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El Aciago Demiurgo


Enviado por   •  19 de Julio de 2014  •  461 Palabras (2 Páginas)  •  186 Visitas

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E. M. CIORAN

EL ACIAGO DEMIURGO

(Le mauvais demiurge, 1969)

El aciago demiurgo

Con excepción de algunos casos aberrantes, el hombre no se inclina hacia el bien: ¿qué Dios le impulsaría a ello? Debe vencerse, hacerse violencia, para poder ejecutar el menor acto no manchado de mal. Cada vez que lo logra, provoca y humilla a su creador. Y si le acaece el ser bueno no por esfuerzo o cálculo, sino por naturaleza, lo debe a una inadvertencia de lo alto: se sitúa fuera del orden universal, no está previsto en ningún plan divino. No hay modo de ver qué lugar ocupa entre los seres, ni siquiera si es uno de ellos. ¿Será acaso un fantasma?

El bien es lo que fue o será, pero lo que nunca es. Parasito del recuerdo o del presentimiento, periclitado o posible, no podría ser actual ni subsistir por sí mismo: en tanto que es, la conciencia le ignora y no lo capta más que cuando desaparece. Todo prueba su insustancialidad; es una gran fuerza irreal, es el principio que ha abortado desde un comienzo: desfallecimiento, quiebre inmemorial, cuyos efectos acusan a medida que la historia transcurre. En los comienzos, en esa promiscuidad en que se opera el deslizamiento hacia la vida, algo innombrable debió pasar, que se prolonga en nuestros malestares, si no en nuestro razonamiento. Que la existencia haya sido viciada en su origen, ella y los elementos mismos, es algo que no se puede impedir uno supones. Quien no haya sido llevado a afrontar esta hipótesis al menos una vez por día habrá vivido como un sonámbulo.

Es difícil, es imposible creer que el Dios bueno, el “Padre”, se haya involucrado en el escándalo de la creación. Todo hace pensar que no ha tomado en ella parte alguna, que es obra de un Dios sin tarado. La bondad no crea: le falta imaginación; pero hay que tenerla para fabricar un mundo, por chapucero que sea. Es en último extremo, de la mezcla de bondad y maldad de la que puede surgir un acto o una obra. O un universo. Partiendo del nuestro, es en cualquier caso mucho más fácil remontarse a un Dios sospechoso que a un Dios honorable.

El Dios bueno, decididamente, no ha sido dotado para crear; lo posee todo, salvo la omnipotencia. Grande por sus deficiencias (anemia y bondad van parejas), es el prototipo de la ineficacia: no puede ayudar a nadie… No nos agarramos a él más que cuando nos despojamos de nuestra dimensión histórica; en cuanto nos reintegramos a ella, nos es extraño, nos es incomprensible: no tiene nada de lo que nos fascina, no tiene nada de monstruo. Y es entonces cuando nos volvemos hacia el creador, Dios inferior y atareado, instigador de los acontecimientos. Para comprender como ha podido crear, hay que

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