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Higinio Morínigo


Enviado por   •  20 de Junio de 2014  •  2.311 Palabras (10 Páginas)  •  291 Visitas

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EL EJÉRCITO Y EL GOBIERNO DE MORÍNIGO

Desde la terminación de la Guerra del Chaco, la injerencia militar en la conducción del país fue acentuándose en forma significativa. Para superar la crisis de autoridad que minaba la ordenada administración del país, los jefes del Ejército creían en la necesidad de un mandó único militar y político. Con ese pensamiento y, a partir del derrocamiento armado del gobierno de Eusebio Ayala en febrero de 1936, el Ejército se constituyó en el centro exclusivo del poder y en el único gran elector. Desde entonces, todos los presidentes que se sucedieron en el mando, Rafael Franco, Félix Paiva y José Félix Estigarribia, fueron nominados en los cuarteles. El general Higinio Morínigo, que pasó a sucederle a Estigarribia con motivo de su trágico fallecimiento, fue igualmente nominado por los Comandos de Grandes Unidades de la capital y nombrado luego Presidente mediante un acuerdo con los dirigentes del Partido Liberal, el mismo día del trágico deceso de su antecesor. (Los detalles de este nombramiento pueden verse en nuestro libro Historia Económica del Paraguay. Tomo II. pp. 387 y sig.) En realidad fue más otra imposición militar antes que un acuerdo cívico-militar.

Poco después de asumir el cargo y a raíz de las divergencias surgidas en el seno del gabinete sobre la legitimidad y extensión de su mandato, Morínigo procedió a eliminar del Gobierno a los miembros y representantes del liberalismo y pasó a gobernar con un reducido grupo de intelectuales católicos que entraron a ocupar los cargos principales del gabinete y a constituir, con el apoyo del Ejército, un Estado autoritario y corporativo con el modelo de la dictadura portuguesa de Oliveira Salazar. Con ello se produjo la caída final del liberalismo. Terminó allí un largo período de hegemonía de ese partido en la vida nacional. Los dirigentes del liberalismo fueron todos perseguidos y desterrados. El Gobierno proclamó el fracaso de la democracia y del liberalismo económico. Transcurridos apenas unos meses, Morínigo dispuso, por un simple decreto del Poder Ejecutivo, la disolución del Partido Liberal, acusándolo de traición a la patria por haber solicitado ayuda financiera de un gobierno extranjero para derrocar al Gobierno nacional.

El nuevo Gobierno se constituyó así sin apoyo popular alguno. Su autoridad provenía, no de la voluntad de las urnas, sino de la imposición de las armas. La solidaridad institucionalizada de las Fuerzas Armadas fue luego su único sostén. Para apuntalar al Gobierno, los jefes y oficiales del Ejército y la Armada fueron obligados a suscribir un acta de fidelidad al Presidente de la República y a su programa de gobierno. En ese insólito documento se decía:

"En la ciudad de Asunción, capital de la República del Paraguay, a los trece días del mes de marzo de mil novecientos cuarenta y uno, reunidos en el Palacio de Gobierno los señores Jefes y Oficiales del Ejército y de la Armada de la guarnición de esta ciudad, en presencia del Excelentísimo señor Presidente de la República (...) DECLARAN:

"Que el sistema liberal individualista ha sido la causa primordial de la anarquía política, de la miseria económica y del atraso material de la Nación;

"Que los políticos profesionales que ese régimen nefasto engendró, deben ser reducidos a la impotencia para alejar la posibilidad de cualquier reacción que apeligre la estabilidad del nuevo Orden Nacionalista Revolucionario;

"Que las Fuerzas Armadas de la Nación reconocen en el general don Higinio Morínigo el Jefe

Supremo de la Revolución Paraguaya en esta etapa de su proceso histórico y se proponen firme y decididamente sostener su gobierno con entera lealtad y estricta disciplina hasta el cumplimiento de su Plan Trienal;

"Que ORDEN, DISCIPLINA Y JERARQUIA son los basamentos indestructibles sobre los cuales debe asentarse el Nuevo Estado Nacionalista Revolucionario.

"Por tanto, (...) por nuestra fe de paraguayos y nuestro honor de soldados (...) JURAMOS defender fielmente la causa de la Revolución Paraguaya y sostener con entera lealtad y estricta disciplina al gobierno del General Morínigo hasta el total cumplimiento de su Plan Trienal. Si así no lo hiciéramos, Dios y la Patria nos lo demanden". (Condensado del texto del acta suscrita por los Jefes y oficiales del Ejército y la Armada. El Tiempo. Marzo 13 de 1941.)

Un diario oficialista explicó el significado y alcance de ese juramento en los términos siguientes:

"Las Fuerzas Armadas del Nación se hicieron intérpretes del anhelo de redención política, económica y social que agitaba a la juventud y a las masas laboriosas, abatieron el sistema responsable de nuestra anarquía y nuestro ignominioso atraso, enarbolando como único símbolo de unidad y acción revolucionaria el pabellón sagrado de la Patria y proclamaron que el orden, la disciplina y la jerarquía son basamentos indestructibles sobre los cuales debe asentarse el nuevo Estado Nacionalista Paraguayo" . (La Revolución Nacionalista y las Fuerzas Armadas. El Tiempo, 24 de julio de 1941)

Con ese pronunciamiento, el Ejército se constituyó en el depositario exclusivo de la soberanía popular. Pasó a dictar normas al Gobierno y a nominar por sí los candidatos que ocuparían las altas funciones representativas del Estado. Como señaló más tarde el general Amancio Pampliega, entonces Ministro del Interior, "el poder político era un monopolio de los cuarteles, un resultado de los designios de los mandos militares".(Pampliega, Amancio. Misión Cumplida. Ed. El Lector. p. 15)

El régimen institucional así establecido era rígido y autoritario, pero no granítico. Siendo su base fuerte y poderosa, era a la vez frágil y quebradiza. A pesar de los principios invocados de la unidad y la disciplina de las Fuerzas Armadas, en su seno bullían, como en toda organización humana, celos y rivalidades, disensos y disparidades que presionaban continuamente contra su unidad y su orden internos. Las pugnas de mandos y de hegemonías personales se repetían con relativa frecuencia y producían las grandes rupturas que determinaban decisivos desplazamientos y cambios de comandos de grandes unidades y de mandos menores. En esas circunstancias, la estabilidad de la estructura gubernamental, basada exclusivamente en el apoyo de los cuarteles, dependía de la habilidad del presidente Morínigo para sortear y superar las crisis que se repetían.

Para ese efecto, su sistema era simple pero efectivo. Nunca se involucraba en las confrontaciones que se producían por debajo de su mando. Cuando se desataba una disputa, hacía intervenir a los mandos inferiores a su rango o dejaba que las pugnas

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