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El abalorio 109 Al viajar por India


Enviado por   •  21 de Enero de 2014  •  7.771 Palabras (32 Páginas)  •  313 Visitas

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Introducción

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Cómo funciona este libro

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El abalorio 109

Al viajar por India —sobre todo por los lugares sagrados

y ashrams— se ve mucha gente con abalorios colgados

del cuello. También se ven muchas fotografías antiguas

de yoguis desnudos, esqueléticos y aterradores (o, a veces,

incluso yoguis rechonchos, bonachones y radiantes) que

también llevan abalorios. Estos collares de cuentas se llaman

japa malas. En India los hindúes y budistas devotos los

usan desde hace siglos para mantenerse concentrados durante

sus meditaciones religiosas. El collar se sostiene en la

mano y se toca una cuenta cada vez que se repite un mantra.

En la Edad Media, cuando los cruzados llegaron a Oriente

durante las guerras santas, vieron a los devotos rezar con

sus japa malas y, admirados, llevaron la idea a Europa, donde

se convirtió en el rosario.

El japa mala tradicional tiene 108 abalorios. En los

círculos más esotéricos de la filosofía oriental el número

108 se considera el más afortunado, un perfecto dígito de

tres cifras, múltiplo de tres y cuyos componentes suman

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nueve, que es tres veces tres. Y tres, por supuesto, es el número

que representa el supremo equilibrio, como sabe

cualquiera que haya estudiado la Santísima Trinidad o un

sencillo taburete. Dado que todo este libro es sobre mi

lucha por hallar el equilibrio, he decidido estructurarlo

como un japa mala, dividiendo mi historia en 108 cuentos,

o abalorios. Este rosario de 108 cuentos se divide, a su vez,

en tres secciones sobre Italia, India e Indonesia, los tres

países que visité durante este año de introspección. Es decir,

hay 36 cuentos en cada sección, cosa que tiene un significado

especial para mí, ya que esto lo escribo durante

mi año trigésimo sexto.

Y ahora, antes de ponerme a lo Louis Farrakhan con

el asunto de la numerología, permitidme acabar diciendo

que también me gusta la idea de enhebrar estos cuentos

como si fueran un japa mala, porque así les doy una forma

más... estructurada. La investigación espiritual sincera es,

y siempre ha sido, una suerte de disciplina metódica. Buscar

la verdad no es una especie de venada facilona, ni siquiera

hoy en día, en estos tiempos tan venados y facilones.

Como eterna buscadora que soy, además de escritora,

me resulta útil seguir la estructura del collar todo lo posible

para poder concentrarme en mi objetivo final.

El caso es que todo japa mala tiene un abalorio de más,

un abalorio especial —el número 109— que queda fuera

del círculo equilibrado que forman los otros 108, colgando

como un amuleto. Al principio yo creía que el abalorio 109

era de repuesto, como el botón extra de un jersey o el segundón

de una familia real. Pero parece ser que tiene un

propósito más elevado. Cuando estás rezando y lo alcanzas

con los dedos, debes interrumpir la concentración de

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la meditación para dar las gracias a tus maestros. Así que

aquí, en mi abalorio 109, me detengo incluso antes de haber

empezado. Quiero dar las gracias a todos mis maestros,

que han aparecido en mi vida, a lo largo de este año,

de la manera más variopinta.

Pero, ante todo, quiero dar las gracias a mi gurú, una

mujer que es la compasión personificada y que tan generosamente

me permitió estudiar en su ashram mientras

estuve en India. Por cierto, me gustaría aclarar que escribo

sobre mis experiencias en India desde un punto de vista

meramente personal y no como experta en teología ni

como portavoz oficial de nadie. Por este motivo, no revelaré

el nombre de mi gurú en este libro, ya que no puedo

hablar por ella. Sus enseñanzas hablan mejor por sí mismas.

Y tampoco mencionaré el nombre ni el lugar donde

se halla su ashram, librando a tan digna institución de una

publicidad que quizá no pueda afrontar por falta de recursos

o por falta de interés.

Una última expresión de gratitud: varios nombres de

los aparecidos en este libro se han cambiado por una serie

de motivos y he decidido cambiar también los de todos

aquellos —sean indios u occidentales— a quienes conocí

en el mencionado ashram de

...

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