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Proemio De Vasari


Enviado por   •  23 de Abril de 2014  •  4.878 Palabras (20 Páginas)  •  270 Visitas

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Proemio

Tenían hábito los espíritus egregios llevados por un encendido afán de gloria, en todas sus acciones acostumbraban someterse a cualquier fatiga, por grande que ésta fuese, con tal de que sus obras alcanzasen la perfección que las tornase estupendas y asombrosas para todo el mundo, ni la mala fortuna de muchos lograba reducir sus esfuerzos para llegar a lo supremo, tanto para vivir en medio de la general alabanza, cuanto para dejar a los tiempos por venir la eterna fama de su singular excelencia. Y aunque de tan loable estudio y deseo hayan sido en vida altamente recompensados por la liberalidad de los príncipes y por la virtuosa ambición de los estados, y después de morir todavía perpetuados ante el mundo con los testimonios de las estatuas, los sepulcros, medallas y otras memorias semejantes, es cosa manifiesta que la voracidad del tiempo no sólo ha mermado en gran parte las obras y otros honrosos testimonios, sino borrado y consumido aquellos nombres: sin embargo muchos nombres de ellos han podio conservarse solamente gracias a las vivaces y piadosas plumas de los escritores. Muy a menudo me puse a meditar en ello y sabiendo, no sólo por el ejemplo dado por los antiguos sino también por los modernos. A menudo me puse a considerar sobre ello, y sabiendo, no sólo por el ejemplo dado por los antiguos sino también por los modernos, que los nombres de muchos antiguos y modernos arquitectos, escultores y pintores, junto con sus bellas y abundantes obras realizadas en diversas partes de Italia se han ido consumiendo y olvidando poco a poco, de tal manera que la muerte de todo la meditamos muy cercana. Con el propósito de defenderlos en lo posible de esta segunda muerte, y mantenerlos el mayor tiempo posible en la memoria de los vivos, mucho tiempo he consumido en buscar aquéllas con la mayor de las diligencias, para identificar la patria, el origen y las acciones de los artífices, y con mucho empeño he procurado sacar provecho de sus relaciones con hombres ya muy viejos; de múltiples recuerdos y escritos que conservaban los herederos, presa fácil del polvo y cebo de la carcoma, pero que a la postre me fueron muy útiles y provechosos. Así, pues, no sólo juzgué conveniente sino necesario escribir estas memorias, y que sirviéndome de mi escaso talento y poco juicio pudo hacerse.

En honor pues de los que ya han muerto, y sobre todo en beneficio de los estudiosos de las tres excelentísimas artes: Arquitectura, Escultura y Pintura. Escribiré las Vidas de los artífices de cada una de ellas, de acuerdo con el tiempo en que han vivido, a partir de Cimabue hasta nuestros días, y me referiré a los antiguos sólo cuando sea estrictamente necesario, por no saber decir algo mejor de lo que dijeron estos escritores cuyas obras han llegado hasta nuestros días. Trataré de muchas cosas concernientes al magisterio de cada una de las artes. Pero antes de hablar de los secretos de aquéllas o de la historia de los artistas, me parece justo tocar de paso un conflicto en el que muchos participaron con poco juicio: de la primacía y nobleza, no de la arquitectura (a la cual dejaron a un lado), sino de la escultura y de la pintura, y que una y otra parte adujeron, al menos muchas dignas razones de oírse por los autores el en cuestión. Digo pues que los escultores, dotados quizás de la naturaleza y del ejercicio de mejor complexión, con más sangre y de más fuerzas y más atrevidos y hostiles que nuestros pintores, y buscando que los señalen como los mejores en el arte, quieren probar que la nobleza de la escultura es la primera en la antigüedad, por haber el gran Dios hecho el hombre, que fue la primera escultura, dicen que la escultura comprende muchos más miembros de las artes y muchos más auxiliares que la pintura, como el bajo relieve, obras de barro, de cera, de yeso de madera y de marfil vaciado de metales y todos los cincelados, y el tallado en las piedras preciosas y en el acero, y otros muchos, y que en maestría avanzan a estos en la pintura; y que estas se defienden mejor y más del tiempo pues más se conservan a pesar del uso de los hombres, en su beneficio y a su servicio para el cuál se han hecho, son seguramente más útil y dignas y son más valiosas y honradas, afirman que la escultura es más noble que la pintura, cuánto más apta para conservarse, ella y el nombre de quien se celebra el mármole y el bronce contra todas las injurias del tiempo y el aire, que no la pintura, que de su naturaleza no puede resistirse a ellos, incluso resguardado en sitios seguros por los arquitectos. Respecto del número, no solamente de los autores excelentes, también incluyendo los ordinarios, con relación al infinito número de los pintores, es menor deduciendo su principal nobleza, diciendo que la escultura requiere estar en mejor disposición de espíritu y de cuerpo, que raras veces se encuentran juntas; mientras que la pintura se contenta con cualquier débil organismo, a condición de que tenga si no gallarda, por lo menos la mano segura. Y que esta afirmación puede probarse por la mayor cantidad de elogios dichos particularmente por Plinio, (Plinio "El viejo" en la historia Natural) de los amores causados del maravillosa belleza de algunas estatuas, y de la opinión que tenía de quien hizo la estatua de la Escultura en oro y la de la Pintura en plata, poniendo a aquella a la diestra y a ésta a la izquierda . Tampoco dejan de mencionar las dificultades que hay para obtener sus materiales, ya sean éstos, mármoles o metales, y su alto costo; mientras en la pintura no hay ninguna dificultad en conseguir tablas, lienzos y colores, que pueden hallarse en cualquier parte y a precios muy bajos. También las brandes dificultades al manejar el mármol y el bronce, que son muy pesados, y la muy ardua labor de trabajarlos con tantos instrumentos, cosa que no sucede con los ligeros pinceles , los lápices y los carbones, mientras los escultores ponen a trabajar todas las partes del cuerpo, de forma muy distinta y fatigosa si lo comparamos con la cómoda y ligera obra del ánimo y la sola mano del pintor. Además hacen hincapié en que las cosas son más nobles y perfectas en cuanto más se acercan a lo real, y dicen que la escultura imita a la forma verdadera y muestra todos sus aspectos con sólo que caminemos alrededor de ella; en cambio, la pintura, al extenderla con simples pinceladas, y no tener más que una sola luz, no muestra sino una sola apariencia. Sin ningún respeto, muchos de ellos dicen que la escultura es tan superior a la pintura cuanto la verdad a la mentira. Como última y más poderosa razón abogan que el escultor no sólo debe contar con la perfección de juicio ordinario, como en el pintor, sino que además tiene que ser absoluto e inmediato, de manera que pueda saber de antemano cómo es el interior del bloque de mármol e

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