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Doctor En Ciencias De La Administracion


Enviado por   •  14 de Abril de 2012  •  3.182 Palabras (13 Páginas)  •  373 Visitas

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Pequeña y Mediana Empresa: “Hacer Historia o Ser Historia…. Una cuestión de actitud”

por Juan Carlos Valda (*)

Cuando Oscar Montes, uno de mis grandes amigos de la de juventud, me dijo de encontrarnos a tomar un café lo primero que me vino a la mente fue su carácter optimista y su capacidad para generar cientos de sueños y proyectos junto con su inquebrantable voluntad para concretarlos. Nunca dejaba de luchar y defender su independencia, sus ganas de “ser alguien en la vida”, de lograr ser reconocido y de hacerse de un nombre. Quizás por eso cuando hace muchos años nos cruzamos fortuitamente en una confitería y me comentó que había creado su propio emprendimiento no me sorprendí en absoluto; era el típico perfil del empresario; confiado, perseverante, seguro de si mismo, con gran capacidad de generar empatía alrededor de su persona, y con esa magia que muchas veces hacía que todos sintieran como propios sus proyectos.

Todavía recuerdo sus últimas palabras cuando al despedirnos aquella tarde, fue mientras me daba un abrazo fraternal cuando me dijo “Acordate Juan Carlos, con esta empresa, voy a hacer historia !!!!”.

Así, con esa imagen me preparé para reencontrarnos 7 años después. Pero, enorme fue mi sorpresa cuando lo vi. Estaba demacrado, muy delgado, parecía mucho mayor que yo. No pude encontrar la lucesita que siempre parecía mantener encendida en su mirada, que tanto contagiaba, estaba abatido y nervioso. No pudimos hablar mas de 10 minutos sin que le sonara el móvil pidiéndole directivas, consultándolo permanentemente y siempre desde la empresa.

“No comprendo, Juan Carlos, me dijo mirándome a los ojos” y comenzó a plantearme su panorama que más o menos podría resumirse de este modo:

“De un día para otro parece que la inmensa voluntad que siempre hemos puesto en el trabajo diario, la flexibilidad que le da a la empresa que todos estuvieran en condiciones de hacer de todo, la confianza en los empleados de siempre, las largas jornadas para terminar los pedidos de los clientes en tiempo y forma a cualquier costo, e incluso, la capacidad misma del empresario de multiplicarse en su quehacer cotidiano, no alcanzan para solucionar los problemas y los reclamos que, como una verdadera reacción en cadena, explotan en la gestión del negocio.”

Es muy común que el empresario llegado cierta etapa en la vida de la empresa y siempre y cuando no haya introducido los cambios adecuados, se sienta cada vez más asfixiado por las demandas de todos (clientes, colaboradores, proveedores, el contador, la familia, el gerente del banco, etc). Parecería que el día tuviera menos horas, y las cosas para hacer fueran más que las que humanamente son posibles: más decisiones que tomar, más quejas de los clientes, más errores, más problemas, más fallas en la producción. Parece que por cada negocio que se genera, surgen 10 problemas nuevos y lamentablemente comienza a sentir que no puede contar con nadie porque todos esperan que les resuelva sus problemas, nadie “se pone la camiseta” de la empresa (es muy común escucharlo decir) y tiene la convicción que debe estar en TODO si quiere obtener resultados pero, aun así no logra detener los reclamos de los clientes, los problemas de calidad, la falta de organización interna del negocio, de coordinación de las tareas entre las distintas áreas y las marchas y contramarchas permanentes, todo lo cual (aunque muchas veces no comprenda cómo) impacta en la economía de la empresa de manera implacable.

“Que ha sucedido?. Es posible acaso que de manera súbita haya dejado de conocer el negocio?, me preguntó angustiado para seguir diciendo: “O es quizás que los clientes han cambiado y ahora prefieran a la competencia? Acaso ya no sé cómo hacer las cosas?.”

La experiencia profesional me ha puesto en muchas ocasiones frente a cuadros de situación semejantes al que les acabo de narrar. Lo habitual es que la verdadera naturaleza del problema no pase por esas situaciones.

Normalmente lo que suele ocurrir es que el pequeño y mediano empresario está tan concentrado en el día a día, en situarse en el medio de la rueda operativa de su negocio que pierde la perspectiva sobre lo que realmente esta ocurriendo con su empresa, con el mercado que atiende su empresa y fundamentalmente con todas las fuerzas del contexto que lo están afectando. Un gran economista argentino, el Doctor Juan Carlos De Pablo, dijo alguna vez que “en nuestro país el producto bruto interno no crece porque los empresarios están tan ocupados que no tienen tiempo para trabajar”. Considero que esas palabras son la mejor descripción de lo que le sucede al empresario pyme en este momento de la evolución de su empresa. Esta tan ocupado “haciendo” que por eso mismo, pierde la capacidad de “ver” lo que debe hacer y por qué.

Pierde la perspectiva de poder “leer” en qué aspectos de su negocio se genera el valor para el cliente y la capacidad de acompañar los cambios en sus necesidades. Hoy en día, los clientes exigen de sus proveedores una ecuación de costo/beneficio que no se la reemplaza por la “cantidad de años que hacen negocios juntos”. La lealtad es hacia su propio cliente y no hacia sus proveedores de siempre (cuando éstos últimos no se adecuan a los estándares de precio y calidad del mercado).

Como consecuencia de esa actitud, el máximo líder de la organización, se convierte en un integrante más del grupo operativo, comienza a producirse una serie de problemas fruto de la falta de decisión sobre el modelo que la empresa debería adoptar para mantener su posición y su salud económico financiera y competitiva recuperando así, la capacidad de dar respuesta a las actuales demandas del mercado.

Entre algunos de esos indicadores o luces rojas que comienzan a prenderse y que lamentablemente no siempre son detectados a tiempo, podemos mencionar los siguientes:

1) Se confunde el hecho de hacer trabajar a alguien con hacer su trabajo, y como consecuencia de ello mientras el empresario hace el trabajo de otra persona, nadie hace el suyo. Es decir, aparece en este momento un serio problema en la manera de pensar sobre la delegación. Como consecuencia del vértigo al que suele girar la rueda operativa, el empresario prefiere o manifiesta que es más rápido hacer el trabajo de los demás que explicarlo, o que no tiene gente lo suficientemente capacitada para comprender lo que se necesita. Con estos razonamientos suele justificar la necesidad que tiene la empresa de su labor personal en el campo operativo. Lo que no suele tener tan en claro es que como consecuencia

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