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Emiliano Zapata


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2014  •  955 Palabras (4 Páginas)  •  172 Visitas

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Mis padres se llamaron Cleofas Salazar y Gabriel Zapata. Tuvieron diez hijos. Yo Emiliano, nacido el 8 de agosto de 1879, fui el penúltimo. Nací con una manita grabada en el pecho. Mi primer pantalón lo adorne con monedas de a real, como mi tío Cristino Zapata me contaba que adornaban sus prendas los famosos Plateados, a los que había combatido. Mi otro tío, hermano de mi padre, Chema Zapata, me regalo una reliquia: “un rifle de resorte y relámpago de los tiempos de la plata”.

Yo, Emiliano estudie la instrucción primaria en la escuela de Anenecuilco, instrucción que comprendía rudimentos de teneduría de libros. La mayoría de sus biógrafos -incluido Sotelo Inclán- toma por buena anécdota de que yo el pequeño Emiliano padecí en carne propia la invasión de las huertas y casas del barrio de Olaque, perpetrada por el hacendado Manuel Mendoza Cortina hacia 1887. Viendo llorar a mi padre, habría preguntado:

-Padre, ¿Por qué llora?

-Porque nos quitan las tierras.

-¿Quiénes?

-Los amos.

-¿Y por qué no pelean contra ellos?

-Porque son poderosos.

-Pues cuando yo sea grande hare que las devuelvan.

A los 16 años quede huérfano, pero no indefenso. Yo Zapata no era jornalero ni pobre. Dieciséis años después, en 1911, explique: “Tengo mis tierras de labor y un establo, producto no de campañas políticas sino de largos años de honrado trabajo y que me producen lo suficiente para vivir con mi familia desahogadamente.” Logre tener un hatajo de diez mulas y al frente de ellas salía a los pueblos y ranchos a acarrear maíz. Por un tiempo acarree cal y ladrillos para la construcción de la cercana hacienda de Chimaneca. Además de esas labores de arriería tuve éxito en la agricultura. “Uno de los días más felices de mi vida -confesé alguna vez- fue aquel en que la cosecha de sandía que obtuve con mi personal esfuerzo me produjo alrededor de quinientos a seiscientos pesos.” En 1910 mi capital, nada despreciable, era de 3000 pesos. Yo Zapata, tuve siempre orgullo de ganarme la vida de modo independiente.

Yo era un ranchero independiente no era borracho -aunque me gustaba el coñac, parrandero -aunque me encantaba la feria de San Miguelito cada 29 de septiembre-, ni jugador - aunque no me separaba de mi “atado” de naipes-, pero sí “muy enamorado”. Muchos años después de muerto las ancianas de Morelos me recordaban suspirando: “Era muy valientote y muy chulo”. Mi hermana recordaba también: “Miliano de por si fue travieso y grato con las mujeres”. Mi orgullo eran mis inmensos bigotes: me diferenciaban de “los afeminados, los toreros y los frailes”. Por lo demás, “soy delgado, mis ojos muy vivos, tengo un lunar en un ojo y muy abusado, de

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