Para entender el sistema internacional

Para entender el sistema internacional, es necesario en primer lugar tener una aproximación a las teorías que lo explican a través no sólo de planteamientos sino también de circunstancias y hechos históricos, que justificarán las ideas a relacionar sobre el papel actual y la efectividad del sistema internacional (con todas sus características y actores) al igual que la condición que el sistema ejerce sobre las dinámicas de integración, sea económica o territorial.

Dos grandes paradigmas han acaparado la atención y esfuerzo de los académicos de las Relaciones Internacionales respecto a la dinámica mejor representada según los teóricos, dichos paradigmas, se han encargado de establecer un punto de partida según el cual todas las relaciones entre Estados tienen una razón de ser y un fin.

La teoría idealista (o liberal) de las relaciones internacionales, expone un mundo civilizado y cooperativo en el que los Estados contribuyen entre sí, sólo con el fin de promover el desarrollo social, económico, político y cultural de manera desinteresada y humanitaria. (PEÑAS, Francisco J. “Liberalismo y Relaciones Internacionales: la tesis de la paz democrática y sus críticos” p. 120)

El siguiente paradigma, el realista, expondría una visión mucho menos esperanzadora respecto a las relaciones entre los Estados y la efectividad de una eventual sociedad supra nacional que rija sobre los designios de todos los Estados que acepten su autoridad, en primer lugar, porque se encuentra basada en la teoría hobbesiana del caos absoluto previo a la ausencia de una autoridad suprema, inquebrantable e implacable.

En reconocimiento a dicha anarquía que rige a los Estados en su dinámica interna, se infiere entonces que dicha circunstancia se repetiría en la interacción de los Estados, quienes únicamente se relacionarían con el fin de acrecentar su poder, proteger su zona de influencia y garantizar la no intervención de otros dentro de sus dominios.

Por tanto, el realismo no concibe la existencia o viabilidad de una autoridad supra estatal debido a la lucha de poder que cada Estado lleva a cabo para ejercer su soberanía a nivel doméstico y para prevenir la injerencia de otros dentro de su territorio. (BARBE, Esther. “El papel del realismo en las relaciones internacionales)

Considerando la necesidad por la que surge una organización del sistema internacional en la que no sólo los Estados sean los actores poderosos, resulta desesperanzador conocer la realidad histórica de la efectividad (o falta de ella) que las organizaciones internacionales tuvieron por décadas, siendo fiel ejemplo de dicho fracaso la Liga de Naciones, creada en el periodo de entreguerras a principios del siglo XX para prevenir conflictos a gran escala y magnitud como lo fue la primera guerra mundial.

La razón de dicho fracaso no fue otra cosa más que la carencia de poder e influencia que caracterizó a la Liga de Naciones, al punto que muchos países relevantes en el panorama político global, no se encontraban como miembros, y la dirección de la Liga muy pocas veces intervino de manera efectiva en la resolución de controversias entre Estados.

Situación que no resulta diferente en la organización que le sucede, las Naciones Unidas, que por principio no interfiere en los asuntos que considera “domésticos” y además su propia estructura no permite la intervención militar cuando es requerida, salvo el momento en que dicha situación no contradiga los intereses de las 5 potencias que cuentan con veto dentro del Consejo de Seguridad

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