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La Apología De Sócrates


Enviado por   •  22 de Abril de 2013  •  2.450 Palabras (10 Páginas)  •  266 Visitas

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PRESENTACIÓN.

Un escrito del mas celebre alumno de Sócrates, Platón, quien narra la defensa del primero ante las calumnias formuladas en su contra por el simple hecho de pensar y cuestionar el orden de las cosas, es decir, nos encontramos en presencia de un enfrentamiento entre el más puro idealismo y el materialismo dialéctico.

ANÁLISIS.

Sócrates comienza diciendo que “… de todas las calumnias, la que más me ha sorprendido es la prevención que os han hecho de que estéis muy en guardia para no ser seducidos por mi elocuencia…”; considero que la sorpresa de Sócrates es producto de haber subestimado, al menos en parte, a sus acusadores, quienes entre otras cosas pretendieron predisponer al jurado con respecto a los argumentos del acusado, es decir, atacaron su credibilidad lo cual es una estrategia muy hábil ya que por mas elocuencia y verdad que tengan las palabras de alguien, si no están impregnadas de la credibilidad del orador, son armas de salva en una guerra de argumentos.

Reconoce en su contra a muchos acusadores pero fija su atención en las primeras acusaciones, ya que para él, éstas han dejado una profunda herida social, no para él, sino para los atenienses al condenar el derecho natural a pensar llegan los demás a persuadirse de que los hombres que se consagran a tales indignaciones (indagar lo que pasa en los cielos y en las entrañas de la tierra) no creen en la existencia de los dioses.

Al distinguir a sus acusadores, centra su atención en los primeros considerando que son los que lo han hecho por más tiempo y, en consecuencia han producido en vosotros más profunda impresión, dejando para otro momento, tal vez menos relevante, a los acusadores que lo llevaron al Tribunal, esto deja ver que Sócrates tenía previsto el resultado del juicio, o más fuerte aún, no le interesaba éste sino rescatar a la esencia humana, la posibilidad de razonar.

Veamos ahora la acusación de Melito Sócrates es un ímpio; por una curiosidad criminal quiere penetrar lo que pasa en los cielos y en la tierra, convierte en buena una mala causa y enseña a los demás sus doctrinas. Entonces Sócrates es acusado de ateísmo y entrometimiento; ateísmo por no creer en los dioses y entrometido por pretender conocer algo que no le compete a los hombres sino a los dioses; aunque tal vez la acusación más seria sea la del contagio, cuando sus detractores hablan de la enseñanza de sus doctrinas podemos ver que lo importante no es lo que piensa Sócrates sino que contagia a la población, un hombre que piensa no es peligroso y por ello nunca fue acusado sino hasta que decidió compartir sus ideas con otros.

Ante esta acusación Sócrates recuerda a la concurrencia la aventura de Querefón un día, habiendo partido para Delfos, tuvo el atrevimiento de preguntar al oráculo si había en el mundo un hombre más sabio que yo; la Pythia le respondió que no había ninguno; utiliza esta anécdota para hacer ver de dónde procede dicha acusación, señalando además que la Divinidad no puede mentir.

Después narra su recorrido con aquellos que tienen fama de sabio; con el político concluye Yo soy más sabio que este hombre. Puede muy bien suceder que ni él ni yo sepamos nada de lo que es bello y de lo que es bueno, pero hay esta diferencia, que él cree saberlo aunque no sepa nada y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Resulta muy interesante esta posición con respecto al político porque en realidad la verdadera sabiduría radica no en saberlo todo sino precisamente saber todo lo que se ignora; han pasado más de 2,300 años de esta conclusión y aún seguimos teniendo políticos que creen saber más de lo que saben en realidad, pero más peligroso aún, actúan en función de lo que desconocen y no de lo que si conocen, el resultado es el caos.

Luego se encontró con el poeta y dijo Conocí que la sabiduría no es lo que guía a los poetas, sino ciertos movimientos de la Naturaleza y un entusiasmo semejante al de los profetas y adivinos; que todos dicen muy buenas cosas sin comprender lo que dicen. La mirada de los poetas es muy peculiar dado que si bien no entienden lo que dicen, ello no representa ningún riesgo social porque ellos no tienen el interés de generar conocimiento y mucho menos trasmitirlo, de ahí que los compare con los profetas y no con los filósofos, para esto es importante recordar que en la corriente idealista no es permitido entender las cosas sino solo aceptarlas tal como son.

Concluye su recorrido con el artista del cual aprecia que entre ellos me parecieron incurrir en el mismo defecto de los poetas porque no hallé uno que, a título de ser buen artista, no se creyesen muy capaz y muy instruido en las más grandes cosas y esta extravagancia quitaba todo el mérito a su habilidad. Esta apreciación es relevante dado que el buen artista no admite nada mejor que su obra, por el contrario, aquel que a sí mismo no se considera bueno comprende que hay algo más allá de lo que tiene a simple vista y su ignorancia se convierte en el motor de su búsqueda de la perfección, otro ejemplo, entonces, del dogmatismo.

Tras analizarse con respecto a estos personajes comprende el uso que el Oráculo dio de él y afirma que El más sabio entre vosotros es aquel que reconoce como Sócrates que su sabiduría no es nada; esta es una postura de gran valor ya que nos invita a entendernos ignorantes de muchas cosas, sólo así lograremos comprender la cantidad de cosas que nos falta por conocer, entonces la sabiduría no es comprender solamente lo que ya conocemos sino observarla a la luz de lo que nos falta conocer.

Es así como Sócrates cierra el argumento señalando que todos aquellos que convencen de su ignorancia la toman conmigo y no con ellos, y van diciendo que hay un cierto Sócrates, que es un malvado y un infame que corrompe a los jóvenes; y cuando se les pregunta qué hace o qué enseña, no tienen qué responder y para disimular su flaqueza se desatan con esos cargos triviales que ordinariamente se dirigen contra los filósofos … y todo porque no se atreven a decir la verdad, que es que Sócrates los sorprende y descubre que se figuran que saben, cuando no saben nada. Con este cierre únicamente se pretende evidenciar, más que controvertir, las acusaciones en su contra, dado que sus acusadores no tienen hechos y por ello sólo lo acusan de blasfemo.

Continuando con el juicio, Sócrates procede a atender las últimas acusaciones, las de Melito que se traduce en que Sócrates es culpable, porque corrompe a los jóvenes, porque no cree en los dioses del Estado y porque, en lugar de éstos, pone divinidades nuevas bajo el nombre de demonios. Entonces el filósofo

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