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Gamos


Enviado por   •  23 de Marzo de 2014  •  Informes  •  883 Palabras (4 Páginas)  •  216 Visitas

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Su delirio pasaba progresivamente, con el tic tac del reloj, se sirvió otra copa de vino pero no bebió nada, sus pies en la alfombre se movían inquietos, su razón se perdía en contemplar la vela casi consumida sobre el escritorio; leía una y otra vez las palabras del papel: “solamente sé que donde vayas te acompañaré… siempre”. Crecía en su ser un hondo dolor, a medida que se decía a sí mismo –No hay nada tras la muerte… ¡No, no, no fue real!, lo sé, no era ella, ¿Qué es esto que siento? ¿Qué sentido tiene la vida por si misma? No es acaso efímera y solo se gesta para morir. ¿Existe una razón para la existencia?, ¿Por qué nos empeñamos en vivir si todo en la vida es sufrimiento ya agonía? ¿No nacemos acaso para morir, no morirá toda la humanidad algún día? ¿Qué nos lleva a temer a la muerte, es la razón, o es el instinto? Somos dueños de nosotros mismos, el viaje de la existencia es eso, un viaje un trayecto un recorrido, llegaremos todos los mas viles y los más grandes al mismo lugar, nada nos diferencia, ¿para qué vivir entonces si me he hastiado de caminar?

Faltaban dos minutos para la media noche, el silencio en la habitación era total, Fausto, sentado detrás del escritorio leía las mismas palabras, “siempre” susurraba, tragó vino a sorbos y jugaba con el arma de su bolsillo derecho, la luz de la luna pasaba entre las cortinas muy levemente, la biblioteca se iluminaba solo por una vela casi consumida y toda el suelo lo envolvía la blanca la alfombra. La sombra de Marcela se paseaba entre los rincones de la mente de Fausto.

Tic, tac, tic, tac, tic... cuando las tres manecillas se alinearon en el doce sonó como si una poderosa bestia emitiera un rugido destructor, la copa de vino se derramo sobre una carta en el escritorio, reinaba un silencio total en la habitación, el “objeto” callo de la mano de su dueño, las púrpuras cortinas se salpicaron y la alfombra blanca, se inundo de escarlata.

Fausto estuvo casado con Marcela por ya veinte años, nunca pudieron concebir un solo hijo, no obstante decidieron permanecer juntos, él fue un estudiante de derecho que llego a convertirse en un importante funcionario público, ella heredo una fortuna y la inmensa casa donde vivieron tantos años, su posición era elevada por lo que nunca sufrieron la menor carencia hasta que la terrible enfermedad tocase a su puerta. Marcela no cambio mucho en aquellos años, se mantuvo conservada, las marcas del tiempo apenas y dejaban una pequeña huella en su tez blanca, en sus cabellos negros, pero lo más formidable era que nunca dejo de estar enamorada de su Fausto, ni un día renegó de él, estaba entregada a servirle con esmero, él era todo para ella, su señor, su compañero su vida; y también su muerte.

En el pasado no hubo jamás amante más tierno, entregado y dulce que Fausto, él era una especie de Tristán enloquecido, un Romeo que no estaba

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