Miedo

Estoy a un paso de los 25 y me resigno a mi condición de adulto contemporáneo cuando me doy cuenta de que idolatro a gente más joven que yo. Chicharito tiene 23. Y es que más que lo bien que maneja los dos perfiles o el superpoder que tiene para desmarcarse, el “chamaco” –notar el lenguaje de tío– me dio el miércoles una importante lección.

Al celebrar el segundo gol con el que el partido quedaba sentenciado, Chicharito se acercó a la cámara más cercana y le dijo con autoridad “miedo, no”, en referencia a unas desafortunadas declaraciones hondureñas que decían que Chicharito tendría miedo de los corpulentos defensas catrachos. No le fue fácil, los gigantes zagueros lo doble-marcaron todo el juego, le pegaron cada vez que pudieron y le hicieron el partido imposible; de hecho, su gol tardó 99 minutos en llegar y fue más circunstancial que producto de su habilidad personal. De todos modos, aprovechó el festejo para dejar en claro algo: el miedo no lo paralizó, al contrario lo motivó para intentarlo todas las veces que fuera necesario.

Cuando llegas a esta edad, las decisiones trascendentales son inevitables. Los enormes defensas del futuro (y del pasado) te hacen marcación personal. Muchos esperan que seas definitivo en el resultado del partido, tu único partido. Es tu oportunidad de cambiar la historia, de hacer ese gol del triunfo, de alzarte con el título, de trascender. Y al final, no importa si se pudo o no, siempre y cuando hayas vivido cada jugada al límite, sabiendo que todo lo que pasó por tus pies iba hacia la portería contraria; vivir sin arrepentimientos.

Yo no soy nadie, amigos todos, para darles consejos en la vida. Pero Chicharito, él es otra cosa: miedo, no.

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