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El rey viejo

ilse033Resumen27 de Marzo de 2017

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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO COLEGIO DE CIANCIAS Y HUMANIDADES PLANTEL VALLEJO[pic 1][pic 2]

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EL REY VIEJO

Hernández López Ilse

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INTRODUCCIÓN

La novela de “El rey viejo” es una narración escrita por Fernando Benítez narrada en primera persona, relata parte de la Revolución Mexicana desde el punto de vista de alguien que tenía influencias en el poder político, tras los distintos ataques y manifestaciones que se fueron realizando contra el gobierno, se le fueron abriendo las puertas para que sea adentrara dentro de este. Al principio el personaje principal de nombre Enrique vio la idea de traslado como algo sumamente peligroso y arriesgado para todos los integrantes; sentía como parte de su obligación acompañar al presidente durante el viaje para defenderlo en caso necesario ante algún peligro que pudiese presentarse en su trayectoria hacia Veracruz.

Enrique va sufriendo modificaciones en su conducta y punto de vista acerca del viaje, de la revolución y de todos aquellos personajes que tienen el poder de cambiarla y dirigirla. Los integrantes del convoy y del Tren llegan un punto tal de destruir todo lo que les queda en su paso; dejan en la ruina a personas bien posicionadas económicamente, levantan a hombres jóvenes para la guerra y dejan a mujeres solteras embarazadas.

Enrique se llega a sentir prisionero del convoy, siente que algo se va descomponiendo entre ellos, que cada día deja de ser el hombre importante que era y comienza a convertirse en un inútil, vago y mantenido. El viaje va perdiendo importancia, su participación no era en beneficio de nadie; había pasado de ser consejero, especialista y de formular ingeniosas intrigas a enarbolar una sola bandera.

Cada vez la derrota del presidente se encuentra más cerca, el enemigo va ganando batallas y el presidente pierde soldados por causa de traiciones y por ataques, pero a pesar de esto no demuestra miedo ni intriga a los acontecimientos que se van desarrollando a lo largo de la historia, siempre encuentra la manera correcta de dar esperanzas a su ejército y se preocupa por la seguridad de cada uno de sus integrantes.

CONTEXTO

Eran momentos de guerra, la nación pasaba por una fuerte lucha entre militares y gobernantes, quienes vivían angustiados y preocupados por el futuro que tendría el país, el ambiente era bastante denso y mostraba falta de esperanzas. Escobar era jefe del Régimen de Ametralladoras, se le había dado la tarea de combatir al enemigo y en un descuido ya se había pasado del lado de los rebeldes con todo el armamento que se le había proporcionado. El régimen de Lanceros Supremos Poderes antes de hacer el más mínimo disparo también se pasó con el enemigo.

Se buscaba quitar del poder político a los civiles y poner en su lugar a algún integrante de las fuerzas militares pero el presidente se oponía a tal cambio, todo el ejército se había sublevado. Evitar la guerra consistía en ese entonces apoyar la candidatura del general Álvaro Obregón.

Todos querían salvar a la patria, todos trataban de restaurar la democracia, pero lo que más les importaba después de todo no era el bien común; sino su bienestar personal, su hambre de poder y su ambición de riquezas. “El pueblo, vestido de harapos, compra armas costosas, sostiene un ejército para que defienda sus instituciones, y el ejército en lugar de defenderlas, aprovecha esas armas para sojuzgarlo y convertirse en su amo” (Benítez , 1959).

La idea más apropiada ante la situación por parte del presidente era huir de la capital y trasladarse hacia Veracruz con el fin de estar más tranquilo y seguro bajo la protección de las tropas del general Aguilar.

La esposa de Enrique se opone justamente a que él realice dicho viaje, por los riesgos que correría su vida; pero después de todo acepta que se emprenda aquel viaje y lo apoya emocionalmente.

Ya en la estación de trenes se veían correr a las personas de un lado a otro, los acompañantes se despedían con lágrimas de sus familiares, inquietaba la confusión y el griterío; pero ante todo la tropa presente llenaba de confianza y orgullo a los viajeros. En uno de los trenes se metieron todos los recursos económicos con los que contaba el país para sobrevivir a la guerra. Las preocupaciones eran altas; empleados, mujeres y niños que abordarían el convoy corrían el alto riesgo de ser abandonados a su suerte en caso de un combate.

“En México, del Presidente depende la fortuna o la ruina, el destino general de la nación y en particular de los individuos. En su presencia, los hombres más resueltos se descomponían”. (Benítez , 1959)

Durante el recorrido Gonzáles logra ocupar el cuartel de San Ildefonso y había preferido adelantarse a su rival, el general Álvaro Obregón, y apoderarse de la Cuidad De México; ocasionando preocupaciones en los integrantes del convoy y del Tren Dorado.

La rebelión de los presos de Dostoyevski, también causó inquietud entre las multitud de los acompañantes del Presidente, quienes en un intento de escape invadieron las crujías destinadas a las mujeres y saciaron en ellas; la fuerza armada en su defensa abrió fuego en contra suya.

Las desgracias iban en aumento, cada día las malas noticias incrementaban considerablemente. El tren del Segundo Regimiento había sido alcanzado a la altura de Villa de Guadalupe por una locomotora lanzada desde la Cuidad De México y fue convertida en añicos, más de doscientos hombres fueron heridos por las fuerzas de González que aprovecharon la catástrofe para decidirse a combatirlos. Además cayeron en poder del enemigo diez o quince trenes, las fábricas de cartuchos, mil cuatrocientos soldados, toda la artillería y parte de la aviación.

La rivalidad que existía entre los dos principales sublevados no los hacía olvidar su plan de aniquilar al grupo del Presidente. Se hizo una parada en Puebla, los civiles no tenían nada que hacer, los peluqueros cortaban el pelo de los generales, se escuchaba el agua de las duchas; el Presidente consiguió caballos en aquel pueblito en el que habían quedado; gran parte de la población lo admiraba y por donde se le veía pasar gritaban “¡Viva el presidente!”.

Pero ante todo se sabía que únicamente se veían pasar dos mundos en que la nación se descomponía: el mundo de las gentes que alientan sin esperanza, de perros hambrientos; y el del gobierno, un mundo de generales y secretarios de estado, entre los cuales ciertamente no había relación posible. Se vivía entre restos del porfirismo, después de que se había contribuido a su aniquilamiento.

México es un país en el que todo se vende, dentro de una revolución que tenía más bien a la consolidación de la burguesía que a la justicia social, en donde sólo impera la voluntad del gobernante en turno, no es la eficiencia o la honestidad las cusas de asenso alguno, sino la adulación y el servilismo más despreciable.

Las escenas ocurridas en momentos de Francisco Villa o Emiliano Zapata le dieron a México pertenencia al pasado. En ese momento los que dirigían eran los dueños de un país de dos millones de kilómetros cuadrados con minas, campos petroleros, cultivos de maíz, de trigo, de henequén, bosques de maderas preciosas, enormes litorales y ciudades tendidas en los valles o dispersados en los flancos de las montañas. En sus antecedentes se tenía el eslabón de una larga cadena de gobernantes a quienes importa tanto el provecho de su país como su bienestar personal. Los que estaban gobernando no tuvieron la resolución de quebrantarla y creyeron cumplir con su deber haciendo solamente lo que hacían.

Los momentos iban de mal en peor, ahora compraban a las mujeres para poder estar con ellas, al presidente la daba igual lo que hacían o si lo dejaban de hacer, parecía no importarle.

El señor Presidente tenía en mente el concepto de que él mexicano lo traiciona todo, tras testimonios como “Todas las veces que pienso en el futuro me va mal. El futuro siempre trae mala suerte. Hoy estamos aquí, mañana en otro lugar, no hay nada que nos haga tener esperanzas” le dieron a pensar que nuestro país es un país donde nadie trabaja para el mañana, un país sin esperanzas.

La adhesión al gobierno resultaba buena cuando puede ser una posición recomendable en una nación civilizada, pero en ningún casi cuando sólo se toma en cuenta la traición y el acuerdo. Ahora gobernar con legalidad rodeado de traidores resultaba un error político y los errores políticos en México se pagaban con la vida.

El convoy se levantaba en un cerro fortificado por el enemigo, y a su izquierda espesos matorrales que protegían a una fuerza emboscada de caballería. El general Mugía estaba a caballo rodeado de jinetes y seguido de sus hombres se enfrentó a la conquista del cerro para ser rechazado minutos después por una lluvia de balas; al mismo tiempo dos disparos de cañón anunciaron el ataque de la caballería emboscada; el escuadrón de infantería, desplegado en una línea recta, rechazó la carga.

Derrotada la caballería del enemigo las preocupaciones eran los montones de cadáveres que faltaban por enterrar, los muchachos se lamentaban de no haber participado en la batalla para llenarse de orgullo y gloria. El héroe había sin duda Murguía, había logrado perseguir al general Mireles y arrojar al enemigo de sus bastiones. Él representaba a la barbarie, la antigua furia que lo mismo se empeñaba en aniquilar que en ser aniquilada, presentaba seguridad en sí mismo y contenía un aire soberbio ante los momentos de peligro.

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