El Tributo En La Nueva España
Emiliamolinab20 de Octubre de 2014
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El tributo en la Nueva España adquirió características particulares desde un principio.
La población fue conquistada por lo que esta servía a los gobernantes, por otra parte, los españoles se encontraron con una sociedad muy compleja y organizada en los señoríos prehispánicos, donde el sistema estaba plenamente establecido mediante una red de obligaciones tributarias que permitían concentrar en los integrantes de la Triple Alianza gran parte de la riqueza excedente de amplias regiones.
Por estas razones, ya desde los primeros tiempos los conquistadores, y después las autoridades designadas por el rey, vieron la conveniencia de utilizar las estructuras establecidas, desde luego con las variantes necesarias para afrontar los cambios que se iban produciendo, como la disminución de la población indígena, la paulatina desaparición de las encomiendas o las necesidades de ingresos de la metrópoli.
El primer cambio significativo fue efectuado con la implantación de la encomienda, ya que “en lugar de mantener la administración centralizada del tributo y el coatequitl, los capitanes de la conquista optaron por el reparto individual de los pueblos, asignando a cada conquistador cierto número de pueblos y tributarios. Si la conquista destruyó a la clase gobernante que dirigía la Triple Alianza, la encomienda pulverizó el antiguo sistema estatal que administraba globalmente el tributo.
El tributo era la expresión parcial de lo que hoy son los impuestos; estos fueron la carga principal que se exigió de los indios, quienes en su calidad de vasallos debían suministrarlo a su soberano o señor, el monarca castellano.
Los encomenderos, en un principio, lo recibieron en nombre del rey, en concepto de merced o concesión que éste les hacía por los servicios prestados a la Corona. El tributo suministró a los encomenderos los recursos materiales y la mano de obra que constituyeron la base principal de sus empresas.
Los españoles llamaron servicio personal al trabajo prestado por los indios como tributo. Sin embargo es necesario aclarar que, aunque se utiliza siempre el término servicio personal, su significado fue cambiando a través del tiempo. En un principio los encomenderos pudieron usar ese trabajo en forma indiscriminada y no distinguieron el servicio personal de la esclavitud.
La difusión del repartimiento fue muy rápida, en cada pueblo de indios, junto al coatequitl tradicional, se habría de hacer una cuenta o repartimiento aparte para los beneficiarios españoles.
Los grandes propietarios recibieron parte sustancial del repartimiento, así como los mineros, que disfrutaron de prerrogativas especiales. También hubo repartimiento destinado a obras públicas, algunas de ellas tan importantes como el desagüe del valle de México. Para este fin se aplicó un sistema específico de cuotas notablemente gravoso para los pueblos que tuvieron que afrontarlo.
Durante la segunda mitad del siglo XVI el repartimiento se consolidó como el marco para la prestación de mano de obra, pero hay que tener presente que los pueblos siguieron canalizando trabajadores hacia otros fines: los asociados a la Iglesia, a los caciques o a los nobles.
Por otra parte, el repartimiento no era del todo satisfactorio para sus beneficiarios. El hecho de que el sistema implicara una rotación constante de la mano de obra les era inconveniente. Eso alentó el surgimiento de un mercado de trabajo en el que se ofrecía, sino mejor paga, sí la posibilidad de un arreglo permanente que asegurara estabilidad en un trabajo determinado. Muchas veces esto implicaba que los trabajadores se mudaran al lugar en que se les requería, donde eran identificados como laborios o gañanes. Sin que esto significara que cortaran los lazos con sus pueblos de origen inmediatamente, con el tiempo terminaron por hacerlo, lo que da lugar al nacimiento de las haciendas, ranchos y otros
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