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Enviado por   •  16 de Noviembre de 2012  •  375 Palabras (2 Páginas)  •  281 Visitas

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El hombre: un ser abierto al mundo

Quiero demostrar por qué el argumento de la falacia naturalista no constituye una crítica certera a los planteamientos de la ética clásica. Mi punto de partida remite a la idea de la dignidad de la persona humana.

La dignidad de la persona es constitutiva, se vincula con su carácter racional y libre, de ser dotado de inteligencia y voluntad, y abierto a la totalidad de lo real. En este sentido, se puede afirmar que el hombre es el único de entre todos los demás seres vivientes que, en virtud de su inteligencia y voluntad, se encuentra abierto a la realidad como un todo; apertura que importa un abandono de la posición céntrica que caracteriza a todo ser vivo.

En efecto, el hombre no está centrado, como el animal, en sí mismo. En el animal interviene la sensibilidad en el desencadenamiento de la conducta, de modo que éste refiere todo a sus estados orgánicos, y así, su conducta responde a los intereses biológicos del momento. El animal percibe todo desde sí mismo: se encuentra atado al aquí y al ahora de su propia situación y es, por tanto, su propio centro vital. El hombre, en cambio, se encuentra abierto al mundo. En su experiencia, no orienta solamente el mundo hacia sí sino que se orienta él también hacia el mundo, se sitúa en él y puede, desde allí, establecer su propia posición.

De lo dicho hasta aquí se desprende que todo ser vivo capta el mundo desde sí mismo (su posición central), y en el marco de su autoafirmación y autorrealización. Sin embargo, en el hombre dicha centralidad se rompe por influjo de la razón. Esto hace de él un ser único, capaz de rebasar la propia centralidad, con lo que se enriquecen enormemente las posibilidades de su vida. Pero esto no está del todo exento de tensión, porque la racionalidad humana no anula la condición de viviente del hombre, sino que la reconduce desde y hacia los fines propios de su naturaleza: aquellos fines que otorgan identidad y especificidad a lo humano. Ello tiene indudables consecuencias éticas, ya que la calidad moral de la persona radica en su capacidad para rebasar la propia centralidad, poniendo entre paréntesis sus propios intereses, su particularidad.

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