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LOS ESPARTANOS

cokoguerra24 de Octubre de 2012

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UNIVERISDAD CENTRAL DEL ECUADOR

FACULTAD DE COMUNICACIÓN SOCIAL

FILOSOFIA

NOMBRE: Iván Andrés Guerra

CURSO: Segundo “A”

TEMA:

LOS ESPARTANOS

La infancia del espartano era muy dura, constantemente eran sometidos a pruebas, con el objetivo de conseguir los mejores soldados. Recién nacidos, se les examinaba meticulosamente, y si poseían alguna malformación se les abandonaba o despeñaba desde el monte Taigeto. Los niños sanos vivían hasta los siete años con sus padres. Luego, el Estado se hacía cargo de los varones, haciendo hincapié en liberarlos de los miedos infantiles, la oscuridad, la soledad y las supersticiones. A veces, los educadores promovían peleas entre ellos con el fin de estudiar sus cualidades y su valor individual. Les hacían pasar hambre y frío, correr descalzos por lugares pedregosos y dormir sobre cañas que ellos mismos cortaban con las manos. Se les exigía obediencia ciega e incluso les estaba permitido robar comida, pero si los descubrían eran castigados, que iban desde morderles el pulgar hasta darles latigazos, no por haber robado, sino por haber sido sorprendidos.

A los veinte anos, el espartano recibe las armas de guerrero y y los primeros derechos políticos de ciudadano. Hasta los treinta años puede decirse que no es más que soldado. Aunque tenga la obligación moral de casarse antes de esa edad, tiene que vivir en el cuartel. Después de treinta años, es un ciudadano con pleno goce de sus derechos y dispone de un poco más de independencia, pero como puede ser movilizado hasta los sesenta años necesita autorización para viajar al extranjero o alejarse de la ciudad, pues cada noche debe participar de la comida común.

En mesas de quince personas, los espartanos cenan frugalmente, al lado de sus compañeros de combate. Cada uno debe pagar la cuota que le corresponda, bajo pena de ser relevado de su título de ciudadano tan duramente adquirido, y degradado a la categoría inferior. Libre de sus obligaciones militares a los sesenta años, puede vivir como le plazca. Es la edad de los honores, y para algunos, de los grandes cargos públicos. Sometido toda su vida a una disciplina que ha aprendido a querer, cuando llega a ocupar una función en el gobierno de la ciudad, ¿cómo no hacer todo lo posible para perpetuar el mismo régimen, el mismo rigor implacable?

La moral espartana que significaba el amor absoluto a la patria y el olvido a sí mismo, tenía indiscutiblemente su grandeza, pero también representaba un freno a todo impulso civilizador y al desenvolvimiento armonioso de la personalidad. Esparta sólo ambicionaba sobrevivir y perpetuarse, y por eso vivió sin industrias y sin arte. A fines del siglo VI disponía de un ejército, el mejor de Grecia, que le permitió durante mucho tiempo desempeñar un papel importante. No obstante, esta ciudad inmóvil quedará perdida para la civilización griega, que la dejará atrás y proseguirá su marcha.

La manera de luchar de los espartanos era legendaria. Los reinos extranjeros que querían invadir Grecia buscaban antes una alianza militar con Esparta y colmaban a los espartanos de regalos. En cambio, el mejor presente que Esparta podía hacer a las otras ciudades griegas era un general.

La famosa batalla de las Termópilas (fuentes calientes) tuvo lugar en un paso estrecho entre las montañas y el mar, acceso a Grecia desde el norte. Tenía una longitud de 2,5 km y en algunos puntos su anchura se reducía a tan solo 15 metros. En el verano del año 480 a.C., el rey persa Jerjes condujo un numeroso ejército, según Heredoto compuesto por dos millones de hombres. Por el contrario, las tropas griegas estaban formadas por unos siete mil hombres de diferentes ciudades, bajo el mando del Rey Leónidas, que iba acompañado de los trescientos espartanos de su guardia real. Éstos se preparaban para el combate haciendo ejercicios atléticos,

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