Filosofia del entendimiento Andres Bello

Andrés Bello en su libro La filosofía del entendimiento no define a primera instancia qué es la percepción, pero sí explica cómo se da el fenómeno y qué es lo que causan los objetos en nosotros estableciendo lo siguiente:

La percepción es, en jeneral, un acto en que el alma adquiere el conocimiento de cierta cualidad o estado particular de un objeto, en virtud de cierta acción que el objeto ejerce actualmente en ella. No tratamos de definir la percepción, sino solo de señalarla o de manifestar las circunstancias en que esta facultad se realiza. (p.18)

Entonces, basándose en esto, se podría afirmar que la percepción es la concientización del efecto que generan en nosotros los objetos. También podría entenderse como una sobreposición de la teoría solipsista que establece que solo podríamos afirmar la existencia de nosotros mismos, ya que la existencia de otros cuerpos nos hace sentir. Para que este fenómeno ocurra, se debe entender que existe una interacción entre cada una de las partes en el proceso, es decir, entre el alma y la materia.

Las cosas tienen en su poder la capacidad de generar sensaciones en el alma porque afectan a los sentidos, para Bello, “se llama ser material o materia todo lo que es capaz de producir sensación”. Es por ello que el caraqueño pone dos ejemplos concretos: el olor de un clavel produce una percepción sobre el mismo, su olor y su textura queda grabada en nuestra mente y nos forma una idea, pero existen los objetos complejos que no se tocan o se huelen, como el hambre, el sueño, el cansancio o el dolor. Estos son productos de una sensación interna.

Bello afirma que: “Este conjunto de sensaciones por cuyo medio conocemos un objeto complejo, forma una idea compleja”, estas ideas complejas son el resultado de un cúmulo de sensaciones que produce un objeto en específico, bien sea el hambre o el cansancio, los cuales generan una interacción con nuestra alma.

¿Por qué se habla de un cúmulo de sensaciones? Porque se utilizan varios sentidos al explorar lo que sentimos para poder producir una idea compleja. El hambre no genera en nosotros una única sensación, al principio altera nuestra alma de una forma, esa alteración la internalizamos de una manera muy personal, luego se empieza a procesar qué está pasando al momento de percibir el hambre e identificarla para por fin lograr adquirir una “percepción renovada, recuerdo, idea” en las mismas palabras de Bello.

La sensación no es más que la alteración del alma por la interacción con un ser material, pero es solo el alma la que se modifica por nuestro organismo, se saca este concepto por la afirmación de Bello: “cuando cierta modificación particular es producida actualmente en el alma por la acción de un ser material, a que atribuimos en consecuencia una cualidad, damos a esa modificación del alma el nombre de sensación”.

Suena algo confuso y difícil de separar con el concepto de la percepción, es por ello por lo que Bello distingue dos casos: cuando un objeto externo altera el alma y cuando el organismo es el que produce una sensación para modificarse a sí misma. En la primera hay una interacción entre el objeto y el alma, mientras que en la segunda es una relación con el organismo.

¿Cuándo pasa la sensación a ser una percepción? En el momento que interviene la conciencia según Bello. Él explica que, cuando la materia afecta el alma y luego pasa por la contemplación consciente, se constituye una percepción.

Bello también establece que existen dos tipos de percepciones: la intuitiva y la sensitiva. Mientras que la primera se trata del alma percibiendo las modificaciones de sí misma, la segunda nos hace conocer sobre los objetos materiales que nos afectan.

La percepción intuitiva se da a través de la intuición más la referencia de la intuición; para Bello, la intuición es el acto de contemplación en la modificación de nuestra alma, mientras nuestra percepción se modifica sobre otra, mientras que la referencia es el objeto contemplado. Para que se dé este fenómeno, se le tiene que presentar a la conciencia en dos partes: en cuanto se contempla la modificación del objeto en nuestra alma y luego cuando afirma la identidad del objeto contemplado.

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