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El Silbon

Zeddrapphy2 de Febrero de 2015

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Narrador: Portuguesa, Barinas, Cojedes; Horizonte extendido por caminos polvorientos, tierra generosa donde la leyenda es copla y donde la copla es sabana, Llano adentro, corazón de patria, sabanas inmensas y pajonales abiertos, arrieros del verso, baquianos de la conversa.

Declamador: ¿Pa´ ónde va por´hay, Juan Hilario?

Narrador: Es la pregunta del Llano contestador y bravío, retador y andariego.

Llanero Conversador: Epa compañero, pero, ¿eso es cierto?

José Juan: Sí compa, ciertico, dicen que nació en Guanarito o en Bijal, lo cierto es que en Portuguesa y Barinas se ha criao, y Cojedes lo ha visto pasá.

Narrador: Son las cinco y media de la tarde, el sol agonizante y rojizo desaparece lentamente en la quietud del horizonte y por el camino polvoriento un hombre a pie con el rostro sudoroso y el andar cansado; atrás el camino andado, por delante el paisaje casi desierto: sabanas, cielo, vacas y garzas. Es el llanero mismo con su estampa recia hundiendo su huella sobre la tierra brava, un Florentino, un baquiano, o un caporal de hato, hijos siempre del inmenso Llano, hermanos de la sabana.

C2: Voy dejando mi cantar

sabanas que tanto quiero

voy con los pasos del día.

Narrador: Es casi de noche, cuando se detiene ante una Cruz del camino, se arrodilla ante ella y le enciende una vela que trae en el bolsillo de la blusa, luego se persigna y se dispone a reanudar la marcha, cuando alguien que camina en dirección contraria se le acerca.

El Visitante: Mire señor, usted, ¿es de por aquí?

José Juan: Sí, de por aquí mismo ¿Qué se le ofrece?

El Visitante: ¿Me podría indicar el camino que conduce a Los Jeyes?

José Juan: Ese mismo que lleva ¿Pa´ qué casa va por´hay?

El Visitante: Bueno, voy pa´l fundo del señor Montenegro, Juan José Montenegro, que tiene una fiesta por ahí.

José Juan: Ah, eso es allá alante; siga por hay derecho, pero tenga cuidao con el peasito aquel de La Vuelta ´e Los Mangos, ahí mismo, al pasá el cañito, que ahí sale el Silbón.

El Visitante: ¿El Silbón?

José Juan: Sí, el Silbón.

El Visitante: No, no, no, pero, eso no existe.

José Juan: Sí existe, señor y mucho, mire, por to´ estos caminos, por to´ estas sabanas y por to´ estas soledades, se va a encontrá con mucho más de lo que usté ha visto en los libros.

El Visitante: Bueno, yo he oído hablar algo de eso, pero, dicen que es una leyenda. José Juan: Jmmm ¿Una leyenda?, una leyenda debe se´ lo que cuentan del Silbón antes de se´ Silbón.

El Visitante: ¿Cómo es eso de que el Silbón, antes de ser Silbón?

José Juan: Pues, que dicen que, el Silbón es el ánima en pena de un hijo que mató al papa pa´ comele la asadura, y que la mama lo maldijo pa´ to´a la vida.

El Visitante: Ah…ya entiendo, ¿ y dicen que nació en el Llano?

José Juan: En Guanarito, compa, y Guanarito es Llano, y Llano es to´ esto que estamos pisando.

El Visitante: No, no, yo creo que eso es sólo una leyenda, como dice la gente, lo que pasa es que, ustedes, los llaneros, tienen un espíritu demasiado supersticioso.

José Juan: Llano es Llano, compa, y a nosotros nos gusta de esa manera, supersticiosos y to´ pue´ que seamos, pero con un corazón que no nos cabe en to´ el ancho ´e la sabana, y en esa misma sabana que no alcanza pa´ arropale el corazón al llanero es ´onde se ven to´ estas cosas que le estoy contando.

C1: Con la claridad de un rayo

que alumbraba la sabana

miró una sombra de lejos

con un maleto terciado,

miró una sombra de lejos

con un maleto terciado.

El Visitante: Caray, pero ha de ser muy grande ese espanto del Silbón, pa´ que, pa´ que, ustedes, los llaneros, le tengan tanto miedo.

José Juan: Uunnn…Canillú es lo que es el hombre, compa, canillú, mire, le digo que lo han visto sentao y las rodillas le pasan del lao arriba ´e la cabeza.

El Visitante: Y dígame una cosa; usted, ¿lo ha visto?

José Juan: De refilón, compa, de refilón, pero mire, lo he escuchao silbá y le digo que no es pa´ juego la cosa.

El Visitante: No, no, yo insisto en que eso no es más que una leyenda, amigo.

José Juan: Amm., lo mismo decía Pacheco, lo mismito decía Pacheco.

El Visitante: Bueno, y ¿quién es Pacheco?

José Juan: Uno, que peleó con el Silbón.

El Visitante: ¿Con el Silbón? ¿Y peleó, de verdad, con el Silbón?

José Juan: Sí, pero lo dejó con una calentura que lo tulló pa´ to´a la vida. Mire, cuenta el pasaje que al Silbón le sonaban las costillas como a saco de algodón, pero lo cierto es que Pacheco no púo caminá más de la calentura que le pegó.

El Visitante: ¿Y usted, vio eso?

José Juan: Bueno, eso es lo que cuenta la gente, pero mire, si usté, no quiere cree, le voy a contá un caso que yo vi con mis propios ojos y que sucedió aquí mismo, aquí mismito, en el camino ´e Quebrá Seca.

Narrador: Era el mes de mayo, mes de espantos y de aparecidos, época de lluvia, cuando la sabana se viste de flores y el terronal se remoja: Llano en mayo, con sus noches oscuras y caminos llenos de agua. El caney estaba de fiesta, la alegría se volvía copla y la copla se hacía romance; Llano adentro, caminante sin rumbo por sabanas de Portuguesa y al compás de una bandola, desde el tranquero de un rancho, fue surgiendo esta leyenda.

C2: Toma el agua, Paso Real,

Paso Real, el pozo viene clarito

toma el agua, Paso Real, Paso Real.

Rosita: ¿Nos llevas al baile, José Juan?

Josefa: Sí, José Juan, llévanos.

Aurora: Sí, hombre.

José Juan: Bueno, cómo no; pero se arreglan temprano que todavía hay mucho que hacé y el patio no se ha barrío.

Narrador: El día había comenzado entusiasmado y alegre, salpicado de bullangueros comentarios sobre la fiesta de joropo que daría don Encarnación en el Hato Quebrá Seca, todos parecían haberse levantado con el corazón de fiesta y el entusiasmo en los labios, al despuntar de aquel día, la sabana, los caminos, los caneyes y los ranchos fueron saturados con el rumor de la fiesta que todavía no llegaba, las muchachas visitaron tempranito el espejo del jagüey y las frases invitadoras se quedaron retozando a la orilla del camino.

José Alí: Nos vemos en el baile esta noche, catira, al comenzá el joropo.

Rosita: Bueno, si nos lleva José Juan.

José Alí: Mire compa, aclárece la garganta pa´ que le eche una entraíta al joropo esta noche, no más que reviente el arpa.

José Juan: Si hombre, compa que por allá nos veremos. Si Dios quiere.

Narrador: Pero algo había querido decir que no, al encuentro de la cita. La tarde llegó con nubarrones de lluvia y viento fuerte que sacudía los chaparrales asustando la sabana. Los caminos fueron llenándose de agua y las aves se recogieron temprano. (Efectos especiales: se oye caer un aguacero, luego una breve pausa de silencio y después el sonido de afinación de un cuatro) Agoniza la tarde callada y llena de presagios, mientras el caporal del Hato Los Malabares rasguea las cuerdas de un cuatro, al tiempo que deja escapar la vista más allá del camino, contemplando el morir de aquella tarde, que no se había hecho anunciar, allá, por Los Malabares y se despide silenciosa en medio de charcos de agua.

Juan Hilario: Jumm.

Narrador: Se aclara el pecho aquel hombre y José Juan reconoce en la silueta del que se acerca al pequeño Juan Hilario, hombre de los mil caminos por llegar a una parranda, Hilarión o Juan Parrandas, como todos lo llaman (se oyen ladridos de perros); los perros ladran y la noche llegó silbando.

José Juan: ¿Pa´ ónde va por´hay, Juan Hilario, con esa noche tan fea?

Juan Hilario: Pa´ la fiesta, mi compa, pa´ la fiesta ´e Quebrá Seca, que dicen van a está muy buena. Usté, ¿no se anima?

José Juan: Caray, con tanta agua y esa noche tan oscura, mire como está el camino: ¡anegaiíto!

Juan Hilario: No hombre, compa, el camino es lo de menos, otras veces ha llovío más y más lejos todavía he andao, a mí el agua no me asusta, pa´ eso cargo mi chamarra, anímese, compa Juan, échele los pies al barro que allá cogemos calor.

José Juan: Nooó, compita, ni que estuviera enamorao pa´ cogé pa´ un baile con ese camino tan barrialoso y lo que viene es agua, ¿sabe?, mire como está el relámpago: ¡Apuraiiíto! ¿Por qué, más bien, no

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