Juvenilia
thecarshop11 de Agosto de 2013
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Capítulo 1: LLEGADA – EL NUEVO – EL DESPERTAR
Cané tuvo que entrar en el Colegio Nacional tres meses después de la muerte del padre, más precisamente cuando terminaron los funerales. Pidió entrar antes porque no soportaba la tristeza y el llanto permanente de su madre, y el duelo.
El Colegio acababa de fundarse bajo la presidencia de Mitre, sobre el antiguo seminario, y a pesar de que se perfiló como un colegio de avanzada, el primero de Ameríca Latina, fue más tarde en que logro su mejor momento, bajo la dirección de Amadeo Jacques. Anteriormente lo dirigió el Dr. Agüero, con el cual Cané no estaba de acuerdo en cuanto a la ideología (recordar que Cané pertenece a una generación que amaba el liberalismo francés, y a esta escuela de pensamiento pertenecía Jacques, que había nacido en Francia, había llegado a la Argentina, y luego de estar exiliado en Montevideo, había sido llamado para dirigir el Colegio Nacional).
Los primeros tiempos fueron duros para Cané, porque le pesaba el encierro, tanto que llama al Colegio como “prisión” y añoraba sus días de libertad, de despertarse más tarde, la comida de su casa.
Sin embargo, en la misma oración también llama “nido” al Colegio, es decir, un lugar desde el cual comenzó a crecer y que lo albergó.
Dice que hubo dos cosas que no pudo superar: el despertar y la comida.
El despertar era mediante la campana que tocaba el portero a las cinco de la mañana en verano y a las seis en invierno, y aunque muchas veces se subieron a la parra y a la reja y le cortaron la cuerda, eso no impidió que los despertaran a esa hora, por dos razones: estaban muy cerca del Cabildo y además porque el portero tenía un reloj que funcionaba bien, entonces entraba con una campana de mano que hacía sonar en el oído de sus enemigos, entre los que estaba Cané.-
Luego de despertarse, se formaban en fila en el claustro largo y glacial (helado) y rezaban un padrenuestro y después iban a lavarse. El portero los despertaba y el celador los hacía formar.
También cuenta otro recurso que inventó para no levantarse: lo había visto en la plaza, debajo de los ejes de una carreta colgaba un pedazo de cuero con un niño dormido adentro, entre la carreta y el suelo. Hizo lo mismo en su cama con una manta: la ató por debajo del colchón a las cuatro puntas de la cama y cuando fue la hora de despertar, se deslizó hasta allí y tapó el invento con la colcha. Pero cinco días después todos hicieron lo mismo y cuando llegó el celador no había nadie en las camas ni formado. El celador fue a la cama de Cané y lo descubrió.
Capítulo dos: LA COMIDA
Mientras comían en silencio, otro alumno leía la vida de un santo o de un héroe de la historia argentina, y los grandes eran los que servían. Menciona a Eyzaguirre, que servía, al que vuelve a mencionar varias veces.
El primer plato era un caldo incoloro, siempre igual, en el que flotaban algunos pálidos fideos, de los que le tocaron tres en total en un mes.
Después un sábalo (pescado) que no era fresco, después carnero (no cordero sino carne dura de animal viejo) cortado en pedazos y nadando en un líquido amarronado, y después un asado de tira que estaba recubierto por una capa de venas imposible de morder.
De postre, arroz con leche (dice que era sólido y que si daban vuelta la fuente se caía al pso sin dispersarse, guardando la forma del recipiente) u orejones de color marrón, crujientes y duros, nada que ver con los orejones que todo el mundo conoce que son naranjas y suaves.
Después de comer iban a hacer gimnasia (hacían la digestión, dice Cané).
Capitulo 3: LAS NOVELAS
Cuenta que estaba muy triste y le rogaba a la madre que lo sacara, pero ella solo lo miraba llorando. Una noche de casualidad encontró una novela, Los Tres Mosqueteros, del escritor francés Alejandro Dumas, y eso fue su salvación, porque a partir de allí se convirtió en un lector incansable de novelas de autores franceses, llegando a quedarse despierto hasta terminarlas o quedándose sin salir al recreo. Le pedía a su madre que le trajera más y también en las salidas de los domingos los parientes que tenían biblioteca le prestaban libros.
Pero esta afición hizo que tuviera que hacer el doble de esfuerzo para poder estudiar o leer un libro que no fuera una novela, ya que le costaba muchísimo.
-Capítulo 4: BENITO NETO
Cuenta que durante todo un año se escapaba con sus amigos a la noche, para ir a los bailes de los suburbios o a los cafés, y que para eso usaban alguna de las tres posibles vías de escapatoria: la portería, que se comunicaba con el atrio de San Ignacio, donde había una puerta abierta hasta tard, pero tenían que sobornar al portero o recurrir a la fuerza para que los dejara salir; la despensa, que tenía una puerta a la calle Moreno, y el portón de la calle Bolívar, que no llegaba hasta el suelo, y aunque tenían una reja de puntas filosas pasaban por debajo sacándose previamente el jacquet que era e único que tenían.
Benito Neto era un alumno que, no saben cómo, tenía una llave del portón, y entonces recurrían a él para poder salir. Nunca la prestaba, ni la alquilaba ni la vendía, pero el único requisito para abrir el portón era que lo dejaran sumarse a la escapada, aunque fuera el velatorio de una tía de alguno al que no le habían dado permiso para salir.
Lo describe como un bohemio, es decir, una persona indisciplinada que no acepta las leyes, con gran corazón pero muy haragán, dormilón, con cabez enorme y mucho pelo.
Capítulo 5: EL PELUQUERO
Otras travesuras que relata era lo que hacían en carnaval, que esperaban a la gente que pasaba con las manos llenas de harina, carmín (rojo) y azul, y mientras uno lo atacaba el otro le llenaba la cara con blanco, rojo y azul, y entonces el paseante se enfurecía, y si había trompadas, los más grandes eran los que se peleaban.
Uno de ellos, un francés con una peluquería enfrente del colegio que no los quería a los alumnos porque no le compraban nada, un día fue atacado por Cané y Eyzaguirre, y se enojó tanto que quiso ir a quejarse con el Rector Dr. Agüero, pero otro alumno llegó ants y le mintió al anciano (que siempre defendía a los alumnos y que los creía “angelitos”) y le dijo que el peluquero le había pegado a uno y Eyzaguirre lo había defendido.
Entonces, el Dr. Agüero se enojó con el peluquero y lo amenazó con denunciarlo a la policía.
Capítulo 6: EL DR. AGÜERO
Una costumbre durante el rectorado del Dr. Agüero era que un alumno se quedara haciéndole compañía por la noche, porque dormía sentado en su sillón de respaldo alto, y le gustaba dormirse de a poco, mientras un alumno le leía la vida de un santo de un libro de tapas verdes.
En la página 101 del libro había puesto un billete de $ 20, y todas las mañanas revisaba que estuviera allí, y como nunca nadie lo tocaba, estaba orgulloso de sus muchachos que eran incapaces de tentarse.
A las cinco de la mañana; el alumno que lo cuidaba pasaba al salón de al lado y le cebaba mate hasta las siete. Y en agradecimiento, siempre le decía el Rector al chico que buscara en el armario un plato donde dejaba una galletita americana y un damasco, que había que comer la primera despacito y recién después el damasco.
Dice que era un hombre anciano, de alma buena, pura y cariñosa. Pero que bajo su rectorado el Colegio estaba desorganizado.
Poco después de ser separado de su cargo de rector, reemplazado por Amadeo Jacques, murió.
Capítulo 7: AMADEO JACQUES
Lo describe como el hombre más sabio que pisó suelo argentino.
Era muy alto, corpulento, calvo, no tenía patilla, labios correctos pero algo“sensuales”, con carácter fuerte y duro, pero muy inteligente y preparado, se le iba la mano con frecuencia, pero era al único que se lo toleraban, llegaba a veces hasta el enfrentamiento físico como dándole una trompada a un profesor que antes había abofeteado a un alumno, y a luchar a golpes y patadas con el alumno Corrales.
Dirigía una revista que se llamaba “La Libertad de Pensar”.
Sabía muchísimo de física, se había casado y había trabjado en veinte oficios diferentes, llegando hasta a fabricar pan.
Cané destaca que era un liberal, libre pensador y coincide con las ideas filosóficas de Jacques, a quien considera su “querido maestro”.
Vivía a dos cuadras del Colegio, y siempre llegaba a las nueve, lo primero que hacía era ver si algún profesor había faltado y entonces él lo suplantaba y daba la clase.
Lo vio dar todo tipo de materias, desde física a filosofía, matemáticas, latín, etc., todo menos inglés.
Capítulo 9: SIGUE CON JACQUES
Dice que Mitre lo llamó para dirigir el colegio, y que su influencia en seguida se hizo sentir entre los alumnos. Era muy exigente, y consideraba que los jóvenes argentinos eran más inteligentes que los franceses y por eso podían aprender con menor esfuerzo, por eso hizo un programa de estudios muy largo.
Siempre vestía un traje negro y grandes cuellos abiertos.
Todo era luminoso en Jacques.
Pero tenía un carácter irascible: “no puedo con mi temperamento”.
Nadie nunca se rebeló contra Jacques, aunque tenían ganas a veces después de una dura discusión, y decían “Si no fuera Jacques.....¡pero era Jacques!”.
Capítulo 10: LA EXPULSION
El vicerrector se llamaba Torres, y ni Cané ni sus compañeros le tenían simpatía.
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