La Caida De La URSS
cespinoeu6 de Marzo de 2012
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INTRODUCCIÓN
Hemos dado vuelta de página al siglo XX, una centuria que se caracterizó por una paradójica combinación de esperanza y miedo. La esperanza radicaba en lo que se creía que era la “nueva edad dorada”, en la que los descubrimientos científicos y los avances tecnológicos, liberarían al hombre de todos sus sufrimientos- pobreza, enfermedades, hambre, guerra- males que lo habían afligido desde el comienzo de su historia. Por otra parte, el miedo se sostuvo por la aparente desintegración de los valores tradicionales y de las estructuras sociales, religiosas y laicas.
Sin duda, a lo largo de estos cien años la humanidad se vio más remecida que en ninguna otra época. Desde la Revolución Industrial el hombre se insertó en una máquina de cambios, desaciertos y progresos, que concentró su mayor intensidad en el siglo que recién pasamos.
Como hitos y desenlaces históricos del siglo XX, podemos forjar una lista innumerable, sin embargo, es axiomático que en los años finales de la década de 1980 y en los primeros de la de 1990 terminó una época de la historia del mundo para comenzar otra nueva.
El reconocimiento público de que algo andaba mal en todos los sistemas que se proclamaban comunistas, se hizo tangible con el derrumbe de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) En este momento se concreta el vuelco político, económico y social más trascendente de los últimos tiempos (por no decir el más preponderante)
El colapso de la ideología marxista-leninista al derrumbarse el gigante soviético con su consecuente final de la Guerra Fría, es un hecho que ha nadie le puede ser indiferente. Es aquí donde radica el sentido del documento que se presenta a continuación.
A través del siguiente ensayo se busca presentar una visión más exhaustiva del cambio de la Unión Soviética a Rusia.
Con este propósito se han consultado diversas fuentes, con sus respectivas visiones, para dar un carácter más objetivo y global de este acontecimiento.
En esta perspectiva, este trabajo tiene como objetivo recopilar y comentar, en forma descriptiva y no doctrinal el desmembramiento del país más grande del mundo.
ANTECEDENTES
Al asumir Mijaíl Gorbachov en 1985 el poder en la URSS, el gigante soviético venía de disfrutar un decenio de estabilidad política sin precedentes bajo el gobierno de tres dignatarios, “ninguno de ellos apto- según diagnóstico médico- para tan alto cargo”. En el momento de su muerte, en 1982, Leonid Brezhnev a duras penas podía tomar decisiones políticas. Su sucesor, Yuri Andrópov, si bien con mayor vigor mental, se encontraba físicamente incapacitado, desapareciendo de la escena en 1983. Lo sucedió durante un año Konstantín Chernenko, un viejo camarada político de Brezhnev y jefe de su Estado Mayor, pero que sufría de enfisema y apenas podía pronunciar un discurso coherente
Por otra parte, se ha presumido a veces en Occidente de que el Politburó (Comisión política del Comité Central del Partido Comunista de la U.R.S.S) de esa época, escogió a Gorbachov por ser partidario de la “línea blanda” en respuesta a la “línea dura” del Presidente norteamericano Ronald Reagan. La verdad es que la política exterior soviética no estaba en discusión cuando se le eligió, y éste no dio el menor indicio de que quisiera adoptar una política de conciliación con Occidente, ni en público ni en las reuniones del Politburó, como tampoco lo hizo en la reunión en que sus colegas del Politburó votaron por unanimidad recomendarlo al Comité Central para el puesto de secretario general. Ni estaba claro para sus colegas que elegían a un auténtico reformista, y menos a alguien que sacudiría los fundamentos mismos del sistema soviético.
La llegada al poder de Gorbachov fue, sin embargo, un hecho decisivo para la historia de Rusia y Europa. Su relativa apertura de espíritu significaba que sus puntos de vista se fueron desarrollando durante sus años como dirigente y que pronto se dio cuenta de la necesidad de reformas económicas y de cambios políticos. Al principio, se trató de reformas dentro de los límites del sistema existente, con la reorganización (perestroika) de la economía soviética, que llevaría a una aceleración (uskorenie) del crecimiento económico. Propició una mayor transparencia (glasnost), deseable por sí misma y por razones pragmáticas, como un medio de revitalizar y movilizar a una sociedad estancada.
COMIENZO DEL FIN
Desde el comienzo de su jefatura, Gorbachov habló también de la necesidad de democratización (demokratizatsiya) de la sociedad soviética, aunque los cambios políticos propiciados durante sus tres primeros años en el cargo de secretario general podrían describirse más como de liberalización que de democratización. Su actuar se podría definir como natural dentro de la evolución política y social del resto del mundo, “Concretamente, el comunismo es una reacción contra los excesos que cometió el capitalismo liberal en su juventud desaprensiva y rapaz. Las características del comunismo puro son sino la contraparte de aquellas condiciones”
Fue en la XIX Conferencia del Partido Comunista soviético, en el verano de 1988, cuando Gorbachov asumió la responsabilidad del gesto decisivo de convertir el sistema soviético en algo de esencia totalmente diferente, y cuando aceptó no sólo el principio de elecciones para una nueva legislatura sino que propuso que se redactaran aquel mismo año las leyes correspondientes y que la nueva Asamblea empezara a funcionar en la primera mitad de 1989.
En cada año de la segunda mitad de los ochenta se fueron ensanchando los límites de la glasnost hasta que no pudo distinguirse esta apertura de la libertad de expresión y de publicación. Se suprimió un tabú tras otro, al ir tomando impulso la evolución política del país. La crítica a Stalin precedió a la crítica a Lenin, y a finales del decenio ya se podía atacar en letra impresa no sólo al principal fundador del Estado soviético, sino también a los actuales dirigentes del Partido Comunista y hasta los fundamentos mismos del sistema económico y político soviético. Se publicaron en ediciones de gran tiraje obras antes prohibidas y que tuvieron un efecto profundo en la opinión pública, como El Archipiélago GULAG, de Alexander Solzhenitsin, Relatos del Kolimá, de Varlam Shalamov, que exponía lo más despreciable de la vida en los campos de trabajo soviéticos, las obras de Daniel y de Siniavski, el 1984 y Rebelión en la granja de George Orwell, y El cero y el infinito de Arthur Koestler. Decenas de millones de rusos, que antes daban por descontado el sistema comunista, se convirtieron en anticomunistas.
Si la perestroika fue en sus inicios una revolución “desde arriba”, aunque en sus aspectos más radicales contaba sólo con el apoyo de una minoría de la dirección del Partido (aunque incluyendo en ésta, de modo crucial, a Gorbachov), para 1989-1990 se había convertido ya, cada vez más, en un movimiento desde abajo. Las elecciones que tuvieron lugar en marzo de 1989 trajeron la derrota de numerosos funcionarios del Partido Comunista y dieron puestos en la legislatura a nacionalistas de las repúblicas bálticas y caucásicas, así como a numerosos rusos liberales y radicales, entre ellos Sajárov. El propio Gorbachov había pasado de reformador en ciernes del sistema soviético a dirigente que reconocía la necesidad de una profunda transformación. En 1988 en privado y en 1990 en público, había aceptado la necesidad de sustituir el unipartidismo de autoridad por un pluralismo político, en el cual las elecciones irían produciendo un sistema de partidos que compitieran entre sí, mientras que la economía de mando, propiedad en su totalidad del Estado, dejaría paso a una propiedad mixta y a una economía predominantemente de mercado.
Sin embargo, por temperamento y por convicción política, Gorbachov era más partidario de la evolución que de la revolución, y su posición resultó extraordinariamente difícil cuando la anterior unidad, artificial pero eficaz, del sistema soviético fue dando paso a un alto grado de polarización. De un lado, en 1990 se encontró superado por radicales como Boris Yeltsin, cuya rápida transformación de jefe comunista local en tribuno democrático del pueblo fue posible gracias al espacio para la acción política independiente abierto por las reformas de Gorbachov. Por otro lado, Gorbachov se encontraba sujeto a presiones cuando menos igualmente intensas por parte de los defensores del sistema soviético en los aparatos del Partido y del Estado, entre los militares y la KGB, temerosos de que los cambios de largo alcance propiciados por él pusieran en peligro el sistema tal como lo conocían y la integridad del Estado soviético.
EL DERRUMBE
Gorbachov no sólo estaba dispuesto a ver transformarse el sistema soviético, sino que tuvo un papel decisivo en el avance hacia el pluralismo político. Pero no formaba parte de su proyecto de evolución tolerar la ruptura del Estado soviético. Él y el ala reformista de la dirección del Partido Comunista intentaban sustituir un Estado unitario, que había pretendido con falsedad ser un sistema federal, por una auténtica federación. En 1991 llegó a aceptar como posición de retirada que la Unión Soviética fuera una confederación menos rígida, pero era firmemente contrario a una ruptura completa de la unión. La presión por la plena independencia era especialmente fuerte en las repúblicas bálticas y, cada vez más, en Ucrania, Georgia y Armenia. El más sorprendente defensor de la independencia respecto a la unión era, sin embargo, la República Rusa. En su ambición de poder, Yeltsin jugó la carta rusa, y pese
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