Una Faceta Desconocida De Einstein
tuenki24 de Agosto de 2014
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Una Faceta Desconocida de Einstein
Este título en particular es un buen representante sobre la vida de Einstein. Con fotos, diagramas simples y bien explicados, pies de página muy explicativos y un formato cómodo, se da paso a la historia de cómo el científico más importante del siglo pasado aportó a la física más allá de sus afamadas Teoría de la Relatividad General y Teoría de la Relatividad Especial. Por medio del relato de los hechos se nombran y se explican teorías y experimentos de científicos tan renombrados como Young, Schrödinger, Heisenberg, Planck y Bohr, todos los cuales hicieron sus respectivos aportes al nuevo paradigma cuántico al que se estaba dando paso. Un punto fuerte del texto es que está estructurado de tal manera que al leer los primeros capítulos del libro ya es más sencillo entender los posteriores; es decir, al principio se da una introducción que, aunque a simple vista no tiene mucho que ver con la temática central del libro, aporta conocimientos que son indispensables para poder entender el contenido principal del texto. Se presenta en este libro un aspecto poco conocido de la obra científica de Albert Einstein. La mayoría de la gente asocia el nombre de Einstein con la teoría de la relatividad. Efectivamente esta teoría, cuya primera parte “la teoría de la relatividad especial” fue presentada en 1905, constituyó un hito en la historia de la física que colocó a Einstein a la altura de Isaac Newton y de James Clerk Maxwell. Newton puso los fundamentos de la mecánica y Maxwell sintetizó genialmente la teoría del electromagnetismo. Y para seguir explorando en lo útil de este grano de arena a la causa de la difusión científica, echemos mano a una de las tantas anécdotas que pueblan el libro, la que a su vez lo engloba por completo. Para el físico danés Niels Bohr, la nueva física cuántica podía explicar todos los fenómenos de la naturaleza de una manera fundamentalmente azarosa, en donde las probabilidades y las estadísticas eran lo único indiscutible; para Einstein, en cambio, la naturaleza debía regirse por alguna especie de determinismo en donde cada caso particular tuviese un comportamiento exclusivo, tal cual sucedía con la física clásica de Newton, la misma que muchos solo deseaban desmerecer después de todas los experimentos decidores que apoyaron la nueva teoría. Pero algo pasaba en la física, y por consiguiente a todo lo que ella intenta dar respuestas fijas; no se sabía si los electrones eran ondas o partículas; no se sabía si al abrir la caja el Gato de Schrödinger estaba vivo o muerto. Todo esto resultaba paradójico, como se dice en el libro, pues si bien el gestor de la Relatividad fue una pieza fundamental para que la física cuántica se instaurara, él mismo se volcó en contra de su formulación cuando se dio cuenta de las implicancias filosóficas que tenía. ¿Cómo no se iba a poder fijar la posición y la velocidad de una partícula al mismo tiempo, según decía Heisenberg? ¿Cómo el mundo iba a ser impredecible y víctima de lo probable y no de lo certero? Einstein no podía ni quería creerlo, por lo que se enfrascó en un arduo debate con Bohr tratando de diseñar contraejemplos experimentales para echar por la borda las conclusiones de esta nueva física, arrojando dardos incluso contra el Principio de incertidumbre de Heisenberg. De manera que las fuertes discusiones entre estos dos grandes físicos dieron paso a una serie de correspondencias que hasta el día de hoy son citadas y enseñadas para ilustrar la irrupción de este nuevo paradigma cuántico. Cuando este ir y venir de ideas llegó a su punto cúlmine, Einstein quiso sintetizar su pensamiento, aquello que él creía fervientemente, solo como él sabía hacerlo. Cuando el revuelo ya era famoso fue el momento justo en que Einstein dijo a Borh que “Dios no juega a los dados”, a lo cual este respondió, muy elocuentemente:
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