Simón Bolívar
esnowilTrabajo17 de Septiembre de 2012
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Simón Bolívar nació en Caracas como cualquier niño rico de la época, entre sedas, cojines de terciopelo carmesí con guarnición de oro; entre pañales de Holanda. Era el 24 de julio de 1783. Fue bautizado el 30 de julio en la Catedral, por su pariente el presbítero Juan Félix Jerez y Aristeigueta.
Era hijo del Coronel Juan Vicente Bolívar y Ponte (La Victoria, Aragua, 1726) y de Doña María de la Concepción Palacios y Blanco (Caracas, 1759).
Bolívar tuvo esclarecidos maestros como Andrés Bello, el Padre Andújar, José María Pelgrón, etc., pero quien mayor influencia ejerció sobre su formación fue Simón Rodríguez.
A los 14 años ingresó al Batallón de Milicias de Blancos Voluntarios de los Valles de Aragua. Un año más tarde se graduaba de subteniente, con la calificación de sobresaliente en aplicación.
El 19 de enero de 1799 viaja a Madrid, donde estaba su tío Esteban. Allí conoció a María Teresa del Toro y Alaiza, joven española con antepasados venezolanos, de la cual se enamoró. "Amable hechizo del alma mía", le decía en sus cartas. Pensaba en construir un hogar, tener descendencia y volver a Venezuela para atender al fomento de sus propiedades.
Pero hubo un compás de espera: en la primavera de 1801, viajó a Bilbao, donde permaneció casi todo el resto del año. Hizo luego un breve recorrido por Francia que le condujo a París y Amiens. Le encantó ese país, su cultura y su gente. En mayo de 1802, estaba de nuevo en Madrid, donde contrajo matrimonio, el día 26, con María Teresa. Los jóvenes esposos viajaron a Venezuela, donde llegaron en julio; pero poco duró la felicidad de Simón. María Teresa murió en enero de 1803.
En una carta dirigida desde Caracas a un amigo suyo que vivía en Francia, Bolívar expresaba sus sentimientos ante la muerte de su esposa: "Yo la he perdido; y con ella la vida de dulzura de que gozaba mi tierno pecho conmovido del Dios de Amor... el dolor un solo instante no me deja consuelo".
El joven viudo regresó a Europa a fines de ese mismo año, pasó por Cádiz y Madrid, y se estableció en París desde la primavera de 1804.
Allí Bolívar llevó una intensa vida social, y disfrutó los placeres que brindaba la gran ciudad.
Salió de París el 6 de abril junto a sus dos amigos y compañeros de viaje, Simón Rodríguez, su antiguo maestro y Fernando Rodríguez del Toro, ambos mayores que él en ese entonces, ambos buenos amigos.
Juntos vieron coronarse a Napoleón como rey de Italia, pasaron por Lyon, Chambéry, Turín,Milán, Montichiari, Venecia y Florencia. Hacia el mes de julio pisaron suelo romano, la milenaria ciudad, cuna del gran imperio, se abrió con su historia y peso de siglos sobre los tres visitantes.
Se alojaron como era tradición, en la plaza España, cerca de la enorme escalinata que lleva al templo de Santa Trinitá dei Monti. Durante semanas recorrieron la histórica ciudad, se deleitaron entre sus monumentos y ruinas, llenas de historias y anécdotas, todo estaba ahí, el grito mudo de la grandeza y la decadencia de los imperios. El mejor testimonio que recuerda que el poder no dura para siempre.
Y llegó el 15 de agosto…
Los tres amigos decidieron aquel día dirigirse al llamado Monte Sacro, el cual se encontraba en ese entonces a las afueras de la ciudad, a las orillas de río Anio. Querían contemplar el escenario donde se desarrollo aquel episodio de la historia romana, cuando se retiraron los plebeyos en sus desavenencias con los patricios en la época de La República. Era un lugar que invitaba al cambio y es muy probable que al dirigirse allí, tanto él como sus compañeros, tuvieran la intensión de llevar a cabo un gesto simbólico. Todos deseaban ver libre e independiente a su patria y a la América toda del yugo español.
Conversaron sobre la sucesión de las civilizaciones, su
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