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Defendiendo Al Capitalismo


Enviado por   •  27 de Agosto de 2014  •  2.219 Palabras (9 Páginas)  •  204 Visitas

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Como Obama demoniza a los ricos y lanza una docena de planes para reestructurar la economía, los oponentes a este programa necesitan que se les recuerde por qué están luchando exactamente. Estamos resistiendo a la burocracia, a la planificación centralizada y a cercenamientos en nuestra libertad y comunidades. Pero esto no va al centro del asunto. No somos sólo un movimiento de oposición contra el programa del presidente y sus partidarios. Más esencialmente, estamos defendiendo el mayor motor de prosperidad material en la historia humana, la fuente de la civilización, la paz y la modernidad: el capitalismo.

Muchos consideran “capitalismo” como una palabra sucia y se ve deslucida más que nada por sus supuestos guardianes. Los gigantes de Wall Street se tildan de capitalistas aunque vivan del contribuyente y prosperen con los regalos que el estado les hace de privilegios, inflación y barreras de entrada. En el complejo militar-industrial, defienden el capitalismo de boquilla mientras fabrican dispositivos de muerte para el estado. En el Partido Republicano y en cualquier institución conservadora, lo ensalzan mientras hacen tal cantidad de excepciones al principio como para tragárselo entero. Cuando muchos piensan en el capitalismo, piensan en el status quo de las grandes empresas, llevando a abandonar el término incluso a algunos que están a favor de la libertad económica.

Pero no deberíamos abandonarlo. Una razón es que la mayoría de los oponentes al capitalismo no solo se oponen a Goldman Sachs o Halliburton o incluso a McDonald’s. Más bien se oponen a la libre empresa como principio. Se oponen a la libertad de los empresarios de contratar y despedir a quien quieran, con cualquier salario que acuerden mutuamente. Protestan contra el derecho de los empresarios a entrar en el mercado sin restricciones. Desaprueban que las empresas diseñen infraestructuras, proporcionen energía, comida, agua y otros servicios necesarios y se encarguen del transporte sin mediación del gobierno. Lamentan que los ricos sean más ricos, aunque sea por medios puramente pacíficos. Se oponen a la libertad de comprar a corto, al uso de información interna, a las adquisiciones hostiles y a las fusiones empresariales sin la bendición del estado centralizado. Rabian ante el trabajador que disiente del establishment laboral. Es exactamente la anarquía del libre mercado lo que desprecian, no el nexo consolidado entre estado y las grandes empresas lo que quieren atacar la mayoría. Por cada progresista que odia el capitalismo del monopolio por algo que se acerque a las razones correctas, hay diez que deploran el capitalismo del que forma parte más que el monopolio.

Es sencillamente un hecho que el capitalismo, incluso intervenido por el estado, ha arrastrado a la mayoría del mundo fuera de la lamentable pobreza que caracterizó a toda la existencia humana durante milenios. Fue la industrialización la que salvó al trabajador común del tedio constante de la agricultura primitiva. Fue la comodificación del trabajo lo que condenó a la esclavitud, la servidumbre y el feudalismo. El capitalismo es el liberador de las mujeres y el benefactor de todos los niños que disfrutan de tiempo para estudiar y jugar en lugar de soportar el ininterrumpido duro trabajo del campo. El capitalismo es el gran mediador entre tribus y naciones, el que primero puso de lado sus armas y odios ante la perspectiva de beneficiarse del intercambio mutuo.

Hace un siglo, los marxistas reconocían la productividad del capitalismo y su preferencia frente al feudalismo al que reemplazó, pero predecían que el mercado empobrecería a los trabajadores y llevarían a una mayor escasez material. Ha ocurrido lo contrario y ahora los izquierdistas atacan el capitalismo principalmente por otras razones: produce demasiado y es derrochador, daña el medio ambiente, exacerba las divisiones sociales, aísla al pueblo de una conciencia espiritual de su comunidad, nación o planeta, y así sucesivamente.

Pero las aspiraciones más altas, más nobles, menos materialistas de la humanidad se basan en la seguridad material. Incluso quienes odian el mercado, trabajen en él o no, prosperan con la riqueza que éste genera. Si el colega de Marx, Engels, no hubiera sido director de una fábrica, le habría faltado el tiempo de ocio necesario para inventar su destructiva filosofía. Todo estudiante universitario de ciencias sociales, todo progresista de Hollywood en limusina, todo izquierdista cristiano bienintencionado, todo aquel para el que el propio socialismo es su única religión, y todo artista, intelectual, filósofo, profesor y teólogo antimercado grita sobre un cajón de jabón fabricado por el mismo sistema capitalista que menosprecia. Todo lo que hacemos en nuestras vidas (ya sea materialista o de naturaleza noble), lo hacemos en la comodidad que ofrece el mercado. Entretanto, los más pobres en un sistema capitalista moderno, incluso uno tan corrompido por el estatismo como Estados Unidos, están mucho mejor que cualquiera excepto la gente más rica de hace un siglo. Estas bendiciones se deben al capitalismo, y desarrollarlo más acabaría por borrar la pobreza como la conocemos.

Hay un mito que dice que el capitalismo es la doctrina dominante. Parece que casi todos creen esto, la mayoría encontrándolo algo desafortunado, lo que debería decirnos que hay un problema en suponer una popularidad indiscutible del capitalismo. De hecho, el capitalismo tiene pocos defensores reales. Los conservadores simulan apoyarlo, pero hacen excepciones en educación, energía, agricultura, trabajo, banca centralizada, fronteras, propiedad intelectual y drogas, por no mencionar la defensa nacional y la justicia penal. Lo que es peor, muchos conservadores del tipo localista y contrarios a las grandes empresas son más proteccionistas y nacionalistas económicamente que la derecha establecida. Sacrificarían los derechos de propiedad por sus referencias culturales en armas, religión, los llamados valores familiares e indudablemente el patriotismo. Con amigos como éstos, el capitalismo necesita aliados más verdaderos.

Los progresistas y socialistas son directamente hostiles. Afirman haber hecho la paz con el mercado pero cada día tienen un nuevo plan para restringirlo, sancionarlo, manipularlo y apalearlo hasta la sumisión. Los liberales de izquierda insisten en que no quieren librarse de él, solo quieren refinarlo, salvarlo de sí mismo. Pero si el capitalismo necesita ser salvado, no es de sí mismo, sino solo de liberales de izquierda y conservadores.

Los libertarios defenderían el capitalismo, pero a menudo con algunas reticencias. Ha conseguido un nombre tan malo y está tan menospreciado por la cultura de los liberales de izquierda que muchos no quieren defenderlo abiertamente. Es de hecho crucial ser claro y preciso en explicar qué queremos decir

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