Gustavo Adolfo Bécquer

Gustavo Adolfo Bécquer fue un poeta español que hoy en día es muy reconocido. La mayoría de sus obras se publicaron después de su muerte por lo que fue adquiriendo fama. Luego de haber sufrido la muerte de sus dos padres cuando era niño, Bécquer creció al lado de sus tíos y de su hermano. Estuvo rodeado de pintores por lo que poco a poco fue desarrollando su carácter artístico. El poeta estudió pintura y humanidades en la universidad de Sevilla pero luego se da cuenta de que lo que a él en verdad le apasionaba era la literatura por lo que se muda en busca del éxito. Para el año 1853 Bécquer ya era un joven poeta que publicaba versos en revistas y periódicos y conoce a otros escritores importantes con los que forman una sociedad literaria y juntan sus poemas para luego publicarlos y alcanzar la fama. También fue redactor de un gran periódico centrista Español llamado “El contemporáneo”.

Gustavo Adolfo Bécquer no solo escribió poemas. Era un hombre tan ingenioso y tan audaz para la escritura que quiso escribir sobre algo interesante y misterioso que captara la atención del lector, algo en lo que se incluyeran hechos y personajes fantásticos pero a la vez reales, y por supuesto tenía que ser algo que transmitiera sus sentimientos y su manera de pensar acerca de la sociedad. Y así fue como se le ocurre empezar a escribir leyendas. Que mejor manera de hacer una crítica a la sociedad infundiendo miedo para intentar corregir estos defectos y así lograr que la gente dejara de hacer cosas malas. Su primera leyenda, publicada a principios del Romanticismo, fue “El caudillo de las manos rojas”. En estas se encontraba el poeta, escribiendo y escribiendo, tan metido en sus redacciones que casi se podría decir que no ponía atención a nada más a su alrededor. Nada podía sacarlo de allí, cuando de pronto, un día mientras caminaba por el parque esperando a que llegara la inspiración a él por medio de un bello paisaje o una bella flor, se topó con algo que no se esperaba, un paisaje más bello que cualquiera que alguna vez hubiese podido presenciar. Observó por primera vez en la orilla de un balcón a la mujer que robó su corazón, a la protagonista de sus poemas y a quien más tarde se convertiría en la imagen de perfección en sus leyendas. Bécquer se enamoró perdidamente de Julia y sufrió una gran desilusión cuando este amor no fue tan correspondido como el esperaba.

A pesar de este suceso el escritor no pierde la esperanza en el amor y en 1861 se casa con Casta Esteban Navarro. Tienen dos hijos y su matrimonio logró mantenerse estable por varios años. Bécquer enfermó muy gravemente y se internó en un monasterio por un tiempo. Al recuperarse y regresar a casa se enteró de algo que hizo que la poca esperanza que podía tener en el amor se desvaneciera completamente sin dejar rastro. Su esposa, la persona en la que había confiado para cuidar su corazón y la persona a la que se había entregado nuevamente, le fue infiel. El poeta no podía creer como una mujer tan hermosa y aparentemente buena podía haberle causado tanto daño y haberlo engañado diciéndole que lo amaba cuando no

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