La Battalla De Howgarts
booksplusidols3 de Mayo de 2015
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Capítulo 31: La batalla en Hogwarts.
El techo encantado del Gran Comedor estaba oscuro y salpicado de estrellas, y bajo él las cuatro largas mesas de las Casas estaban llenas de estudiantes desaliñados, algunos con capas de viaje, otros en bata. Aquí y allá brillaban las figuras blanco perladas de los fantasmas del colegio. Cada ojo, vivo o muerto, estaba fijo en la Profesora McGonagall, que estaba hablando desde la elevada plataforma en lo alto del Comedor. Detrás de ella se encontraban el resto de profesores, incluyendo al centauro palomino Firenze, y los miembros de la Orden del Fénix que habían llegado para luchar.
—… la evacuación será supervisada por el señor Filch y la señora Pomfrey. Prefectos, cuando os avise, organizad a vuestras casas y llevad a los estudiantes a vuestro cargo de forma ordenada al punto de evacuación.
Muchos de los estudiantes parecían petrificados. Sin embargo, mientras Harry bordeaba las paredes, examinando la mesa de Gryffindor en busca de Ron y Hermione, Ernie Macmillan se levantó en la mesa de Hufflepuff y gritó: —¿Y si queremos quedarnos y luchar?
Hubo un puñado de aplausos.
—Si sois mayores de edad, podéis quedaros —dijo la Profesora McGonagall.
—¿Y qué pasa con nuestras cosas? —habló una chica en la mesa de Ravenclaw—. ¿Nuestros baúles, nuestras lechuzas?
—No tenemos tiempo de recoger posesiones —dijo la profesora McGonagall—. Lo importante es sacaros de aquí sin contratiempos.
—¿Dónde está el Profesor Snape? —gritó una chica desde la mesa de Slytherin.
—Se ha, por decirlo de forma coloquial, largado —respondió la Profesora McGonagall, y un gran vitoreo estalló entre los Gryffindors, Hufflepuffs, y Ravenclaws.
Harry se desplazó por el Comedor junto a la mesa de Gryffindor, todavía buscando a Ron y Hermione. Mientras pasaba, muchas caras se giraron en su dirección y una gran cantidad de susurros estalló tras su estela.
—Ya hemos colocado protección alrededor del castillo —estaba diciendo la Profesora McGonagall—, pero es poco probable que aguante durante mucho tiempo si no la reforzamos. Por tanto, debo pediros que os mováis rápido y con calma, y que hagáis lo que los prefectos os…
Pero sus palabras finales fueron ahogadas por una voz diferente que resonó por todo el Comedor. Era alta, fría y clara. No se podía decir de dónde venía. Parecía emitirse desde las mismas paredes. Como el monstruo al que una vez había dado órdenes, podía haber permanecido latente allí durante siglos.
—Sé que os estáis preparando para luchar —hubo gritos entre los estudiantes; algunos de ellos se agarraron a otros, mirando alrededor aterrados en búsqueda de la fuente del sonido—. Vuestros esfuerzos son inútiles. No podéis luchar contra mí. No quiero mataros. Tengo un gran respeto por los profesores de Hogwarts. No quiero derramar sangre mágica.
Ahora hubo silencio en el Comedor, el tipo de silencio que presionaba contra los tímpanos, que parecía demasiado enorme para ser contenido por las paredes.
—Entregadme a Harry Potter —dijo la voz de Voldemort—, y no se os hará daño. Entregadme a Harry Potter y dejaré la escuela intacta. Entregadme a Harry Potter y seréis recompensados.
—Tenéis hasta medianoche.
El silencio se los tragó de nuevo. Cada cabeza se giró, cada ojo de la habitación pareció posarse en Harry, sujetándole para siempre en el resplandor de miles de rayos invisibles. Entonces una figura se levantó de la mesa de Slytherin, y Harry reconoció a Pansy Parkinson cuando levantó un brazo tembloroso y gritó:
—¡Pero está allí! Potter está allí. ¡Que alguien lo coja!
Antes de que Harry pudiera hablar, hubo un movimiento generalizado. Los Gryffindors que tenía delante se habían levantado y se enfrentaban a los Slytherins, no a Harry. Entonces los Hufflepuffs se levantaron, y casi al mismo tiempo los Ravenclaws, todos con la espalda hacia Harry, todos mirando a Pansy. Y Harry, asombrado y abrumado, vio salir varitas de todas partes, sacadas de debajo de las capas y de las mangas.
—Gracias, señorita Parkinson —dijo la Profesora McGonagall con voz cortante—. Abandonará el Comedor la primera con el señor Filch. El resto de su Casa puede seguirla.
Harry oyó el chirrido de los bancos y luego el sonido de los Slytherin saliendo en tropel por el otro lado del Comedor.
—¡Ravenclaw, seguidlos! —gritó la Profesora McGonagall.
Con lentitud las cuatro mesas se vaciaron. La mesa de Slytherin estaba completamente vacía, pero bastantes Ravenclaw de los últimos cursos permanecieron sentados mientras sus compañeros salían; incluso más Hufflepuff se quedaron, y la mitad de los Gryffindors permanecieron en sus asientos, de modo que fue necesario que la Profesora McGonagall bajase de la plataforma de los profesores para obligar a los menores de edad a ponerse de camino.
—¡Absolutamente no, Creevey, váyase! ¡Y usted, Peakes!
Harry se acercó apresurado hacia los Weasley, todos sentados juntos en la mesa de Gryffindor.
—¿Dónde están Ron y Hermione?
—¿No los has encontrado…? —empezó el Señor Weasley, con expresión preocupada.
Pero se interrumpió cuando Kingsley dio un paso adelante en la plataforma elevada para dirigirse a los que se habían quedado.
—Sólo tenemos media hora hasta la medianoche, así que tenemos que actuar con rapidez. Ya se ha aceptado un plan de batalla entre los profesores de Hogwarts y la Orden del Fénix. Los profesores Flitwick, Sprout y McGonagall van a llevar a grupos de luchadores a la parte de arriba de las tres torres más altas —Ravenclaw, Astronomía y Gryffindor— donde tendrán una buena visión general, excelentes posiciones desde donde lanzar hechizos. Mientras tanto Remus —señaló a Lupin—, Arthur —apuntó hacia el señor Weasley, sentado en la mesa de Gryffindor—, y yo, llevaremos grupos a los terrenos. Necesitaremos a alguien que organice la defensa de las entradas o de los pasadizos hacia el colegio…
—Eso suena a un trabajo para nosotros —gritó Fred, indicándose a George y a sí mismo, y Kingsley asintió con aprobación.
—Muy bien, ¡que vengan aquí los líderes y dividiremos las tropas!
—Potter —dijo la Profesora McGonagall, apresurándose hacia él mientras los estudiantes inundaban la plataforma, empujándose por alcanzar una mejor posición, recibiendo instrucciones—. ¿No se supone que tienes que estar buscando algo?
—¿Qué? Oh —dijo Harry—, ¡oh, sí!
Casi se había olvidado del Horrocrux, casi se había olvidado de que se estaba presentando esta batalla para que pudiese buscarlo, la inexplicable ausencia de Ron y Hermione había apartado momentáneamente de su mente el resto de pensamientos.
—¡Entonces vete Potter, vete!
—Cierto… sí…
Sintió que muchos ojos le seguían cuando de nuevo salió corriendo del Gran Comedor, hacia el vestíbulo de entrada todavía lleno de estudiantes que estaban siendo evacuados. Se dejó arrastrar con ellos subiendo la escalera de mármol, pero al llegar arriba se apresuró por un pasillo vacío. Miedo y pánico nublaban sus procesos mentales. Intentó calmarse, concentrarse en encontrar el Horrocrux, pero sus pensamientos zumbaban tan frenéticos e infructuosos como avispas atrapadas bajo un cristal. Sin Ron y Hermione para ayudarle, no parecía ser capaz de ordenar sus ideas. Empezó a avanzar más despacio, deteniéndose a mitad de un pasillo. Se sentó en el pedestal de una estatua que se había ido y sacó el Mapa del Merodeador de la bolsita que llevaba colgada al cuello. No pudo ver por ninguna parte el nombre de Ron o el de Hermione, aunque pensó que la densidad de la multitud de puntos que ahora se dirigían a la Sala de los Menesteres podría estar ocultándolos. Apartó el mapa, se apretó las manos contra la cara y cerró los ojos, intentando concentrarse.
Voldemort creyó que iría a la torre de Ravenclaw.
Ahí estaba, un hecho sólido, un lugar por donde empezar. Voldemort había colocado a Alecto Carrow en la sala común de Ravenclaw, y sólo podía haber una explicación: Voldemort temía que Harry ya supiese que su Horrocrux estaba conectado a esa Casa.
Pero el único objeto que alguien parecía asociar con Ravenclaw era la diadema perdida… ¿y cómo podía ser el Horrocrux la diadema? ¿Cómo era posible que Voldemort, un Slytherin, hubiera encontrado la diadema que había esquivado a generaciones de Ravenclaws? ¿Quién le habría dicho dónde mirar, cuando nadie que hubiese visto la diadema estaba vivo para contarlo?
Nadie estaba vivo para contarlo…
Bajo sus dedos, los ojos de Harry se abrieron de golpe. Saltó del pedestal y se apresuró por donde había venido, ahora en persecución de su última esperanza. El sonido de cientos de personas avanzando hacia la Sala de los Menesteres fue haciéndose más elevado mientras regresaba hacia las escaleras de mármol. Los prefectos estaban gritando instrucciones, intentando llevar la cuenta de los estudiantes de sus propias casas; había muchos empujones y gritos. Harry vio a Zacharias Smith derribando a estudiantes de primer año para llegar al principio de la cola. Aquí y allá estudiantes más jóvenes estaban llorando, mientras los mayores llamaban desesperados a amigos o hermanos.
Harry avistó una figura de un blanco perlado deslizándose por el vestíbulo de entrada hacia abajo, y gritó tan fuerte como pudo por encima del clamor.
—¡Nick! ¡NICK! ¡Necesito hablar con usted!
Se abrió paso entre la marea de estudiantes, finalmente alcanzando la base de las escaleras,
...