Monologo De Celestina
theiluj26 de Julio de 2012
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Yo… soy Celestina…su fantasma o tal vez sólo el recuerdo de mis tiempos mozos, eso no importa porque no estoy aquí para hablar de mi. Estoy aquí para contar una de mis historias… la de Calisto y Melibea. Encuentro maestro? Lo hubiera sido si el destino no los hubiera marcado con la tragedia… y así empieza…
Ya era yo conocida por mis artes amatorios y hacer que amantes desesperados pudieran encontrarse, los ignorantes me habían llamado bruja y alcahuete cuando me llegó el encargo de Calisto, un hombre de alta sociedad, primado por la joven Melibea desde aquella mañana en que la vio en la huerta y fue rechazado por ella y solicita de mis servicios con Sempronio su criado.
¡Ah, cómo iba yo a negarme a tal tarea!. Ambos ricos, con ansias de amor y placer y mi recompensa, me hubiera podido retirar…
Calisto, deseaba a toda costa el amor de Melibea, y yo hice uso de todo mi conocimiento y busqué a la chica hasta que lo conseguí… visitas, mentiras, mi amigo con su corazón roto, regalos y perfumes impregnados de pócimas entre lágrimas y palabras… hasta que la joven se rindió a mis pies y su corazón cedió ante Calisto. No bastó su origen, sus creencias, sus firmes negativas…ella se enamoró. Calisto, confió ciegamente en mí, en mis palabras y en las pequeñas prendas que Melibea me daba o yo hurtaba de sus cosas.
¡Ah necios todos aquellos que no escuchan las palabras y advertencias sabias de los buenos amigos! Pero más pobres los últimos que no miden mi astucia y renuncian a su buen juicio por una mujer.
Una noche, al fin se encuentran, revelan su amor y tal vez lo demuestran entre ellos y para mi, llega el fin. Después del encuentro, los sirvientes de Calisto quieren parte de mi recompensa. Por qué compartirla? Y por eso muero… ah, pero ellos también aunque no por mis manos. Amantes, amos, sirvientes y amigos se afligen por nuestras muertes y Calisto y Melibea lamentan al mismo tiempo el que les ha robado éste episodio.
Las cosas no se quedan así, no bastan nuestras muertes, nuestros amigos buscan venganza de alguna manera culpándose unos a otros llenando de angustia silenciosa a los nuevos amantes, pues son culpados por la aparición (no nueva) de codicia en nuestros corazones que se fueron ennegreciendo por el dinero final y un pedazo de oro de aquella bellísima cadena, recompensa de mi trabajo.
Calisto, teme que su secreto sea revelado, teme que llegue a oídos del pueblo y pierda a Melibea, mientras sus padres confían en su virginal hija, ella entristece por las ansias de matrimonio que rondan su casa. Su Calisto no es digno de ella por alguna razón de la alta sociedad y ella sólo contempla su vida al lado de su amado.
Mis chicas, siguen con su plan de venganza, los culpables de nuestras muertes Calisto y Melibea, no se imaginan lo que le espera a ese amor que creen secreto e impune a todo.
Las intrigas no cesan, unos dicen y otros cuentan de un lado a otro, el amor de los jóvenes crece, las noches y madrugadas son su refugio aunque no inmune al destino que los espera escondido en las minucias del aire, en las calles, en el huerto que los reúne hasta aquel día en que Calisto por detener una pelea entre sirvientes cae de la escalera que había sido cómplice de sus encuentros.
Así una parte de la sentencia y maldición de la venganza está concluida. Melibea no sale de su tristeza y siente que su vida se ha desvanecido con la de Calisto. Ni sus padres ni acompañantes logran devolverle la sonrisa ni el brillo en los ojos a la joven y así decide ella acabar con su sufrimiento y desde lo más alto de una torre se lanza a los brazos de su Calisto que la espera en el vacío para estar juntos por toda la eternidad.
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