LIBERALISMO Y COMUNITARISMO
omyfon11 de Abril de 2013
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LIBERALISMO Vs COMUNITARISMO
Como puede inferirse de lo investigado por el grupo, los orígenes del debate entre liberales y comunitaristas se remontan a la querella entre KANT y HEGEL. Mientras el primero postulaba la adhesión a ciertos principios morales universales que cualquier individuo racional aceptaría en circunstancias ideales y, por lo tanto, los deberes morales universales prevalecerían por sobre aquellos otros más contingentes derivados de la pertenencia a una comunidad particular; el segundo, en cambio, ponía el acento en el punto de vista inverso, o sea, en vez de valorar el ideal de un sujeto autónomo sostenía que la realización absoluta del ser humano procedería de la integración de las personas en su comunidad específica. Ahora bien, el debate liberal-comunitarista no pasa por agua, en mi opinión, la querella original entre estos filósofos, sino que la hace más compleja y rica, al menos desde el punto de vista de la filosofía moral y la teoría política que ha de hacerse en las democracias occidentales modernas.
Pero para comprender mejor esta última afirmación y los alcances del debate liberal-comunitarista, es indispensable hacer un repaso del proyecto ilustrado kantiano y las críticas hegelianas. Para llevarla a cabo se tendrá en cuenta la forma en que liberales y comunitaristas han interpretado a los autores en cuestión –más que en sus planteamientos directos, con la finalidad de hacer explícito el puente que se tiende entre las tesis de los primeros con KANT y de los segundos con HEGEL. Para lograrlo, nos concentraremos en quien sea, probablemente, su más famoso seguidor liberal, me refiero a RAWLS. Luego, en segundo lugar, presentaremos en sus líneas más gruesas el complejo aparataje filosófico de Hegel, apoyándonos en TAYLOR, uno de sus más conspicuos discípulos comunitaristas.
Uno de los rasgos distintivos de la modernidad, es el reconocimiento de las diversas formas de concebir al hombre y la multiplicidad de valores morales que deben convivir en un espacio determinado. Frente a este dato, que la tradición anglosajona ha denominado “the fact of pluralism”, las sociedades se han visto en la necesidad de diseñar instituciones políticas básicas donde se puedan cobijar pacíficamente estas distintas concepciones del bien y de la virtud. La filosofía política y moral contemporánea ha provisto básicamente de dos grandes respuestas. Una de ellas sostiene que se debe distinguir, por una parte, el diseño de instituciones sociales básicas y, por la otra, los ideales de excelencia humana; es decir que la pregunta acerca de lo bueno es diferente a la pregunta acerca de qué instituciones son necesarias para la cooperación. Esta diferenciación entre lo bueno (excelencia humana) y lo justo (virtud de la instituciones) supone, al modo kantiano, que los hombres y mujeres somos seres racionales, autónomos, capaces de trazar nuestros propios planes de vida y ajustar nuestros actos a ese itinerario, con la básica pretensión de ser respetados por los demás. Las instituciones sociales básicas, desde esta perspectiva, deben alentar la libertad sobre la base de, sólo y simplemente, facilitar la cooperación y fomentar la autonomía.
Una segunda respuesta frente a este mismo problema consiste en afirmar que los seres humanos estamos destinados a fines que se nos han dado de un modo heterónomo, esto es, prescindiendo de nuestra voluntad (o, al menos, de parte de ella). Según esta tesis, la relación entre lo justo y lo bueno debe ser trazada en favor de este último, ya que la posibilidad de acceder al conocimiento de la virtud compromete a que el diseño de las instituciones básicas deba favorecer su prosecución. Sea que el bien se nos haya revelado, sea que accedamos a .l mediante el uso de la razón, o sea que lo logremos descubrir en la historia o en la comunidad a la que pertenecemos, los seres humanos estamos llamados a una excelencia que nos sobrepasa.
La primera respuesta, a grandes rasgos, corresponde a lo que provisoriamente denominar. “la tradición liberal”; la segunda, en cambio, corresponde a lo que también tentativamente llamar. “la tradición conservadora”. Echando mano al recurso gráfico, podríamos señalar que ambas respuestas son algo así como los lados opuestos de un arco iris y que, por lo mismo, están separadas por una gama de posibilidades intermedias que constituyen correcciones o matices a estos. “
“La esencia del liberalismo es la concepción de una sociedad constituida por unidades independientes y autónomas, que cooperan solo cuando los términos de la cooperación fomentan los fines de cada una de las partes” (BARRY, BRIAN: La teoría liberal de la justicia. Examen crítico de las principales doctrinas de la teoría de la justicia de John Rawls)
La segunda, es que debido a las múltiples acepciones de las expresiones “liberalismo” y “comunitarismo” (más la primera que la segunda), una simplificación como la propuesta, lejos de contribuir en claridad, ahondaría en mayores malentendidos y confusiones. Por último, considero inadecuada una respuesta semejante, ya que sostendrá. “al modo de Walzer” que el comunitarismo constituye una corrección periódica incorporada en la propia tradición liberal; y que, en ningún caso, el primero constituye una alternativa comprensiva o que está a la altura de los aportes e influencias del liberalismo de los últimos tres siglos.
Al tenor de este planteamiento, que hace .énfasis en el carácter correctivo del comunitarismo, creo que pueden distinguirse a lo menos cuatro etapas en esta polémica: la primera, que comprende las afirmaciones liberales sobre las justas formas de organización en una sociedad moderna y cuyo paradigma es “A theory of justice de John Rawls”. La segunda, se refiere a las críticas comunitaristas a los planteamientos liberales de inspiración kantiana y a las diferencias que se produjeron al interior de la familia liberal. La tercera, que constituye la respuesta y redefinición que los liberales (en especial Rawls) hacen de conceptos como el de persona moral o la esfera de lo público. Por último, la cuarta etapa comprende el desarrollo de una variedad de propuestas alternativas que recogen planteamientos liberales y comunitaristas. .
LIBERALISMO
Doctrina filosófica-política que defiende las libertades y la iniciativa individual y limita la intervención del estado y de los poderes públicos en la vida social, económica y cultural; se opone éste a cualquier tipo de despotismo. El liberalismo surge como síntesis de varios elementos: el inmovilismo de la economía medieval, el antropocentrismo renacentista, el racionalismo y el utilitarismo, el protestantismo que van conjugándose y adaptándose recíprocamente durante varios siglos. La palabra liberalismo es multívoca y encubre una serie de contenidos de carácter político, social y económico. Jonh Locke es considrado como el principal precursor del liberalismo, a través, de ideas revolucionarias liberales que se gestaron el Inglaterra en 1688, la llamada “Revolución sin sangre”, que significó la consolidación del liberalismo político en Inglaterra, o menor aún la confirmación de la supremacía del parlamento frente a las prerrogativas de la corona.
Constituye la visión hegemónica de la política y de la ciudadanía en las sociedades actuales. Su propuesta otorga primacía al individuo y sus derechos particulares frente a toda entidad colectiva. Uno de los retos esenciales del liberalismo es hacer factible la defensa y preeminencia de los derechos individuales y, al mismo tiempo, el compromiso cívico y el bien común. El sujeto liberal concibe la política como un instrumento para facilitar la consecución de sus intereses personales. Demanda un ámbito de libertad negativa, donde el Estado garantice la coexistencia y la protección de los derechos. Establece límites a ese mismo Estado para evitar una excesiva expansión del poder político. Hay, en consecuencia, una actitud recelosa hacia la política. El espacio privado cobra todo el protagonismo y, en ese contexto, el proceso democrático aparece como un compromiso estratégico de intereses y la participación política es instrumental.
Sin duda, no todos los liberales tienen la misma visión de la ciudadanía. La división más clara se encuentra entre el enfoque libertario de Nozick (1988), que ven al Estado como una agencia de protección de los derechos de la propiedad, y el liberalismo político de Rawls (1979), más centrado en la virtud cívica y el consenso, siempre desde el pragmatismo. Por su parte, Dworkin (1993) representa una vía en la que es posible la continuidad entre valores éticos y principios políticos.
El liberalismo como forma de pensamiento y tradición filosófica ha mantenido su vigencia durante varios siglos; sin embargo, en la segunda parte del siglo pasado han surgido nuevos movimientos filosóficos alternativos , entre los que se encuentra el comunitarismo.
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Es así que el comunitarismo surge como una respuesta y alternativa al predominio del liberalismo, planteando una vuelta a la comunidad y a una forma de concebir la vida desde la comunidad. Sin embargo, el comunitarismo no constituye una tradición unificada, sino mas bien son diversos autores que han escrito y se han identificado con esa corriente. Rawls se encarga de aclarar en El liberalismo político que su teoría de la justicia liberal es una doctrina estrictamente política, no una filosofía del hombre que implique un ideal moral completo. De este modo, insiste en reformular el alcance y los presupuestos de su primera
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