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EL TEÓLOGO Y EL INDIO TUERTO


Enviado por   •  10 de Agosto de 2013  •  389 Palabras (2 Páginas)  •  2.672 Visitas

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EL TEÓLOGO Y EL INDIO TUERTO

Una historia muy antigua narra el encuentro y la discusión entre un teólogo y un indio tuerto. El teólogo mostró un dedo. En respuesta el indio mostró dos dedos; el teólogo, tres. El indio respondió mostrándole el puño. En seguida, el teólogo tomó una fruta, la mordió y escupió su cáscara. Por su parte, el indio tomó un limón y selo tragó…La “discusión erudita” duró mucho tiempo, hasta que el célebre teólogo se dio por vencido. Entonces, preguntaron al teólogo “¿por qué?” Él respondió, pero esta vez, no por medio de signos, sino de lenguaje articulado: “Mi rival es un verdadero pozo desabiduría”. “Yo le mostré un dedo diciendo Dioses uno”. Él me contestó sabiamente, mostrándome dos dedos para hacerme recordar que, además de Dios padre está Dios hijo. Entonces, traté de tenderle una trampa y le mostré tres dedos, como diciéndole: “quizás haya tres dioses: Dios padre, Dios hijo y Dios Espíritu Santo”. Pero él esquivó sabiamente la celada mostrándome el puño: “Dios es uno en tres personas. Entonces, le mostré una fruta diciéndole: “La vida es dulce como esta manzana, pero otra vez me dejó estupefacto comiéndose un limón y haciéndome comprender con esto, que la vida es mejor que los frutos dulces y que tiene un gusto ácido y eso la vuelve más preciada y valiosa”. “En verdad, es el más sabio de los teólogos del mundo”, exclamó anonadado el teólogo. “¿Es exacto lo que contestó el teólogo?”, le preguntaron al indio. “Ni siquiera pensé en Dios”, dijo extrañado el más sabio de los teólogos. “Lo que ocurrió fue que este insolente blanco me mostró un dedo como diciéndome que yo solo tenía un ojo y aún así, me atreví a discutir con él. Yo le mostré dos dedos como diciendo: uno mío vale por dos suyos. Entonces, él me mostró tres dedos como si dijera: déjate de bromas, entre tú y yo sólo tenemos tres ojos”. Qué quedaba por hacer?..., le mostré el puño, insinuándole que los descarados como él, solo se les puede escarmentar con los golpes y no con las palabras. Me contestó entonces: te comeré como esta manzana y escupiré tus huesos. Luego, yo tragué el limón, haciéndole entender que de él no dejaría ni los huesos, que me lo comería entero y lo acabaría en segundos.

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