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El Azteca


Enviado por   •  4 de Marzo de 2014  •  249 Palabras (1 Páginas)  •  164 Visitas

Oc ye nechca —como ustedes dirían: «Érase una vez»— cuando en nuestra tierra nada

se movía más rápido de lo que nuestros mensajeros-veloces podían correr, excepto cuando los

dioses se movían y no había ningún ruido más fuerte que el que podían hacer nuestros

voceadores-a-lo-lejos, excepto cuando los dioses hablaban. En el día que nosotros llamamos

Siete Flor, en el mes del Dios Ascendente en el año Trece Conejo, el dios de la lluvia, Tláloc,

era el que hablaba más fuerte, en una tormenta resonante. Esto era poco usual, ya que la

temporada de lluvias debía haber terminado. Los espíritus tlaloque que atendían al dios Tláloc

estaban golpeando con sus tenedores de luz, rompiendo las grandes cascaras de nubes,

despedezándolas con gran rugido de truenos y escupiendo violentamente sus cascadas de

lluvia.

En la tarde de ese día, en medio del tumulto causado por la tormenta, en una pequeña

casa en la isla de Xaltocan, nací de mi madre para empezar a morir.

Como ustedes pueden ver, para hacer su crónica más clara, me tomé la molestia de

aprender su calendario. Yo he calculado que la fecha de mi nacimiento debió de ser el

vigésimo día de su mes llamado septiembre, en su año numerado como mil cuatrocientos

sesenta y seis. Esto fue durante el reinado de Motecuzoma Illuicamina, en su idioma el

Furioso Señor que Dispara sus Flechas Hacia el Cielo. Él era nuestro Uey-Tlatoani o

Venerado Orador, nuestro título de lo que vendría a ser para ustedes rey o emperador. Pero el

nombre de Motecuzoma o de cualquier otro no significaba entonces mucho para mí.

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