IRREVERSIBLE

IRREVERSIBLE

Irreversible. “Porque el tiempo lo destruye todo. Porque algunos actos son irreparables. Porque el hombre es un animal. Porque el deseo de venganza es un impulso natural. Porque la mayoría de los crímenes quedan sin castigo. Porque la pérdida del amado destruye como un rayo. Porque el amor es el origen de la vida”. “Sinópsis. Irreversible, Gaspar Noé. Francia 2002”.

Irreversible no es una película para todos los públicos. De hecho, no creo que sea ni siquiera para un público minoritario. Sólo entendida desde su finalidad real puede ser comprendida. El director, se aprovecha de la polémica, sí, pero lo hace para poder mostrarnos cómo una historia puede provocar en aquel que la ve unos sentimientos tan fuertes. Es más, el descubrir al principio todo lo que ya ha pasado y retrotraernos en el tiempo para conocer los motivos, consigue que un argumento muy simple (todo se resume en un día, en un hecho y en sus consecuencias) cobre mucha fuerza.

Y a medida que se acerca el final, todo se dulcifica. Tras haberlo pasado mal, realmente mal, el director se relaja y filma una de las mejores escenas de pareja que se han hecho últimamente. De la estridencia inicial se pasa a un intimismo sencillo, cotidiano, tan cercano que cualquiera puede verse reflejado en la pantalla. Y posiblemente lo haga para hacernos reflexionar sobre cómo puede cambiar nuestra vida en unos segundos, sobre cómo la felicidad se convierte en cólera y como podemos pasar del amor y la vida pacífica a la violencia más desgarradora en apenas unos instantes.

Si en el reparto hay que destacar a alguien, esa es a Mónica Bellucci. Esta actriz italiana nos ofrece uno de los papeles más completos de su carrera. Si la naturalidad de sus personajes es lo que la caracteriza esta, Alex es el más claro ejemplo. Es un personaje sencillo (extremadamente sencillo, como todos los demás) pero que se encuentra de repente ante la peor situación de su vida. Es precisamente en la escena de la violación donde, sin enseñar nada (ni siquiera la cara) mejor se nota esa naturalidad: Es la viva imagen del horror.

Gaspar Noé dirige ¡y cómo dirige! Parece que al principio su trabajo se limita a imitar a los iluminados del Dogma, cámara en mano. Además, el movimiento de ésta, mareante, sin mostrarnos casi nada, nos hace temernos lo peor: “otro director ególatra con ganas de destacar por encima de sus actores”. Pero cuando la película termina te das cuenta que aquello que pensabas está muy lejos de la realidad. Su progresiva desaceleración, su radical cambio a medida que las cosas se asientan, nos lleva a descubrir los motivos que llevaron a Noé a iniciar así la película y que ya han sido explicados anteriormente.

Obviamente no puedo recomendar esta película a cualquiera. De hecho, casi todo el que la vea me mataría si lo hubiese hecho. A los que sí se la recomiendo encarecidamente es a los que buscan algo diferente, a los que creen que en el cine aún hay sitio para provocar sentimientos fuertes en el espectador, a los que tienen ganas de descubrir como mediante la provocación se puede conseguir hacer una película con mucho más mensaje que el que inicialmente se nos muestra, a los que tengan ganas de investigar sobre un estilo de cine radicalmente distinto.

Por último decir que sí, que el espíritu de Memento está presente y eso es un hándicap tremendo para la película. Pero a poco que nos olvidemos de él, veremos que esa era la única forma posible de contar esta trama. Si no se hubiese hecho así tendríamos una película plana, carente del más mínimo interés, con un argumento vacío y aburrido. Por eso, que el estilo de Memento se imite no me parece mal, siempre que esa formar de narrar se use porque realmente se necesita y no como un artificio narrativo “que está de moda”.

En fin, una película que no dejará indiferente a nadie, habrá quien

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