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Enviado por   •  22 de Enero de 2014  •  2.649 Palabras (11 Páginas)  •  258 Visitas

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Escribir sobre filosofía del derecho

por Jorge Cerdio

Una región poco transparente

Escribir sobre filosofía del derecho siempre ha sido una tarea semejante a buscar un objeto útil en un armario lleno de cachivaches dispuestos en un desorden que causa angustia. Cuando era estudiante de derecho, leer filosofía siempre supuso una mezcla de sentimientos encontrados: curiosidad por desentrañar las frases abstractas y confusas y hastío por no lograr llevarme mucho de aquel esfuerzo de lectura. La filosofía se presentaba en aquellos años como un quehacer de la tribu de los que hablan en abstracto, en complicado y en clave. Cuando pasé de la filosofía general a la filosofía del derecho, advertí que la situación era mucho peor: los iusfilósofos no solamente suelen ser usuarios fieles de ese lenguaje impenetrable, sino también son defensores de la verdad filosófica.

En la provincia de los iusfilósofos, se escogen bandos que agrupan enemigos ancestrales desde los cuales se escriben textos que proclaman que la teoría propia es la verdadera y la rival una clara confusión retrógrada. Quien se ha acercado a los terrenos de la filosofía jurídica se topa con numerosos ⎯y largos⎯ debates que ejemplifican lo anterior y que suelen exhibirse al dar respuesta a algunas preguntas por demás interesantes: ¿existe alguna conexión entre el derecho y la moral?, ¿existen, además de las reglas jurídicas, principios que resuelvan los casos jurídicos en forma correcta?, ¿es del derecho un hecho social causalmente determinado?, ¿existe el deber de obedecer a cualquier ordenamiento jurídico?

Desde luego hay varias respuestas a cada una de las preguntas anteriores y candentes, y a cada respuesta le acompaña un debate virulento. Cuando se leen las posturas entre partidarios de una u otra respuesta, reaparece lo que es típico entre los habitantes del país de la filosofía: las palabras abstractas, imprecisas y ordenadas en una prosa casi impenetrable.

Tres actitudes para entender

En el mar de respuestas poco comprensibles, he encontrado muy útiles tres actitudes que han prevenido el naufragio y la zozobra en el discurso de los iusfilósofos. La primera actitud es no confiar en que las palabras que son empleadas entre las personas tienen el mismo significado. He presenciado debates acalorados entre teóricos que después de varios intercambios de palabras ⎯y de reflexiones sesudas⎯ se percatan que emplean la misma palabra pero con sentidos distintos:

⎯Procopio: La moral determina el contenido de las normas jurídicas en cualquier sociedad.

⎯Promesio: No, la relación es la inversa: es el derecho el que impone una moral a la sociedad.

Antes de discutir, primero se debe asegurar que la disputa ocurra empleando palabras con los mismos significados. Esta primera actitud resulta muy útil para prevenir disputas estériles o para establecer los términos para una disputa genuina.

Sin embargo, asegurar que el debate ocurre en los mismos términos dista de ser una precaución suficiente frente al discurso oscuro. Sucede que entre los iusfilósofos se encuentran discusiones que involucran palabras y oraciones construidas de tal modo que son difíciles de comprender: “El derecho penal moderno ubica al individuo en el centro de la responsabilidad. Con ello, el reproche penal se transforma en un modo de objetivizar la culpa colectiva que transfiere a la ley la función que de otro modo debería tener la religión.”

En el párrafo anterior, se advierten varias expresiones que parecen significativas, aunque no podamos consignar su significado preciso. El párrafo trae a la mente una idea muy abstracta y compleja que parece surgir del arreglo de las oraciones. Lamentablemente es un juego de palabras inventado con el simple propósito de que suene significativo. En la región de la filosofía del derecho, encontramos muchos ejemplos como el anterior, sólo que, a diferencia del ejemplo inventado, fueron escritos con el propósito de comunicar alguna idea.

Una segunda actitud que me ha servido a lo largo de los años es desconfiar de las oraciones y párrafos oscuros, complejos y abstractos. Creo que no hay idea tan compleja que no pueda ser expuesta con palabras llanas y simples, y mucho mejor si se adjunta un ejemplo. Esta segunda actitud es difícil de practicar pues va en contra de nuestros hábitos cotidianos de comunicación: solemos dotar del beneficio de la duda a los textos y discursos oscuros, les damos la confianza de que detrás de ese estilo difícil y confuso se encuentra con toda seguridad una idea muy inteligente. La carga de la prueba siempre debe estar del lado de quien formula las ideas; la claridad y la simpleza en el uso de las palabras nunca pueden darse por sentadas.

Una vez que se ha desmontado el discurso confuso y que se han clarificado los términos de las posturas en juego, siempre es útil indagar los puntos de partida de cualquier postura. Se trata de tener la actitud de un niño de entre cuatro o seis años, curioso, que nunca se cansa por preguntar: ¿y por qué?, ¿y por qué?, ¿y por qué? El niño que aprende el juego de la pregunta “¿y por qué?” advierte pronto que siempre es posible reiterar la interrogación pasada ad nauseam. Normalmente, llega un punto en el que el interlocutor ⎯casi siempre un adulto alterado por el juego del “¿y por qué?”⎯ dice algo así como: “¡Porque lo digo yo!”.

En forma similar, se puede advertir que todo discurso en la filosofía del derecho tiene algún punto de partida que se da por sentado, algún enunciado que funciona como los axiomas en geometría y que se adopta sin más, pero que rara vez es formulado en forma expresa:

⎯Procopio: El derecho genuino tiene como finalidad la protección de la persona y, por tanto, algunas conductas deben ser prohibidas en aras de la convivencia pacífica.

⎯Ingenuino: ¿Y por qué el derecho debe buscar la convivencia pacífica mediante la prohibición de ciertas conductas?

⎯Procopio: Porque si el derecho no prohíbe ciertas conductas como el homicidio, el robo, la violación, entonces, todos estaríamos peor que con un orden impuesto por el derecho.

⎯Ingenuino: ¿Y por qué estaríamos peor sin un orden impuesto por el derecho, en donde se prohíban conductas como el homicidio, el robo y la violación?

⎯Procopio: Porque está en la naturaleza humana aprovecharse del más débil y, si no existe una organización que monopolice y controle la violencia, los más débiles sufrirían.

⎯Ingenuino: ¿Y por qué está en la naturaleza humana aprovecharse

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