POEMAS A SIMON BOLIVAR
jcfloresp13 de Julio de 2014
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Bolívar, toma mi canto
Mi canto no se alza hoy a tu frente,
ni a tu brazo.
Anhela probar el gusto de tu corazón.
Busca tu pecho, lo hiende, lo penetra,
porque quiere gustar el sabor bullente
de esa eterna sangre.
Unta sol en mi voz, sol de tu corazón;
unta luna de tu corazón en mi voz.
Pon en mi canto el gusto que saboreaste
en el intento y en la victoria y la derrota.
Aparta tu mágico pensar
y dame tu vibración íntima, humana…
Dame lo que sentiste en el éxito,
lo que palpitaste en los cabales desengaños,
lo que sufriste sin decirlo,
las lágrimas que enterraste vivas…
Y andaré por las cálidas costas,
y escalaré los montes esbeltos
y atravesaré las anchas aguas
y mi voz irá grávida de tu vida.
Podré entonces decir a los hombres:
os amo en patria, tomadme,
bebed mi sangre y gozad mi sacrificio.
Y podré perdonar a los que enredan tus caminos,
A los que no te buscan espontáneos,
a los que se conforman con tu bronce…
POEMAS A SIMÓN BOLÍVAR Y UN INÉDITO A
JUANA DE IBARBOROU
Enriqueta Arvelo Larriva
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Poemas con Bolívar
I
No murió desterrado.
Murió en un punto de sus profundas posesiones,
de las vibrantes zonas que hoy comparte con todos su largueza,
propiedades de piedra, palmas, ritmo,
maravillas de altivo sufrido abismo,
impregnadas de cruz y habla por el soñar aventurado.
En el día de su morir
suyas son las arenas y el terminal de olas de la buscada orilla,
la sosegada puerta del mar
para inventar semidormido los tumbos del renuevo,
las rodantes bravías pulsaciones,
fuerte vigor humano, que le siguieron hasta el límite,
y suyas ahí, en su postrer suelo vivido,
cifradas y anhelantes, las frentes sin conjura.
No murió desterrado.
Revolaron burlonas mariposas
sobre quienes dijeron: no entres a lo tuyo.
Borremos su peor herida del ocaso.
Santa Marta es suya, lugar de sus potencias y sentidos,
azul y cuerpo de su amor de América.
II
No murió a nuestras manos.
¿Has cuándo vestirnos la afirmación untuosa?
Amamos nuestros grandes cedros, símbolos,
exaltemos la esencia de sus fibras.
Y alcémonos hoy y digamos: no le matamos,
nuestra sangre corre desnuda de su muerte.
Probó él lo nuestro: virtudes y pecados,
lo llevaba sobre sí, carga de savia y lava,
le colmaba entrecanales de su idea,
le nutría para la gloria suya, nuestra,
y orientaba en el aire sin rutas sus motores de ímpetu.
Juntó amor y odio de los suyos.
Amor, planta para enraizar en siglos.
Odio, encendidos tizones temporales
para apagarse en el amor ya hecho.
En nuestros huracanes, alegrante milagro,
no cuajó para él la ráfaga de muerte.
Y estorbaba la gracia de su nervio
el morir a espina de tristeza.
¿Murió acabadamente triste?
¿Puede partir sin rosas en lo frío,
sin lucero en la ola de su tránsito
quien sueña que a su muerte
tendrán madura miel sus abejares?
No le matamos
porque le Amamos con amor arraigado en el tiempo.
¡Oh amor del Tiempo! Único amor real, vivificado.
Fragancia entre las ondas de la noche,
caballo alerta de viajero dormido
por la amplia trama de tiniebla y luna.
Poema a Juana de Ibarborou
(Margen de unos poemas suyos)
¿Que se murió la boca que te sembró de besos?
La siembra no es perdida en tu carne de América.
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