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Vivir con impecabilidad: Una reflexión sobre los cuatro acuerdos

leslimarriel15 de Agosto de 2013

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Espejo Humeante

Hace tres mil años había un ser humano, igual que tú y que yo,

que vivía cerca de una ciudad rodeada de montañas. Este ser

humano estudiaba para convertirse en un chamán, para

aprender el conocimiento de sus ancestros, pero no estaba

totalmente de acuerdo con todo lo que aprendía. En su corazón

sentía que debía de haber algo más.

Un día, mientras dormía en una cueva, soñó que veía su propio

cuerpo durmiendo. Salió de la cueva a una noche de luna llena.

El cielo estaba despejado y vio una infinidad de estrellas.

Entonces, algo sucedió en su interior que transformó su vida

para siempre. Se miró las manos, sintió su cuerpo y oyó su

propia voz que decía: “Estoy hecho de luz; estoy hecho de

estrellas”.

Miró al cielo de nuevo y se dio cuenta de que no son las

estrellas las que crean la luz, sino que es la luz la que crea las

estrellas. “Todo está hecho de luz –dijo-, y el espacio de en

medio no está vacío” Y supo que todo lo que existe es un ser

viviente, y que la luz es la mensajera de la vida, porque está

viva y contiene toda la información.

Entonces se dio cuenta de que, aunque estaba hecho de

estrellas, él no era esas estrellas. ”Estoy en medio de las

estrellas”, pensó. Así que llamó a las estrellas el tonal y a la luz

que había entre las estrellas el nagual, y supo que lo que

creaba la armonía y el espacio entre ambos es la Vida o Intento.

Sin Vida, el tonal y el nagual no existirían. La Vida es la fuerza

de lo absoluto, lo supremo, la Creadora de todas las cosas.

Esto es lo que descubrió: Todo lo que existe es una

manifestación del ser viviente al que llamamos Dios. Todas las

cosas son Dios. Y llegó a la conclusión de que la percepción

humana es sólo luz que percibe luz. También se dio cuenta de

que la materia es un espejo -todo es un espejo que refleja luz y

crea imágenes de esa luz-, y el mundo de la ilusión, el Sueño,

es tan sólo como un humo que nos impide ver lo que realmente

somos. “Lo que realmente somos es puro amor, pura luz”, dijo.

Este descubrimiento cambió su vida. Una vez supo lo que en

verdad era, miró a su alrededor y vio a otros seres humanos y al

resto de la naturaleza, y le asombró lo que vio. Se vio a sí

mismo en todas las cosas: en cada ser humano, en cada

animal, en cada árbol, en el agua, en la lluvia, en las nubes, en

la tierra... Y vio que la Vida mezclaba el tonal y el nagual de

distintas maneras para crear millones de manifestaciones de

Vida.

En esos instantes lo comprendió todo. Se sentía entusiasmado

y su corazón rebosaba paz. Estaba impaciente por revelar a su

gente lo que había descubierto. Pero no había palabras para

explicarlo. Intentó describirlo a los demás, pero no lo entendían.

Vieron que había cambiado, que algo muy bello irradiaba de sus

ojos y de su voz. Comprobaron que ya no emitía juicios sobre

nada ni nadie. Ya no se parecía a nadie.

Él los comprendía muy bien a todos, pero a él nadie lo

comprendía. Creyeron que era una encarnación de Dios; al

oírlo, él sonrió y dijo: “Es cierto. Soy Dios. Pero vosotros

también lo sois. Todos somos iguales. Somos imágenes de luz.

Somos Dios”. Pero la gente seguía sin entenderlo.

Había descubierto que era un espejo para los demás, un espejo

en el que podía verse a sí mismo. ”Cada uno es un espejo”, dijo.

Se veía en todos, pero nadie se veía a sí mismo en él. Y

comprendió que todos soñaban pero sin tener conciencia

...

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