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Defensa Integral


Enviado por   •  13 de Octubre de 2014  •  453 Palabras (2 Páginas)  •  159 Visitas

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En cualquier circunstancia es recomendable pensar con cabeza propia. Pero en algunas ocasiones es más necesario que en otras. El carácter de esa necesidad está en dependencia de lo que se pone en juego. El pensamiento latinoamericano, en su conformación, ha pasado por diversas etapas en las que no siempre pareció tan clara para sus gestores la necesidad de pensar de tal forma, o por lo menos de insistir en la cuestión de manera tan explícita. A los cultivadores de la escolástica de los siglos XVI y XVII no les parecía imprescindible marcar diferencias respecto a la filosofía y la teología europeas. No les preocupaba tanto ser considerados o no dentro del pensamiento europeo, porque no lo diferenciaban del propio. Sin embargo, desde los primeros momentos de la evolución del pensamiento latinoamericano afloró cierta intención de marcar algunas de las especificidades, o por lo menos la perspectiva o la circunstancialidad de este, como lo evidencia, al menos en cuanto al título, la Lógica mexicana, de Antonio Rubio. Pero habría que esperar a una mayor conformación de los rasgos de identidad americana para que nuestros pensadores tomaran mayor conciencia de lo necesario que es pensar con cabeza propia. Pensar con cabeza propia no significa asumir posturas de chovinismo epistémico y cerrarse a los aportes del pensamiento provenientes de cualquier parte del mundo, así como de pensadores con los cuales se puede coincidir parcial o totalmente. Por el contrario, significa asumirlos, pero no indiferenciadamente sino en correspondencia con las exigencias cognoscitivas, axiológicas e ideológicas que cada momento reclama. Se ha de medir con mayor rigor los grados de autenticidad que de originalidad. Este ejercicio presupone pensar asumiendo como propias las ideas más adecuadas, sin preocuparse demasiado por su procedencia. No debe importar si está vinculada o no a alguna lectura previa o es el producto absolutamente individual del último que la revela. En definitiva, todo pensamiento posee siempre una soterrada entraña social, aunque sus obstetras no pierdan mérito por su cuota de originalidad en el parto intelectual de cada idea. Los próceres de la independencia latinoamericana no dudaron en asumir la producción intelectual y la experiencia de los procesos revolucionarios de Europa y Norteamérica, así como del mundo cultural asequible a su época, para fundamentar ideológicamente el proceso emancipatorio. Tanto Bolívar como Martí, a pesar de las diferencias de época y de circunstancias, sabían muy bien que si la asunción abierta de las ideas políticas, filosóficas, etc., no se articulaba a las fuerzas telúricas de aquel mundo de diferentes de razas, que el primero concibió era América, para que contribuyese a la liberación de nuestra América fecundada por “nuestros arcontes”, como reclamara Martí, difícilmente podría alcanzarse la aspiración de lograr la soberanía demandada por estos

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