivos, donde Isco se preguntaba qué había hecho él para merecerse eso. El equipo blanco se vino abajo, falto de la efervescencia que tenía que haberle dado el malagueño, con una BBC desconectada, pero sujetado por un Varane convertido en enfant terrible.

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