Wena prros
candra.rodEnsayo11 de Mayo de 2017
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Fecha de muerte[a][b]
Candra Rodríguez
Siento mi cabeza palpitar como si no supiera qué [c][d]es lo que hago aquí sentado con este frío golpeándome la cara, todo está mezclado, las imágenes, sonidos, olores, realmente necesito recordar, ordenar todos mis pensamientos hasta este momento. No hay mucha gente en los alrededores, sólo una que otra persona corriendo como si su vida dependiera de ello, probablemente esté llegando tarde a su destino, miro mi mano y veo el cuchillo ensangrentado, mi chaqueta esta desgarrada al igual que mis pantalones. Me detengo un momento a observar el ambiente, todo completamente lleno de nieve, árboles, arbustos, el lago que está junto a mí parece una pista de hielo, no hay pájaros a la vista ni ningún otro signo de vida, sólo estoy yo aquí presente en medio de este parque intentando despejar de mi mente los acontecimientos que me persiguen hasta el día de hoy.
Semanas atrás probablemente estuviera en la universidad, con mis amigos, tomando uno que otro trago, sin embargo decidí tomarme un tiempo, no estaba ni estoy en condiciones de ir a convivir con más personas excepto con mi única familia, mis padres. Mi madre es una persona espectacular, me apoyaba cuando más lo necesitaba y nunca se fue de mi lado y lastimosamente un día de la nada enfermó. Estuve cuidándola para que mejorara y todo volviera como antes, le daba de comer como si hubiera vuelto a ser un bebé, habíamos cambiado de roles por un momento.
Papá también ayudaba trayendo provisiones porque el ambiente afuera era muy peligroso ya que podríamos contagiarnos al igual que ella, estábamos esperando el momento en que todo pasara para poder salir como cualquier día anterior. Para nuestra mala suerte todo empeoró, mamá ya no quería comer y tenía una cara tan pálida que parecía muerta, se puso más violenta con nosotros como si ya no nos reconociera.
Un día mi padre salió en busca de agua y comida, la ciudad ya no estaba bajo peligro pero si muy desolada, ya no veías a los típicos niños jugando afuera o los abuelos paseando por los parques. De ahí , espere días y nada, había desaparecido y para más mi madre tenía dolores tan grandes que lloraba y con desesperación botaba cualquier cosa que estuviera a su alcance, por la impotencia de no saber qué hacer contra aquel dolor que la corrompía día a día, ella se retorcía sin parar y no podía evitar sentir una pena enorme, de vez en cuando intentaba escapar, al mismo tiempo que gritaba mi nombre “¡Castiel!” y al instante iba a ver que era lo que le sucedía y como por acto de reflejo me agarraba de la camisa, me miraba con ojos fríos como si no supiera quien era, y luego simplemente me soltaba para ir a dejarla nuevamente a la cama, ya no la reconocía, era como si no supiera quien era esa mujer, porque definitivamente ella ya no era la madre que alguna vez dio todo por mí[e].
Un día decidí que iría en busca de mi padre, no podía solo y ya no quedaba nada de agua ni de comida, tendría que salir luego de semanas que estuve encerrando cuidando a la loca. En el momento en el que ella dormía plácidamente, fui a su cuarto y le inyecte el tranquilizante, la tomé en mis brazos y baje hacia el sótano, la deje en un sofá antiguo que no ocupábamos hacia siglos, subí y cerré la puerta con seguro, no iba a permitir que se escapara mientras yo no estaba en casa, podría ser peligroso tanto para ella como las personas que se encontraran en su camino. Tomé una chaqueta y salí en búsqueda de alguien que supiera la parada de mi padre, lo necesitaba más que nunca, y el simplemente me había dejado sólo sin siquiera dejar una nota. Recorrí todas las calles de Manhattan, no había nadie ¿Acaso todos habían decidido irse como él? Estaba harto, enojado, impulsivo, con mi madre consumida por esa maldita enfermedad y mi padre desaparecido ¿Qué se supone que haga?
Ahora me encuentro solo, completamente solo, mis amigos no contestan mis llamadas ni mensajes de texto, la universidad había cerrado sus puertas unos cuatro días antes por precaución al contagio y el resto de mi familia, no he tenido contacto con ellos desde hace ya muchos años, y yo aquí sentado muriéndome de frío como un completo idiota en vez de hacer algo al respecto, pero ¿Qué podría hacer? Nada, absolutamente nada.
Sin más remedio, decidí entrar a una de las cafeterías en donde a menudo iba con mis amigos luego de largas horas de arduo trabajo en la universidad o también con mi madre que cuando tenía la suerte de salir temprano del trabajo, era una excelente editora en el periódico de la ciudad, pero creo que eso ya quedo en el pasado. Al entrar me di cuenta de que no había absolutamente nadie, ni siquiera el jefe, sólo estaba la cafetera llena de polvo, como si no la hubieran usado hace días.
Me serví una taza de café con crema y fui a una de las mesas que no hace falta decir que estaban vacías, me senté y polvoree el café con canela. Necesitaba un relajo, el estrés me consumía y si seguía así probablemente terminaría más loco que mi madre, necesitaba pensar con claridad sobre qué le podría haber [f]sucedido a mi padre, que puedo hacer con la loca del sótano y por qué ya no veo a nadie en la ciudad, debo suponer que la enfermedad había llegado demasiado lejos y mucha gente decidió irse por su bien. Intentando pensar en todo eso y tratar de calmarme con el café, unos ruidos provenientes de la cocina interrumpieron la paz que por un momento podría haber tenido.
¿Debería entrar? ¿Llamar a la policía? ¿Huir del lugar y encontrar algún remedio para mi madre? ¿Salir a buscar a mi papá? Opte por la primera opción, ya que parecía la más razonable en ese momento, dejé mi café a medio tomar y me acerqué con cautela a la puerta de la cocina con los pelos de punta, probablemente entraba en un lugar que no me correspondía, ya tome la manilla y aún puedo retractarme de lo que estoy a punto de hacer.
Abrí la puerta de golpe y me encontré con la escena más asquerosa que había visto, una persona (sin saber si era hombre o mujer) se retorcía sin parar en el piso, había sangre por todos lados, muros, mesas, sillas, y sobre todo el piso, se retorcía al igual que mi madre, quizás podría ayudarla…o ayudarlo, tenía exactamente las mismas características ella a excepción de que éste tenía su boca cubierta de sangre. Me acerqué lentamente hacia el cuerpo que no paraba de retorcerse como si fuera lo único que podía hacer, me agaché para estar lo suficientemente cerca y poder hablarle.
-Disculpe, puedo ayudarl…- saltó sobre mi sin previo aviso haciendo sonidos irritantes y con la boca completamente cubierta de sangre, y escupiéndome todo ello encima, con todas mis fuerzas intenté sacarlo pero no podía, iba a morir, es increíble que las buenas personas mueran primero que las malas.
Me era imposible zafarme de su agarre, movía los dientes en forma de mordiscos como si estuviera muerto de hambre, y creo que eso era, tenía hambre pero no de una comida normal, quería comerme a mí. Intentaba buscar alguna salida, cualquiera serviría con el hecho de que terminara vivo, vamos Castiel piensa ¿Qué puedes hacer? En el piso no había nada que me pudiera ayudar, uno de los extintores estaba demasiado lejos como para poder alcanzarlo ahora, entonces me llego un brillo a los ojos como un rayo de sol en las mañanas, dirigí mi mirada para ver de dónde provenía y pude ver desde uno de los bolsillos de la bestia que estaba por comerme mi salvación, un cuchillo carnicero. Tenía que ser rápido o moriría, y tenía que ser ahora porque mi fuerza ya se estaba agotando de tanto resistir.
Con la fuerza que me quedaba empuje al caníbal deseoso de sangre y tome su cuchillo, en un movimiento ágil me tire sobre él y empecé a enterrarle el cuchillo una y otra vez hasta que no se moviera. Al ver que ya no tenía ningún signo de vida me paré y caminé de un lado a otro por varios minutos ¿Qué había sucedido? ¿Maté a un hombre? ¿Soy asesino? Sólo fue en defensa propia, era él o yo, y en este momento no tengo deseos de morir.
¿Y si es por eso que ya no hay nadie por las calles? ¿Y si a mi padre se lo comió uno de ellos? ¿Mi madre sería una de esas cosas? ¿Estoy en peligro y nunca me di cuenta? Obviamente el tiempo para pensar (como de costumbre) se agotó al escuchar gruñidos desde la parte de delante de la cafetería, creo que sus amigos ya habían llegado por el mismo premio: yo
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