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Rinoceronte


Enviado por   •  14 de Abril de 2015  •  584 Palabras (3 Páginas)  •  184 Visitas

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Los viajes, los traslados, la experiencia de la extranjería en ciudades a veces remotas o suficientemente extrañas para dejar en los personajes la marca de un abismo subjetivo; individuos que parecen explorar un desarraigo no solo de su país de origen sino de su propia dimensión íntima; sujetos que con frecuencia se balancean entre mundos marginales y fronterizos. Las novelas de Santiago Gamboa suelen estar fabricadas con este inflamable material humano. En El síndrome de Ulises o en Necrópolis, podemos rastrear estas historias de vida cuyo autor conoce de sobra pues ha invertido buena parte de sus años en la enrancia y el cambio de domicilio. Su más reciente novela no es la excepción a esta reglay confirma que ese universo ficcional de lo itinerante y lo limítrofe tiene, además, y no podía ser de otra forma, a Colombia y su realidad política y social como eje alrededor del cual giran los conflictos, las desdichas y, de manera un poco más fantasmal, también las ilusiones de los personajes.

La Colombia de Álvaro Uribe será la oscura fuerza de gravitación de esta novela en la que convive el amor fraternal junto con las redes de prostitución, las marchas por los desaparecidos junto con la corrupción de un gobierno militarista. Gamboa no deja títire con cabeza en su recorrido por el universo de las complicidades de los paramilitares con la policía y el ejecutivo, y deja claro cómo todo un país se deslizó de la pesadilla del narcotráfico hacia ese otro mal sueño, mucho mejor camuflado, de la guerra sucia contra la guerrilla.

Juana y Manuel Manrique son hijos de padres iletrados pertenecientes a una humilde clase media bogotana que ve en Uribe al mismísimo Mesías. Los gestos de la idolatría, el patrioterismo barato y la apología a la mano dura serán la atmósfera familiar de la que huirán a toda costa los dos hermanos. Y en esa huída, que es un doble salto al vacío, se desplegará una abigarrada trama que incluirá una desaparición y una búsqueda, un nefasto proceso jurídico en Bangkok, prostíbulos en las calles fluorescentes de Tokio y un plan de evasión de la aséptica Teherán. En medio de esta vorágine el cónsul colombiano en Dehli (evidente alterego de Gamboa, quien trabajó en el servicio diplomático de India) presta su oído para los relatos de Juana y de Manuel y termina, como dictan las leyes de la ficción, inmerso en un drama de dos individuos desconocidos para él pero plenamente identificados en una misma tragedia nacional.

Historias de vida, sí. Las narraciones de Gamboa cultivan largos pasajes de biografías de ficción, casi siempre en primera persona, vidas recortadas en sus momentos de mayor incandescencia. Ya lo había hecho en Necrópolis, donde el escenario de la narración es un congreso de biógrafos en Jerusalén, gente dedicada a contar la vida de los otros. Pues bien, en Plegarias nocturnas destaca el largo capítulo dedicado a las

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