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Tradicionalismo


Enviado por   •  5 de Marzo de 2015  •  1.527 Palabras (7 Páginas)  •  227 Visitas

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1. Doctrina filosófica. Se entiende por tradicionalismo, en la historia de la filosofía, la tendencia a sobreestimar la tradición en cuanto conjunto de normas transmitidas en el curso de la historia pasada. Puede entenderse este tradicionalismo, en un sentido amplio, cuando las normas transmitidas son el conjunto de la historia humana, o al menos ciertas normas, o en un sentido estricto, como una teoría de la historia, que recibe también el nombre de utramontanismo, y que afirma que todo el orden social e histórico debe hallarse sometido a la autoridad superior de la Roma católica y articularse en una jerarquía de orden divino. Los principales defensores de este tradicionalismo estricto son los franceses L. de Bonald y Maistre y el español Juan Donoso Cortés.

El tradicionalismo se apoya, a la vez, en motivos político-religiosos y filosóficos. Los primeros son obvios y defendibles. Los segundos se basan, a su vez, en la relación que se establece entre la verdad y la historia. Para el tradicionalismo, la verdad es la revelación de la Providencia. El error es un castigo, pero no algo que la verdad puede llevar en sí, como momento suyo. La verdad, en definitiva, no es asunto de la razón, sino de la autoridad, transmitida por tradición.

Como es natural, la Iglesia no puede apoyar el «ultramontanismo». Aunque acepte sus motivos político-religiosos –obediencia a la Iglesia, orden social regido por sus principios, &c.–, no acepta, de ningún modo, su base filosófica: considerar la verdad como exclusivo asunto de la autoridad es algo que destruye la naturaleza misma de la inteligencia.

En España, aunque el principal representante del tradicionalismo sea Donoso Cortés –cuyo renombre, en cuanto adalid de tal actitud, supera nuestras fronteras, para ser una de sus principales figuras en la Historia–, hay, sin embargo, algunos otros pensadores de menor importancia que se adhieren a la postura ultramontana, si bien de un modo menos tajante.

Puede decirse, de un modo general, que el fin del siglo XVIII estuvo impregnado de tradicionalismo. Se recurría a la autoridad divina como última instancia, si bien este tradicionalismo quedaba mezclado con otras doctrinas igualmente vigentes: sensismo condillaquista, empirismo, eclecticismo, &c.

Las primeras manifestaciones del tradicionalismo podemos apreciarlas entre los filósofos sensualistas o filosensistas, preocupados por problemas del lenguaje y de ideogenia. El portugués Luis Antonio Verney († en 1792), apodado «El Barbadiño», hacía notar que las ideas universales no las obtenemos por abstracción –según Locke–, sino por tradición de nuestros mayores, mediante el instrumento del lenguaje. Ramón Campos, en su Sistema de Lógica (1790) y en El don de la palabra (1804), sostiene que la palabra es un don divino, que no ha inventado el hombre, sino que ha recibido directamente de Dios.

También se muestran influidos por el tradicionalismo del ambiente el portugués Luis Pereyra, profesor en Madrid, y Gaspar Melchor de Jovellanos (v.), que sin ser propiamente filósofo, fue hombre atento a los sistemas de su tiempo. Aunque su postura es en general escéptica –y quizá por serlo–, se refugió según lo usual en un tradicionalismo filosófico-teológico. Realmente, piensa Jovellanos, lo poco que sabemos lo debemos a la Revelación. De un modo especial se reflejan sus convicciones tradicionalistas en sus ideas sobre el lenguaje y sobre pedagogía. Entiende que las palabras no son, simplemente, auxiliares del pensamiento, sino necesarias tanto para hablar como para pensar.

Hay también vestigios de tradicionalismo en el padre Lorenzo Hervás y Panduro (v.), Andrés María Santa Cruz (El Teofilántropo), don Pablo Olavide (1798), autor de El Evangelio en triunfo, &c.

Como hemos dicho, el principal defensor del tradicionalismo es Juan Donoso Cortés (1809-1853). Su obra más importante la constituye el Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo, que apareció en 1851, dos años antes de su muerte. Extraordinario orador y polemista apasionado, más que filósofo estricto, es, sin embargo –junto con Balmes–, el segundo gran representante del pensamiento católico a mediados de siglo. El estudio del Ensayo, según Menéndez y Pelayo, es el mismo estilo violento que empleaba en sus discursos. Su publicación levantó grandes controversias. «...Acusóse a Donoso de temerario, de fatalista, de místico, de enemigo jurado de la razón, de teocrático y hasta de hereje.» Donoso Cortés, que había sido un racionalista acérrimo en sus primeros años, pasó después al irracionalismo extremo. «Sus opiniones ideológicas –continúa diciendo Menéndez y Pelayo– aprendidas en una escuela que no es ciertamente la de Santo Tomás ni la de Suárez, sino otra escuela siempre sospechosa y para muchos vitanda, que la Iglesia nunca ha hecho más que tolerar, llamándola al orden en repetidas ocasiones, y en

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