El Mago y El Cazo Saltarín

Desarrollo

El Mago y El Cazo Saltarín

Trama: Un anciano bondadoso mago decide darle una lección a su hijo haciéndole probar las miserias humanas de su vecindario. Al joven mago se le despierta la conciencia y accede a emplear su magia en beneficio de sus vecinos Muggles.

Personajes: El Anciano, su Hijo, la mujer, un anciano y un joven.

Historia: Había una ves un anciano bondadoso mago que empleaba la magia con generosidad y sabiduría en beneficio de sus vecinos. El mago nunca quiso revelar la fuente de su poder y fingía que sus opciones, encantamientos y antídotos salían ya preparados de un pequeño cazo que llamaba el cazo de la suerte. Llegaba gente desde muy lejos para exponer sus problemas, y el mago nunca tenía inconveniente en remover un poco su cazo y arreglar las cosas.

El mago alcanzo una considerable edad, y al morir le dejo todas sus pertenencias a su único hijo.

Su hijo no poseía el mismo carácter de su padre, en su opinión los Muggles eran despreciables y muchas veces había discutido con su padre sobre esa costumbre de ayudar a sus vecinos.

Después de la muerte de su padre el hijo encontró un paquete con su nombre escondido en el viejo cazo. En el encontró una zapatilla de suela gruesa, demasiado pequeña para él, y dentro de ella había un pergamino con un mensaje: Con la sincera esperanza, hijo mío, de que nunca la necesites.

Una noche una mujer toco a la puerta, a su hija le habían salido unas verrugas, la mujer esperaba que el hijo la ayudara al igual que su padre pero el hijo no tuvo más que decir ¡Largo de aquí ¡

Al instante se oyeron unos fuertes ruidos metálicos, al cazo de su padre le había salido un solo pie de latón, y daba saltos produciendo un ruido espantoso.

El mago no consiguió dormir en toda la noche, a la mañana siguiente, el cazo se empeñó ‘en saltar detrás del hasta la mesa del desayuno.

En el umbral había un anciano que le pidió ayuda, su vieja burra se había perdido y la necesitaba para llevar sus mercancías al mercado, o esa noche su familia pasaría hambre. El mago no le hizo caso y cerró la puerta, el cazo seguía dando saltos con su pie de latón y a los ruidos metálicos se le añadieron rebuznos de burro y gemidos de humanos de hambre que salían de sus profundidades.

Esa noche llamaron a la puerta por tercera vez. Era un joven que sollozaba como si se le fuera a partir el corazón.

Su hijo estaba gravemente enfermo y le pidió ayuda al mago, pero el mago le cerró la puerta en sus narices. Entonces el cazo torturador se llenó hasta el borde de agua salada y empezó a derramar lágrimas por toda la casa mientras saltaba, rebozaba, gemía y le salían más verrugas.

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