En Un Parpadeo
faustodiaz2 de Agosto de 2012
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En un parpadeo.
Dejemos un momento las preocupaciones del trabajo diario, las obligaciones, los compromisos y las cosas rutinarias para hacer una pequeña introspección sobre nuestras ocupaciones, nuestros logros y lo que viene en los próximos meses y años. La vida se nos va en un parpadeo.
Pues sí, la vida se nos va en un parpadeo. Cuando tenemos la edad suficiente para entender textos como el presente, es por que ya hemos vivido lo suficiente para darnos cuenta de lo que significa realmente vivir. La pregunta básica de esta reflexión es: que hacemos, porque lo hacemos y a donde nos lleva esto.
Probablemente ya pasamos la etapa escolar o estamos en los últimos momentos de esta, algunos hemos tenido que dividir nuestro tiempo entre el estudio y el trabajo, otros con más suerte, han tenido la ventaja de un respaldo económico y han podido aplicar más tiempo al estudio, otros con menos suerte, han desperdiciado los recursos asignables al estudio en las amistades, la diversión, los placeres, las redes sociales, los antros y las desveladas. Otros con mucho menos fortuna ni siquiera tuvieron la oportunidad de ir a la escuela y desde muy temprano tuvieron que dejar la vida infantil de juego y aprendizaje o la vida juvenil de disfrutar el hacer amigos y tener novias o amigos y amigas para dedicarse de lleno a perseguir la chuleta y apenas poder alcanzar algunos frijolitos y tortillas. Estoy seguro que a todos nos ha tocado ver en las esquinas niños limpiando parabrisas, limpiando zapatos, haciendo de payasitos o lo que sea para poder comer.
Nos dedicamos a la rutina diaria de vivir en las labores productivas de lunes a viernes o de lunes a sábado, o incluso trabajando los domingos para darnos cuenta después de varios años, que en un parpadeo se nos fue la vida. Llegamos a viejos preguntándonos que paso en todos estos años. Vemos, sin observar, sin ser concientes, como crecen los hijos, como les salen canas y se arrugan los hermanos, primos y amigos. Vemos como hemos madurado y no hemos logrado concretar la vida en pareja o hemos fracasado en la misma. Vemos a los amigos divorciarse o separarse, o por lo menos nos enteramos de casos de infidelidad. Vemos también como cada vez escuchamos menos, vemos menos, dejamos de comer lo que tanto nos gustaba porque ahora nos hace daño… en un parpadeo.
Algunos de nosotros nos dedicamos tanto al trabajo porque sentimos la satisfacción del logro, del éxito en los negocios, de poder incrementar nuestras propiedades, de poder viajar al extranjero, de poder tener un auto importado, una lancha, una gran casa en la colonia de lujo de la ciudad o en las afueras en el country club. Otros trabajamos igual de duro pero con otro tipo de logros, reconocimientos, felicitaciones, premios, fama, poder, pertenencia al grupo más deseado. Otros simplemente nos esforzamos por mantener la fuente de empleo, trabajando más de diez o doce horas diarias sin darnos cuenta que en un parpadeo se nos fue la vida dedicando solo el tiempo de sobra a la familia o a los amigos, sin dedicarnos tiempo a nosotros mismos. Todo en un parpadeo.
El estrés por el trabajo, las deudas, los problemas familiares y demás sales y pimientas de la vida resultan para algunos en problemas serios de salud que los hacen despedirse mas temprano que otros. El abuso en los alimentos y bebidas hacen que otros también se vayan pronto o antes de lo esperado. Otros por fumar en exceso. Otros con espíritus aventureros se nos van en accidentes automovilísticos o de otra índole deportiva. Unos cuantos se nos fueron como victimas de delincuentes. Otros simplemente fueron requeridos por el Gran Dios. Pero casi todos vivimos con el piloto automático puesto: me levanto, me aseo, desayuno, me voy al trabajo, regreso en la noche, ceno, me acuesto y me duermo. Algunos nos damos tiempo para leer o ver la televisión, otros tenemos que soportar la verborrea de la pareja (principalmente la esposa) a la que ya simplemente no escuchamos y solo asentimos con la cabeza. Otros encontramos un escape con los amigos en la cantina o en el club o en el casino o en el partido de fut del fin de semana… pero todos tenemos puesto el piloto automático. Vivimos dormidos, soñando. ¡Debemos despertar!
Vivimos en automático respondiendo a los eventos del día con día, me insultas te insulto, si no estoy de acuerdo con lo que dices: discuto y te impongo mi punto de vista, te equivocas y te lo recrimino, no haces las cosas como a mí me gusta y te lo reclamo. En automático les damos más valor a las cosas y los eventos que a quienes nos rodean. ¿Por qué? En un parpadeo me doy cuenta de mi error y me arrepiento pero ya es tarde, ya esta hecho el daño.
Vivimos en automático juzgando a la gente y criticando sus errores sin observar concientemente los nuestros, porque simplemente estamos en automático. Vivimos con la atención puesta en nosotros mismos y no vemos a los demás. Yo quiero esto, yo quiero lo otro. Somos individuos egocéntricos, egoístas, ególatras, vanidosos, deseosos de mil cosas, queremos ser el centro del universo, el ajonjolí de todos los moles, la cereza del pastel y cuando no lo somos sufrimos. Nos comparamos y competimos y cuando el resultado no nos gusta nos enojamos o nos entristecemos. En el trabajo nos da envidia saber que fulano gana mas de nosotros y estamos seguros que nosotros somos mejores. En el estacionamiento queremos el lugar más cercano a la entrada, el que esta en la sombra o el que esta más iluminado en la noche. En el avión queremos ir en primera clase y envidiamos a los que si pueden o nos sentimos mejores que los que no pueden. Las mujeres envidian los cuerpos de otras, los vestidos de otras, las caras de otras, acuden a la cirugía, mas bubis, mas pompis, más picuda la nariz. Pero lo peor es que ahora también los hombres se meten en esos líos.
De repente me doy cuenta de la diferencia que existe entre nuestra forma de vivir y la forma en la que los ancianos se transforman y bajan el ritmo de sus vidas, quizás por que ya no hay la misma energía, quizás porque hay más madurez. Ellos, en un parpadeo se dan cuenta de que ya no les queda tiempo. Voy por la calle y veo a los ancianos y ancianas camino a misa para acercarse a Dios. En ocasiones demasiado tarde se dan cuenta de sus errores. Pero muchos otros llegan a la vejez en plenitud de una vida llena de satisfacciones, de haber formado a sus familias, de haberse sacrificado por ellos, y nuevamente, en un parpadeo se les fue la vida.
Yo ahora que estoy escribiendo estas líneas me pregunto si alguna vez paramos y hacemos una reflexión de nuestra vida, antes de llegar a la vejez, de lo que hacemos en las rutinas diarias, de a donde vamos. Me pregunto cuantos de nosotros tenemos un plan de vida, cuantos de nosotros hacemos realmente lo que queremos hacer, cuantos de nosotros hacemos lo que tenemos que hacer con un verdadero gusto y satisfacción, cuantos de nosotros realmente le encontramos un significado a la vida, me pregunto cuantos de nosotros nos damos cuenta de la importancia de lo que hacemos, del nivel de trascendencia de nuestras actividades cotidianas. Me pregunto si el taquero de la esquina se da cuenta que gracias a él muchos pueden alimentarse mientras siguen sus rutinas, me pregunto si el maestro de la escuela se da cuenta de la importancia de formar a los estudiantes y futuros hombres y mujeres del país, si el albañil se da cuenta de que esta construyendo casas para otras personas, si el doctor se da cuenta de la importancia de curar y mejorar la salud de sus pacientes y no solo de cobrar sus honorarios, si el empleado público se da cuenta de la importancia de servir a la gente, de serle de utilidad en los trámites que debe hacer, si la mesera se da cuenta de lo importante de una sonrisa para cambiar el ánimo de los comensales, si el policía se da cuenta de lo importante que es que la gente sienta confianza y seguridad con solo su presencia, si el obrero se da cuenta de la importancia de hacer su mejor esfuerzo para lograr productos de calidad que cumplan con los requisitos de los clientes.
Y que decir de aquellos cuyas actividades van en contra del beneficio social, la venta de alcohol, de tabaco, de fármacos, los propietarios de antros con mujeres “teiboleras” que tienen que vender su físico, el abuso infantil. No es mi intención ser moralista en este espacio de reflexión, pero si de ver como en un parpadeo la gente decide erróneamente, selecciona lo que se le ofrece vía medios publicitarios o vía imitación de los demás. Que podemos pensar de aquel que tuvo que robar para comer y que gracias a la impunidad ahora es su modo de vida. Que podemos pensar de los delincuentes producto de la desproporcional diferencia económica de la sociedad. Que podemos pensar cuando vemos que ahora la policía comente atracos y faltas de probidad. ¿Que podemos pensar de los violadores, abusadores de menores, acosadores, paranoicos, esquizofrénicos, esquizoides y demás personas con enfermedades mentales? ¿Nos demos cuenta de que son personas enfermas? ¿Sabemos que debe hacerse con los enfermos? ¿Somos concientes que no todas las enfermedades tienen cura?
Por el otro lado tenemos las herramientas para crecer y ser mejores seres humanos: la educación. ¿Que nos da la educación? ¿Quiénes la reciben? ¿Hacia que objetivo esta dirigida? ¿Cómo podemos calificar la eficacia de la educación cuando la realidad es insatisfactoria? ¿Debemos estudiar solo para tener una carrera y que nos vaya bien económicamente? ¿La educación es solo para ganar dinero? ¿Qué nos pide la sociedad? ¿Qué nos piden los empresarios en materia de educación? ¿Qué estoy haciendo yo al respecto? ¿Qué estas haciendo tu al respecto?
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