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Sor Juana Ines De La Cruz


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2012  •  519 Palabras (3 Páginas)  •  456 Visitas

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Sor Juana Inés de la Cruz

Yo soy Juana Inés de Asbaje y Ramírez; naci en San Miguel de Nepantla, actual México, 1651 fui una Escritora mexicana. Fui la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII. Fui una Niña prodigio, aprendi a leer y escribir a los tres años, y a los ocho escribi mi primera loa. Admirada por mi talento y precocidad, a los catorce fui dama de honor de Leonor Carreto, esposa del virrey Antonio Sebastián de Toledo. Apadrinada por los marqueses de Mancera, brille en la corte virreinal de Nueva España por mi erudición y habilidad versificadora.

Pese a la fama de que yo gozaba, en 1667 ingrese a un convento de las carmelitas descalzas de México y permaneci en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandone por problemas de salud. Dos años más tarde entre en un convento de la Orden de San Jerónimo, esta vez si fue definitivamente. Dada mi escasa vocación religiosa, prefiri el convento al matrimonio para seguir gozando de mis aficiones intelectuales

Mi celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés.

En mi celda también lleve a cabo experimentos científicos, reuni una nutrida biblioteca, compuse obras musicales y escribi una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, en los que se aprecia la influencia de Góngora y Calderón, hasta opúsculos filosóficos y estudios musicales.

Perdida gran parte de mi obra, entre los escritos en prosa que se han conservado cabe señalar la carta Respuesta a sor Filotea de la Cruz, seudónimo de Manuel Fernández de la Cruz, obispo de Puebla. En 1690, ésta había hecho publicar la Carta atenagórica, en la que yo di una dura crítica al «sermón del Mandato» del jesuita portugués António Vieira sobre las «finezas de Cristo», acompañada de una «Carta de sor Filotea de la Cruz», en la que, aun reconociendo mi talento me recomendaba que me dedicara a la vida monástica, más acorde con mi condición de monja y mujer, que a la reflexión teológica, ejercicio reservado a los hombres.

A pesar de la contundencia de su respuesta, en la que daba cuenta de su vida y reivindicaba el derecho de las mujeres al aprendizaje, pues el conocimiento «no sólo les es lícito, sino muy provechoso», la crítica del obispo me afectó profundamente, tanto, que poco después yo vendi mi biblioteca y todo cuanto poseía, y me consagre por completo a la vida religiosa.

Mori mientras ayudaba a mis compañeras enfermas durante la epidemia de cólera que asotó en México en el año 1695. La poesía del Barroco alcanzó conmigo su momento culminante, y al mismo tiempo introduje elementos analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la Ilustración del siglo XVIII.

Mis obras completas se publicaron en España en tres volúmenes: Inundación castálida

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