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Cada día, Cuesta Perdonar


Enviado por   •  5 de Junio de 2015  •  716 Palabras (3 Páginas)  •  214 Visitas

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Hay momentos en la vida que hieren tan profundo que sólo entregando la vida al perdón puedes vivir.

Juan Manuel D'Acosta

misiondeamor.com.mx

Perdonar a Dios

Perdonar a Dios, que me había prometido que si la familia rezaba junta, junta estaría por siempre. Perdonar a Dios porque le serví pensando que mientras yo me encargaba de sus cosas Él se encargaría de las mías. Perdonar a Dios porque lo proclamaba, seguro que Él me tendría presente. Perdonar a Dios porque intenté tantas veces dar más a mi familia y me pedía que le entregara esa labor, seguía, según yo su consejo y tenía cada vez menos recursos para dar. Perdonar a Dios porque con el corazón en la mano acudía a pedirle perdón por mis faltas y pedirle fortaleza para superarlas, pero soy débil y me entristece no encontrar su misericordia. Perdonar a Dios por permitir un mundo que cada vez es más egoísta y olvida el amor y el perdón.

Perdonar al Prójimo

Aquel día que abracé la Cruz con el corazón rasgado y sangrante, acepté vivir para perdonar a mi prójimo por traicionar el amor, por mentir, por cultivar el odio y la separación y enseñar a justificarlo. Así comencé a vivir para perdonar esas lecciones de egoísmo y desprecio que me comparten muchas veces quienes más quiero. Perdonar que desconocieran el perdón y ocultaran el amor. Vivir para perdonar al prójimo y ayudarlo a levantarse y volver al camino. Perdonar a mi prójimo cuando me condena por que no tengo y no valora quienes somos. Perdonar su intolerancia, soberbia, su superficialidad para mirar el mundo por encima del hombro. Perdonar que entregan limosnas a Dios en sus oraciones y no le dan tiempo a Dios para ser su Dios, su amor, su píe firme.

Perdonarme

Comencé a vivir para perdonarme. Intentar voltear al espejo y sonreír nuevamente desde el fondo de mi corazón. Perdonarme, mirarme como víctima de Dios y de mi prójimo. Perdonarme mis juicios de separación y acumular resentimientos y rencores. Perdonarme mis reacciones humillantes y violentas. Perdonarme juzgar a Dios y a mi prójimo. Perdonarme por querer tener para ser y olvidar que soy para dar. Perdonarme por mi pobreza de espíritu, mis vicios y debilidades. Perdonarme por juzgar y condenarme por no saber perdonar y perdonarme.

La ofensa

Comencé a vivir para sacar la ofensa de la existencia. La ofensa tiene un sabor amargo, que se atraganta y retumba en el pecho. La ofensa ahoga y parece anunciar el vómito de enjambre de insectos atrapados en la profundidad de tu corazón. La ofensa apesta las palabras y oscurece la razón. La ofensa da rienda suelta al cuerpo, a los excesos, los vicios y el caos en las relaciones con el prójimo y con Dios. La ofensa

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