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El Sur Jorge Luis Borges


Enviado por   •  10 de Diciembre de 2012  •  3.520 Palabras (15 Páginas)  •  676 Visitas

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El Sur Jorge Luis Borges

Es un cuento del escritor argentino Jorge Luis Borges que fue publicado en 1944 en el libro Artificios, la segunda parte de Ficciones.

En el prólogo del volumen, el mismo Borges dice que El sur es "acaso mi mejor cuento". Borges manifiesta su gran inclinación por la obra, no sólo por los muchos rasgos autobiográficos, sino porque ha logrado combinar varios de sus temas predilectos: el sueño, el destino, el tiempo y la muerte.

Análisis. "EL SUR", DE JORGE LUIS BORGES

"El Sur", publicado en 1944 en Artificios, la segunda parte del libro Ficciones, se caracteriza por la posibilidad de ofrecer interpretaciones múltiples. Atendiendo a la caracterización de elementos y personajes, las acciones, la elección de los verbos y la ambigüedad y la plurivalencia que caracteriza al lenguaje literario, este análisis compondrá una de las posibles lecturas que, como las bifurcaciones de un laberinto, se pueden elegir o seguir a la hora de su lectura.

El protagonista del cuento es un hombre llamado Juan Dahlmann, secretario de una biblioteca municipal de Buenos Aires, quien sufre un accidente que lo lleva a padecer una grave septicemia.

El narrador, desde la tercera persona omnisciente, presenta al protagonista como un hombre solitario con inquietudes intelectuales, que lleva una vida sencilla y monótona. Asimismo, hace hincapié en su profundo nacionalismo, impulsado por ser nieto (por parte de su madre) de un soldado caído en batalla. De esta manera, Dahlmann elige para sí mismo la identidad heredada por vía materna. Paradójicamente, el narrador transmite que esta elección del protagonista no es llevada totalmente a la práctica; Dahlmann es un hombre intelectual, sedentario y y de vida tranquila, como debió de serla la de su abuelo alemán, un pastor de la Iglesia evangélica que llegó a la Argentina en el año 1871. Esta contradicción tendrá un gran peso a lo largo de toda la historia y será el principal desencadenante del final, siendo uno de los datos más importantes a la hora de analizar el cuento.

En primer lugar, es este afán intelectual que contradice su elección (y que de algún modo la traiciona) lo que lleva al protagonista a la enfermedad: ansioso por examinar un viejo ejemplar de Las Mil y Una Noches que acaba de conseguir (y que lo acompañará durante el desenlace), decide subir hasta su casa por las escaleras en vez de esperar el ascensor (una decisión exagerada, impulsiva, que roza la infantilidad) y en el trayecto se hiere la frente. Cabe destacar que el libro que Dahlmann ha comprado no está en español: se trata de una traducción alemana del texto árabe, compuesta por el orientalista germano Gustav Weil. Sin duda alguna, este dato, que el narrador comenta casi como una curiosidad, adquiere en la historia un significado especial: es esta “traición” lo que arrastra a Juan Dahlmann a la enfermedad y a la muerte, y que lo aleja, en varios momentos de la historia, de la estancia de los Flores, el símbolo material de su patriotismo.

Como consecuencia de su avidez por examinar este libro, Juan Dahlmann cae enfermo y es trasladado a un sanatorio de la calle Ecuador. En este momento, la historia se bifurca y las interpretaciones se multiplican. Siguiendo fielmente el orden de los hechos (y desatendiendo los elementos que sugerirían lecturas alternativas), Juan Dahlmann se recupera de su enfermedad y viaja al Sur, donde se involucra en una pelea y muere (o no). En este trabajo se intentará demostrar lo contrario: Dahlmann jamás se recupera de la septicemia y, en su agonía, sueña la muerte heroica que le habría gustado tener.

¿Cuándo comienza la agonía del protagonista? Dados los hechos como los presenta el narrador, resulta difícil determinarlo. Puede concluirse que la agonía se inicia 1) luego de que el hombre enmascarado le clava la aguja en el brazo, es decir, durante la operación o 2) en algún momento indeterminado, antes o después de que el cirujano lo pone al tanto de su situación.

1) “Lo desvistieron; le raparon la cabeza, lo sujetaron con metales a una camilla, lo iluminaron hasta la ceguera y el vértigo, lo auscultaron y un hombre enmascarado le clavó una aguja en el brazo. [Comienzo de la agonía]. Se despertó con náuseas, vendado, en una celda que tenía algo de pozo y, en los días y noches que siguieron a la operación pudo entender que apenas había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno”.

Si se toma la operación como el comienzo de la agonía, Juan Dahlmann jamás despierta y los hechos consecuentes (las curaciones, las palabras del cirujano, el llanto y la misma naturaleza de su enfermedad) deben ser, obligatoriamente, también sujetos a un análisis. Pueden formar parte ya de ese sueño que acabará en el Sur o simplemente ocurrir en la realidad, fuera de la mente del protagonista, y ser percibidos por él desde su estado agonizante.

El sueño comienza (en un momento u otro) y Juan Dahlmann siente pena de sí mismo, de la muerte absurda que el destino le ha deparado, una muerte para nada heroica ni romántica, como la de su abuelo materno:

“Dahlmann minuciosamente se odió; odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara. Sufrió con estoicismo las curaciones, que eran muy dolorosas, pero cuando el cirujano le dijo que había estado a punto de morir de una septicemia, Dahlmann se echó a llorar, condolido de su destino”.

De esta forma, el protagonista comprende que no puede exigirle al destino una muerte que no merece. Él tan solo ha sido empleado en una biblioteca (un sitio tranquilo, silencioso, símbolo de erudición) y morir de septicemia en el sanatorio de la calle Ecuador es una muerte acorde a la vida que ha llevado. Dahlmann, dividido por el “ecuador” de sus linajes, soporta el dolor físico que le inflingen las curaciones, pero se echa a llorar con las palabras del cirujano, que le parecen una humillación; odia la barba de su cara, pero atesora el daguerrotipo del hombre barbado que fue su abuelo materno.

A partir de entonces, el lector puede advertir la ambigüedad de los hechos que se van sucediendo: todo está cubierto por una densa niebla de ensueño, que empaña el éxodo de Juan Dahlmann a su estancia del Sur:

“La ciudad, a las siete de la mañana, no había perdido ese aire de casa vieja que le infunde la noche; las calles eran como largos zaguanes, las plazas como patios. Dahlmann la reconocía con felicidad y con un principio de vértigo; unos segundos antes de que las registraran sus ojos, recordaba las esquinas, las carteleras, las modestas diferencias de Buenos

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