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PEDAGOGIA


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2014  •  6.066 Palabras (25 Páginas)  •  251 Visitas

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EDUCACION PÚBLICA YFEMENINA DEL SILGLO XIX.

Cuando hablamos de enseñanza femenina es importante que dejemos a un lado todo lo que hoy día entendemos como lo que debe ser una enseñanza que, en términos generales, considerásemos "completa". En el siglo XIX los distintos planes de instrucción, la sociedad en general y la mayor parte del profesorado, femenino o no, admitían sin mayores problemas que la enseñanza dirigida a la mujer debería incidir sobre todo en aquellos aspectos considerados "propios" de la mujer, reduciendo éstos a la Religión -que ocupaba varias asignaturas- y a las enseñanzas relacionadas con el hogar, como costura, labores o semejantes. Se trataba, por tanto, de una enseñanza limitada, distinta a la masculina y con enormes carencias.

Es evidente que con esta base la mujer no gozaba de un reconocimiento social que fuese mucho más allá de procurarle las alabanzas de quienes no veían en ella más que el producto lógico de aquella educación. Una mujer depositaria de la tradición católica, trabajadora, correcta administradora de la casa, esposa fiel y madre abnegada, al tiempo que analfabeta en la ciencia, la técnica o el comercio.

Este modelo de mujer alcanzó su máxima expresión en las grandes benefactoras públicas como Rafaela de Ibarra o Casilda de Iturrizar -recientemente beatificada- pero que ya entraban en franca contradicción con la mujer que estaba surgiendo y con la que demandaban las capas más progresistas de la sociedad.

Algunas mujeres lograron ser reconocidas a título individual, cursando estudios superiores o desarrollando actividades que hasta entonces se habían considerado exclusivamente masculinas. Pero, aunque fueron pioneras y, en cierta forma, ejercieron de punta de lanza para romper esquemas pretéritos, no podían ser referencia válida, porque pertenecían a estratos sociales privilegiados, inalcanzables para el común de las mujeres.

El gran cambio social, no llegó de estas aportaciones individuales sino de la mano de un colectivo, tal vez poco dinámico, lento en sus propuestas, pero con una constancia y unos deseos de mejorar sin límites. Se trata de las humildes maestras.

Un grupo de mujeres que desarrollaron un trabajo paciente y minucioso y de una calidad tal que dejó asombrados a sus contemporáneos. Sin alardes ni estridencias compartieron con sus colegas masculinos cátedras, publicaciones y foros. Fueron pioneras en la implantación de modelos escolares, plantearon nuevos postulados pedagógicos y, en fin, demostraron con su propio hacer que el papel que se venía concediendo a la mujer exigía un cambio radical. A ellas se debe, sin lugar a dudas, que para la mujer significase un cambio cultural sin precedentes lo que para el resto de la sociedad no fue más que el paso del siglo XIX al XX.

En este artículo y en los que le seguirán, las maestras son el eje principal en el que confluyen todas las demás referencias, y seguiremos su periplo hasta concluir en la creación de la Escuela Normal de Maestras de Bilbao, momento en el que nos detendremos, a las puertas de otros años impresionantes, que lograron momentos espectaculares, justo antes de que la sublevación fascista nos devolviese a los años más oscuros.

El siglo XIX. Lo que estudiaban las niñas.

La enseñanza que se impartía en las escuelas públicas españolas y la pauta de lo que sería la enseñanza femenina en siglos posteriores, incluyendo la definición del papel que la sociedad designaba a la mujer en su vida adulta, vino recogida en una Real Cédula, de fecha 11 de Mayo de 1783, cuya aplicación se extendía a todas "las capitales, ciudades y villas populosas de estos Reinos".

El proyecto educativo descansaba sobre dos pilares: sobre un profundo conocimiento de la doctrina cristiana, cuyo fin último era hacer a la mujer depositaria de la Fe y la Religión[2]; y sobre la adquisición de habilidad en las labores de costura, llamadas "labores propias de su sexo", término que se repetirá hasta la saciedad en el futuro y que conjugaba perfectamente con la máxima romana aplicada a la mujer "Domun mansit lanam fecit" (cuida de la casa e hila lana), poniendo en evidencia que en tantos siglos transcurridos el papel destinado a esta no había variado un ápice.

En el contenido de los estudios que debían impartírsele no deja de ser llamativo que ni siquiera era obligatorio que aprendiese a leer:

"Lo primero que enseñarán las Maestras a las Niñas serán las Oraciones de la Iglesia, la Doctrina Cristiana por el método del catecismo, las máximas de pudor y de buenas costumbres; las obligará a que vayan limpias y aseadas a la Escuela, y se mantengan en ella con modestia y quietud.

Todo el tiempo que estén en la Escuela se han de ocupar en sus labores, cada una en la que la corresponda y la distribuya la Maestra, que deberá cuidar tanto del aprovechamiento, como de que unas no perturben a otras, y de que en todas se observe buen orden. Las labores que han de desempeñar han de ser las que se acostumbran, empezando por las más fáciles, como Faxa, Calceta, punto de Red, Dechado, Dobladillo, Costura, siguiendo después a coser más fino, bordar, hacer Encajes, y en otros ratos que acomodará la Maestra según su inteligencia, hacer Cofias o Redecillas, sus Borlas, bolsillos, sus diferentes puntos, cintas caseras de hilo, de hilaza de seda, Galón, Cinta de Cofias, y todo género de listonería, o aquella parte de estas labores que sea posible, o a que se inclinen respectivamente las Discípulas, cuidando la Ayudanta de una poción de ellas, que puedan ser las menos aprovechadas.

El principal objeto de estas Escuelas ha de ser la labor de manos; pero si alguna de las muchachas quisiese aprender a leer tendrá igualmente la Maestra obligación de enseñarlas"[3].

Quedaba en manos de las maestras impartir estas tareas en clases de ocho horas diarias, cuatro por la mañana y otras cuatro por la tarde.

Niñas del Sagrado Corazón de Jesús, que hicieron la comunión en la capilla del colegio en 1917 (Biblioteca Foral)

En la lectura de los artículos que siguen, en los que nos hacemos eco de los aspectos más importantes de la educación femenina en Vizcaya en el siglo XIX y en los inicios del XX, es importante no perder de vista que los contenidos que acabamos de describir son los que se impartían en las escuelas primarias de niñas (prácticamente las únicas existentes en los pueblos de Vizcaya), y que a lo largo del tiempo no variarán de forma significativa.

Coincidiendo con el fin del curso académico se celebraban exposiciones con los mejores trabajos realizados en las escuelas

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