Paises Desarrollados

Si bien Chile creció aceleradamente de 1986 a 1998 (7.3% en promedio anual), en términos de desarrollo [1] el saldo no ha sido tan bueno, e incluso las altas tasas de crecimiento resultaron ser no sostenibles tras 1998 (de 2000 a 2010 la economía chilena creció al 3.7% en promedio cada año). Y que el modelo de desarrollo responsable de este resultado es el mismo que emanó del gobierno pinochetista, si bien un poco atemperado en lo social por los gobiernos de la Concertación por la Democracia.

Otro detonante y que en parte es consecuencia de la propia estructura productiva chilena, es la gran desigualdad en la distribución del ingreso y de la riqueza (Chile es uno de los países más desiguales de América Latina, que según la CEPAL es el continente más desigual del mundo). Esta desigualdad según Solimano, tiene su origen en la alta concentración que existe en la distribución del capital productivo, que se haya concentrado en unas empresas propiedad de unas cuantas familias chilenas. Estas empresas son las que mayor acumulación de capital realizan pero no generan una gran cantidad de empleos. En cambio, las pequeñas y medianas empresas, con poco capital y limitadas en su acceso al crédito, son las principales empleadoras en la economía chilena. Esta distribución del capital conlleva a una desigual distribución del ingreso, pues las pequeñas y medianas empresas no pueden acceder a créditos que les permitan mejorar su proceso de producción y con ello mantienen estancada la productividad y el ingreso de los trabajadores y de sus dueños. Ahora bien, de acuerdo al presidente Sebastián Piñera, el problema a atender no es la desigualdad sino la pobreza y, según él y buena parte de los analistas del exterior, ese es un campo en donde Chile ha hecho grandes avances al reducir la cantidad de pobres a tan sólo un 10% del total de la población.

Brasil no es solamente la mayor economía de América Latina sino que además su estabilidad política, junto a los logros económicos y sociales de la última década y las perspectivas auspiciosas bajo el liderazgo de su primera presidente mujer, Dilma Rousseff, ofrecen un impresionante despliegue de oportunidades. Brasil ha superado la crisis económica en parte gracias a la diversificación de su comercio y de su economía, mientras que políticas fiscales y monetarias responsables le han permitido tomar medidas contracíclicas.

Para los mercados, el riesgo de invertir en Brasil es menor que el de invertir en muchas otras economías en desarrollo. Además, se están dando incentivos para promover más inversión en instrumentos de más largo plazo, con el objetivo de administrar los enormes ingresos de capital a medida que se restringen las condiciones financieras y monetarias y se controla la tasa de inflación. A pesar de que crece la inquietud acerca de un aumento en el índice de precios, el régimen de objetivos inflacionarios incluye una tasa

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