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Juan Pablo Duarte


Enviado por   •  22 de Marzo de 2013  •  4.086 Palabras (17 Páginas)  •  547 Visitas

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El Instituto Duartiano tiene el agradable y honroso deber de llevar el resumen de la “Verdadera Historia de Juan Pablo Duarte”, a todo el pueblo dominicano, en la República y en las filiales del exterior, y donde quiera que haya una apreciable emigración de nuestros conciudadanos.

Decimos la “verdadera historia” porque hay algunos autores que, con la mejor buena voluntad, se empeñan en presentarnos un Duarte santificado, angelical, muy difícil de alcanzar esta imagen, para nuestra juventud.

Hay otros que en cambio, y con éstos si hay que tener mucho cuidado, tratan por todos los medios de apocar, de difamar en lo posible, a Juan Pablo Duarte, porque lo saben el mejor representante del pueblo dominicano, llegando al colmo de mostrarlo como una persona apocada, vacilante, enfermiza, débil, etc.

¡Nada más falso! Pués ése, no es el joven Duarte de la Independencia, líder de nuestras juventudes. Ese jovencito que a los dieciséis años, en el bergantín que lo llevaba a Europa vía los Estados Unidos de América, responde las ofensas del Capitán del barco diciéndole: “YO SOY DOMINICANO”, y que baja a su camarote y se promete a sí mismo, que no descansará hasta darle a nuestro pueblo el orgullo de ser una república libre y soberana.

El fue la idea y la acción

Nace Juan Pablo Duarte y Díez el 26 de enero de 1813 en la casa ocupada hoy, por el Instituto Duartiano; situada en el Barrio de Santa Bárbara, en la actual calle Isabel La Católica No. 308, en Santo Domingo. Hijo de Juan José Duarte, ciudadano español, y Manuela Díez Jiménez, nativa de El Seybo. Es bautizado en la Iglesia Parroquial de Santa Bárbara, y desde pequeño se distingue por su afán de aprender; según nos relata su hermana Rosa, se aprendió el catecismo desde muy corta edad y que tenía una clara inteligencia. Recibió clases del profesor Manuel Aybar y de otros maestros de la época, pero pronto se dieron cuenta sus padres de que no había para él ninguna posibilidad de un aprendizaje adecuado, ya que la ciudad carecía de facilidades para estudios profundos. Recordemos que la Universidad estaba cerrada por los invasores ocupantes, y no había colegios de categoría.

Por tanto, su padre resuelve aprovechar el viaje a Europa de un amigo de la familia, comerciante y vecino, Don Pablo Pujols para enviar a Juan Pablo bajo su cuidado a España, donde sí podía adquirir cultura y educación convenientes.

Es por eso que salen para Europa en junio de 1829 y llegan al Puerto de Providence (Rhode Island) en Estados Unidos, el 2 de julio en el bergantín George Washington.

Al llegar a Estados Unidos empieza a captar aires de progreso y de derechos del ser humano. Cruza el Atlántico y llega a Inglaterra y a Francia donde todavía se mantenían vigentes y se apreciaban las luchas y sueños de libertad, igualdad y fraternidad. Viaja a España y ahí es, donde narra con sus propias palabras, después que regresa a su ciudad natal, que recibe el mensaje que más le impresionó.

En este regreso de Europa lo recibe la juventud, en el desembarcadero del río Ozama. Todos van alegres hasta la sala de su casa, donde empiezan los inquietos interrogatorios de los jóvenes de entonces. ¿Qué fue lo que más te impresionó de tu viaje Juan Pablo? Y la respuesta es rápida y cortante: “los fueros y libertades de Cataluña, los cuales algún día daré a mi país”. Esa promesa que se había hecho en el camarote del barco, estaba vigente, e iba a estarlo durante toda su vida. Se había comprometido con su Patria, y ya todos sus grandes esfuerzos serían canalizados en esa misma dirección.

Después ayuda durante un tiempo, a su amigo José María Serra escribiendo pasquines contra la dominación haitiana, le pide a su padre que le ceda una habitación en el almacén ferretero que éste tenía en Las Atarazanas y, allí comienza ese maestro de pueblos a enseñarle a todos sus compañeros: matemáticas, geografía, idiomas, historia, etc., tratando de mejorar ese nivel cultural tan apagado que había en la juventud, y de elevar su autoestima, pero, más que nada, insuflarles sus ideales de Patria Libre, contagiándoles con su entusiasmo, y graduándoles poco a poco, de futuros próceres de la Patria.

Allí también les enseñaba esgrima debajo de un árbol , disciplina muy importante porque, a más de entretenido y entusiasta deporte, era un arma de guerra de las más útiles de la época. Recordemos que no existían las armas automáticas y las demás eran lentas y defectuosas, de ahí la importancia de la espada, el sable y el machete. La esgrima era obligatoria en el Ejército.

Con el paso del tiempo se da cuenta de que era necesario algo más que la prédica o la concientización de persona a persona y, entonces, viene su idea cumbre: la Fundación de la Sociedad La Trinitaria. Un verdadero ejército secreto que se extendió por todo el país, galvanizando en la conciencia nacional de que éramos una nacionalidad, y que por tanto teníamos derecho a ser una nación libre e independiente de toda dominación extranjera.

El 16 de julio de 1838 aprovechando que salía la procesión de la Virgen del Carmen de la Iglesia del mismo nombre, entre los cohetes, el repicar de las campanas y el bullicio de la multitud, se reunió Juan Pablo con ocho jóvenes más, que lógicamente pasaron desapercibidos por los haitianos, en la casa de doña Josefa Pérez de la Paz madre de Juan Isidro Pérez, uno de sus más leales amigos, y allí, Juan Pablo Duarte les explicó la finalidad de ese encuentro: les leyó el Juramento Trinitario mediante el que todos se comprometían con su persona, vida y bienes, habidos y por haber, a la separación definitiva del gobierno haitiano, y a la creación de una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera que se denominaría República Dominicana, la cual tendría su pabellón en cuartos encarnados y azules atravesados por una cruz blanca y que, mientras tanto, los trinitarios serían reconocidos con las palabras sacramentales de: Dios Patria y Libertad. Les explicó los riesgos que iban a correr y que, si alguno no estaba de acuerdo, ese era el momento de retirarse del compromiso. Todos aceptaron. Para mayor solemnidad signaron con su sangre, una cruz, en cada uno de los pliegos criptográficos que Duarte les suministró. No hay dudas de que lo aprendido por él en la masonería influyó mucho en la perfección de esta organización que se extendió por todo el país, sin la menor sospecha de los haitianos. También el romanticismo heroico de la época, que el Patricio llevaba albergada en su alma.

Como se puede ver, seis años antes de que Sánchez enhestara con manos trémulas por la emoción,

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