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Gûelfos Y Gebelinos


Enviado por   •  25 de Septiembre de 2014  •  769 Palabras (4 Páginas)  •  227 Visitas

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Güelfos y gibelinos

Gregorio VII, no sólo estableció una serie de reformas al interior de la Iglesia, sino que asumió una posición que rebasó los límites de la doctrina de las Dos Espadas, “que el mundo entero comprenda y sepa que, si tenéis la potestad de atar y desatar en el cielo, la tenéis para quitar en la tierra y dar a cada uno según sus méritos, los imperios, los reinos, los principados y todos las posesiones del hombre… Si juzgáis de las cosas espirituales, ¡qué poder no habéis de tener sobre las seculares!

En el año 1077, cuando enrique IV, acudió al castillo de Canosa pedirle perdón al papa Gregorio VII, el duque Welf I, esposo de la Condesa Matilde de Toscana, había nombrado heredero al papa, de importantes territorios al norte de Italia, entre ellos, el célebre castillo. Además intentó impedir el regreso de Enrique IV a tierras germanas, sin embargo la astucia del rey se impuso y logró escapar, encontrando fieles seguidores en Maguncia, Worms y Colonia.

A comienzos del siglo XII, Enrique El Soberbio, duque de Baviera y Sajonia, perteneciente a la casa de Welf, se opuso a la coronación de Conrado III de Suabia, quien además pertenecía a la casa Hohenstaufen y eran dueños del castillo llamado Waiblingen, por tal motivo eran conocidos como los weibelingen, quienes sostenían que el papa no podía tener poder temporal de acuerdo con la frase <<mi reino no es de este mundo>>.

La lucha entre los welf y weibelingen, en Alemania, pronto repercutió al interior de la cristiandad.

En Italia, al extenderse el conflicto, los conceptos fueron latinizados en güelfos y ghibellinos (gibelinos). Durante el enfrentamiento protagonizado entre Enrique y Conrado, se escuchó el grito de guerra en campo de batalla: ¡Hi Welf! ¡Hi Waibling!

En 1198, durante el papado de Inocencio III, nuevamente tuvo problemas al pronunciar frases como: “El soberano pontífice es la cabeza de la iglesia, el rey es sólo su diestra” ; “así como la luna recibe la luz del sol, el poder temporal recibe su esplendor del poder pontificio” .

Inocencio III, intervino en la designación de Otón IV de Brunswik, al concederle el trono a este y no a Federico II (ya que era menor de edad y no estaba bautizado), luego le devolvió el trono al legítimo heredero pues Otón no cumplió con la organización de las cruzadas.

El papa expulsó a los alemanes de sus dominios y los Estados Pontificios se volvieron un reino independiente, impidió la unión del imperio germano con el Reino de las Dos Sicilias, - a la muerte de la Emperatriz Constanza, Federico II, como heredero, y por voluntad de ella, quedó a cargo del papa, así evitó que los Estados Pontificios quedaran cercados al norte y al sur.

Inocencio III, con la bula Venerabilem, se autoproclamó con el derecho papal para juzgar tanto los procesos para elegir

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