La Estatidad
Boreal_mdq11 de Noviembre de 2012
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Oscar Oszlak, Reflexiones sobre la formación del estado y la construcción de la sociedad argentina
Estatidad
La formación del estado es un aspecto constitutivo del proceso de construcción social. De un proceso en el cual se van definiendo los diferentes planos y componentes que estructuran la vida social organizada. En conjunto, estos planos conforman un cierto orden cuya especificidad depende de circunstancias históricas complejas. Elementos tan variados como el desarrollo relativo de las fuerzas productivas, los recursos naturales disponibles, el tipo de relaciones de producción establecidas, la estructura de clases resultante o la inserción de la sociedad en la trama de relaciones económicas internacionales, contribuyen en diverso grado a su conformación.
El patrón resultante depende también de los problemas y desafíos que el propio proceso de construcción social encuentra en su desarrollo histórico, así como de las posiciones adoptadas y recursos movilizados por los diferentes actores –incluido el estado- para resolverlos. Simultaneo y dialéctico es este juego de fuerzas entre factores estructurales y superestructurales.
Dentro de este proceso de construcción social, la formación del estado nacional supone a la vez la conformación de la instancia política que articula la dominación en la sociedad, y la materialización de esa instancia en un conjunto interdependiente de instituciones que permiten su ejercicio. El estado es, de este modo, relación social y aparato institucional.
Analíticamente, la estatidad supone la adquisición por parte de esta entidad en formación, de una serie de propiedades: (1) capacidad de externalizar su poder, obteniendo reconocimiento como unidad soberana dentro de un sistema de relaciones interestatales; (2) capacidad de institucionalizar su autoridad, imponiendo una estructura de relaciones de poder que garantice su monopolio sobre los medios organizados de coerción; (3) capacidad de defirenciar su control, a través de la creación de un conjunto funcionalmente diferenciado de instituciones publicas con reconocida legitimidad para extraer establemente recursos de la sociedad civil, con cierto grado de profesionalización de sus funcionarios y cierta medida de control centralizado sobre sus variadas actividades; y (4) capacidad de internalizar una identidad colectiva, mediante la emisión de símbolos que refuerzan sentimientos de pertenencia y solidaridad social y permiten, en consecuencia, el control ideológico como mecanismo de dominación.
Estos atributos no definen a cualquier tipo de estado sino a un estado nacional. El surgimiento del estado nacional es el resultado de un proceso de lucha por la redefinición del marco institucional considerado apropiado para el desenvolvimiento de la vida social organizada. Esto implica que el estado nacional surge en relación a una sociedad civil que tampoco ha adquirido el carácter de sociedad nacional. Este carácter es el resultado de un proceso de mutuas determinaciones entre ambas esferas.
Nación y estado
Del mismo modo en que la formación del estado argentino no resulto automáticamente de la guerra emancipadora, tampoco la nación argentina fue su necesario correlato. Varios fueron los factores que impidieron la organización nacional una vez roto el vínculo colonial con España. El virreinato del río de la plata se extendía sobre un territorio prácticamente despoblado, cuyos dispersos habitantes conforman una población sedentaria dedicada principalmente a actividades ganaderas y a una agricultura primitiva. A pesar de ello, los pueblos que habitaban ese vasto territorio no se fracturaron de inmediato continuaron luego de la revolución. La estructura política heredara de la colonia y su aparato burocrático continuaron proporcionando durante un tiempo un elemento aglutinante básico. Romper con las provincias unidas requería tener opciones: ser viable política y económicamente, tener ventajas comparativas (Ej: Paraguay y banda oriental). En cambio fue fortituo que se autonomizara el alto Perú (Bolivia).
Buenos aires aspiró desde el mismo momento de la revolución de mayo a constituir un estado unificado bajo su hegemonía. Si otros intentos separatistas no prosperaron se debió, especialmente, a la enorme diferencia de fuerzas entre la provincia porteña y cualquier otra coalición de provincia o proyectos de estado alternativo.
Estas circunstancian lo que si señalan es una primera diferencia fundamental con otras experiencias de construcción de estado, sobre todo las europeas. En contraste con estas, la experiencia argentina- y en buena medida la latinoamericana- no se caracteriza por la necesidad de una determinada unidad política de absorber otras unidades que ya ejercían significativos privilegios soberanos. Los constructores del estado argentino- fundamentalmente los sectores dominantes de buenos aires- no buscaron formar una unidad política mayor o más fuerte, sino evitar la disgregación de la existente y producir una transición estable de un estado colonial a un estado nacional. Lejos de guiarse por propósitos de conquista, aspiraron a extender un movimiento revolucionario local a la totalidad de las provincias del ex virreinato y a heredar de la colonia el control territorial y político ejercido en España.
Indudablemente, la unidad nacional argentina durante las primeras décadas de vida independiente se asentó más en elementos expresivos y simbólicos que en vínculos materiales plenamente desarrollados. Echeverría aludía a la unidad diplomática externa, a la unidad de glorias, de bandera, de armas. Pero a cada uno de esos atributos era posible oponer otros que contradecían la unidad: prolongados interregnos de aislamiento, pactos de unión interrumpidos. Además, el territorio nacional distaba de ser una unidad inseparable. También los intereses económicos regionales eran contradictorios. Inclusive el vínculo del idioma no era tal en varias provincias, donde se preferían los lenguajes indígenas. Tampoco existía una total homogeneidad étnica.
Ni siquiera perduró un andamiaje institucional colonial suficientemente desarrollado. Más aún, subsistieron en las diversas localidades órganos político-administrativos coloniales que tendieron a reforzar el marco provincial como ámbito natural para el desenvolvimiento de las actividades sociales y políticas. No alcanzaron de todos modos a conformar un verdadero sistema institucional, en tanto su autoridad y representatividad fueron reiteradamente desnaturalizadas por el caudalismo y la lucha facciosa. De todos modos así como la provincia fue una creación del proceso independentista, el caudillismo fue un sustituto de la democracia asociada al movimiento libertario.
Paradójicamente, el aislamiento y el localismo, en condiciones de precariedad institucional, magros recursos y población escasa, impidieron el total fraccionamiento de esas unidades provinciales en estados nacionales soberanos. En cambio, la posibilidad latente de negociar, la constitución de un estado nacional sobre bases más permanentes que la ofrecida por diversos pactos federativos, resultaba siempre más atractivo y conveniente que el horizonte de miseria y atraso que la gran mayoría de las provincias podía avizorar de persistir el arreglo institucional vigente.
Estas posibilidades se vieron reforzadas en la medida en que la intensificación del comercio exterior produjo el debilitamiento de algunas economías regionales, replanteando los términos de su inserción en los primitivos mercados que se estaban conformando. Por otra parte, el paulatino mejoramiento de las comunicaciones y la consecuente creación de un mercado interno para ciertas producciones del interior, también contribuyeron al proceso de lenta homogenización de los intereses económicos localizados en las diversas provincias.
Por ultimo, no parece desdeñable como factor coadyuvante a la interpretación nacional, la experiencia comparada, contaban en cambio con el ejemplo de otros países – como los EEUU- también nacidos de un movimiento de emancipación, o de las naciones europeas, que estaban completando un lento proceso de integración.
Orden y progreso
Sólo a partir de la aparición de condiciones materiales para la estructuración de una economía de mercado se consolidan las perspectivas de organización nacional; y sólo en presencia de un potencial mercado nacional-y consecuentes posibilidades de desarrollo de relaciones de producción capitalista- se allana el camino para la formación de un estado nacional.
En la experiencia argentina, la expansión de la economía exportadora durante la primera mitad del siglo no se vio interrumpida por las guerras civiles. A partir de la caída de Rosas, su ritmo se vio fuertemente incrementado como consecuencia de la segunda revolución industrial. Sin embargo, pese a la intensa actividad despertada por la apertura de la economía, las posibilidades de articulación de los factores productivos se vieron prontamente limitadas por diversos obstáculos, pero sobre todo, por la ausencia de garantías sobre la propiedad, la estabilidad de la actividad productiva y hasta la propia vida.
La intención de los hombres de la organización nacional no era restituir a la sociedad determinadas pautas de relación y convivencia ni regresar a un “ orden” habitual momentáneamente disuelto por los enfrentamientos civiles, sino imponer un nuevo marco de organización y funcionamiento social, coherente con el perfil que iban adquiriendo el sistema productivo y las relaciones de dominación. Roto el orden colonial, el proceso emancipador había desatado fuerzas centrifugas que desarticulaban una sociedad que pretendía ser nación,
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