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CAPSULA MES DE ABRIL “EL RESPETO”


Enviado por   •  20 de Abril de 2016  •  Ensayos  •  834 Palabras (4 Páginas)  •  150 Visitas

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CAPSULA  MES DE ABRIL “EL RESPETO”

EL RESPETO es un valor que permite  reconocer, aceptar, apreciar,  valorar las cualidades de los demás y sus derechos; es la base fundamental para una convivencia sana y pacífica entre los miembros de una sociedad.

El RESPETO abarca todas las esferas de la vida, empezando por el que nos debemos a nosotros mismos y a todos nuestros semejantes hasta el que debemos al medio ambiente,  los seres vivos y a la naturaleza en general,  sin olvidar el respeto a las leyes, a las normas sociales y a la patria que nos vio nacer.

Tratemos a los demás con la misma consideración con que nos gustaría ser tratados;  no olvidemos que  el irrespetuoso es una la persona egoísta e insensible que busca.

El RESPETO es un estado interior y personal guiado por los sentimientos de dignidad  que se proyecta en los demás; esto porque uno da de lo que tiene.

El respeto es necesario para vivir porque:

Me permite ser Yo mismo y no lo que otros quieren que yo sea.

Me ayuda a defender lo que considero sano.

Crea un ambiente sano de estudio y trabajo.

Ayuda a integrarme en la construcción de un mundo en paz y justicia.

Me permite ejercitarme en otros valores  como el de la tolerancia, la comprensión, la fraternidad y la alegría.

LECTURA DE REFLEXIONAR

LA ALUMNA NUEVA

A la alumna nueva le tocó la última banca del salón, la que tenía el respaldo roto. Los demás no hablaban con ella y, al principio, ni siquiera sabían cuál era su nombre porque a la maestra se le olvidó presentarla al grupo. “¡Qué rara es!”, decían algunas niñas. “Con esos anteojos tan gruesos parece un búho. ¿Y ya se fijaron qué feo se peina y qué pálida está?” A ella no parecía importarle que nadie le dirigiera la palabra. Durante el recreo se quedaba sentada en un rincón leyendo.

A veces, alguien le lanzaba el balón a la cabeza para hacerla enojar, pero en lugar de molestarse, sólo se cambiaba de sitio y volvía a meter la nariz en su libro. Era buena para las matemáticas, la física y la química, pero cuando la maestra le preguntaba algo en clase, ella siempre estaba distraída. “Caray, niña —le decía la maestra—, siempre estás en la Luna.” Por alguna razón, estas palabras la hacían sonreír. Muy pronto comenzaron a llamarla la Rara. Maricruz, una de sus compañeras, estaba intrigada. Quería conocer mejor a la nueva: saber por qué era tan extraña, por qué no le importaba que la criticaran, por qué sabía tanto de matemáticas, física y química, y de qué se trataba el grueso libro que leía con tanto interés. “Hola, me llamo Maricruz”, le dijo una mañana. Su compañera no esperaba aquel saludo. Se quedó callada durante unos segundos y luego, en voz baja, respondió: “Yo soy Selene”. A Maricruz le encantó ese nombre, sobre todo cuando su compañera le explicó que venía del latín y significaba “Luna”. Poco a poco ambas se volvieron amigas. Les gustaba mucho platicar. Bueno, la verdad es que quien más hablaba era Maricruz. Selene, en cambio, no conversaba tanto; sin embargo, lo poco que decía le parecía muy interesante a su compañera. Resultó que el libro que traía consigo era de astronomía. Durante uno de los recreos, Selene le habló de los planetas, las estrellas y los cometas. El problema fue que, a partir de ese momento, sus compañeros ya no sólo le arrojaban balones a Selene, sino también a Maricruz. Y, para burlarse, también a ella empezaron a llamarla la Rara. Un día, Maricruz logró que Selene la invitara a su casa a cenar. Sentía curiosidad por saber cómo era el lugar donde ella vivía. Llegó por la noche y resultó que era una casa de tres pisos común y corriente. No había nada raro en ella. Tampoco sus papás le parecieron demasiado diferentes de los suyos. Sin embargo, cuando llegaron al tercer piso, Selene le dijo que le mostraría su lugar favorito de la casa. “Nadie, a excepción de los miembros de mi familia, ha estado aquí. Es un secreto”, dijo su compañera en tono misterioso. Cuando entraron, Maricruz vio una curiosa habitación con techo de cristal. Había una mesa y libros. También estaba un hermoso telescopio apuntando hacia arriba. “Este telescopio es de mi papá, pero siempre me lo presta. Con él estudio las estrellas. También puedo ver mi astro favorito. ¿Te lo muestro?” Ella dijo que sí y ambas se acercaron al instrumento. Al mirar a través de la lente, descubrió una hermosa y pálida esfera que parecía guiñarle un ojo. “¡La Luna!”, exclamó Maricruz emocionada. “¡Selene!”, corrigió su compañera aún más emocionada.

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