Reseña Nunca Te Vallas Sin Decir Adios

“Nunca te vallas sin decir adios”

La historia comienza con el relato de un hombre judío a su hija. Escapando de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial tuvo que guardar en unas maletas, cartas, fotos y objetos personales, las cuales enterró en lo que fue el jardín de su casa, pero con la esperanza de recuperarlas algún día. Al terminar la guerra regresó a buscar las maletas, pero los bombardeos y la devastación de la guerra habían cambiado el terreno convirtiéndose la búsqueda en una obsesión.

Chaya es una chica judía no practicante, y que de alguna manera tiende a demostrar indiferencia ante los judíos debido a los malos recuerdos que en ella se marcaron de pequeña, estudiante de filosofía, y de mente liberal a pesar de la época, demuestra ser también poco estable en sus relaciones laborales, teniendo siempre como final su renuncia ante las situaciones de presión. Un viejo amigo le consigue trabajo de niñera con una familia judía ortodoxa, mismo que le cuesta aceptar y conservar debido al constante choque de convicciones entre la joven y la familia, en especial con el padre; pero todo cambia cuando conoce al pequeño Simcha, un niño pelirrojo de 4 años, que no había pronunciado palabra alguna, y que aun mojaba sus pantalones. Pero todo cambia hasta que conoce a Chaja, quien decide hacer la lucha por lograr que pudiera hablar. La relación entre Chaja y Simcha se vuelve tan grande y mágica que logra "tocar" a los demás miembros de la familia, traspasando cualquier diferencia. Chaya comienza a entender el judaísmo de sus padres y el suyo propio.

La relación de ambos, (Chaja y Simcha) llega a un punto en el que ella con su amor y comprensión logra por fin hacer hablar al tímido niño, pero al mismo tiempo descubre que el motivo de la inseguridad y temor se origina en su padre. Este al querer que su hijo recite perfectamente las oraciones judías. Posteriormente Chaja se entera de viva voz del padre del pequeño Simcha que su hermano y su padre fueron asesinados frente de el al renegarse a blasfemar la “Tora” y enseñándole una foto donde queda al descubierto el enorme parecido de su padre cuando era pequeño a su hijo Simcha.

La historia termina de manera triste al enterarse Chaja de la muerte del pequeño Simcha al ahogarse en el estanque al que allá lo llevaba cada tarde a alimentar a los patos.

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