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Confesiones de un dentista lujurioso


Enviado por   •  31 de Marzo de 2015  •  508 Palabras (3 Páginas)  •  183 Visitas

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Confesiones de un dentista lujurioso

“José Ángel Martínez & Asociados” con letras grandes y en color rojo, nada mal para mi primer proyectó, pensé en ese entonces, y hoy, diez años después, me digno de ser todo un profesional. Pues verá usted, por mi silla han pasado únicamente mujeres, de todo tipo, no hago excepción, al fin y al cabo, todas tienen una vagina y un par de senos, y eso me basta. Nunca me ha importado la edad, con tal de atender exclusivamente al sexo femenino. Si por casualidad llega un hombre a mi consultorio, lo paso inmediatamente con alguna de mis colegas, que por cierto, son mis hermanas. Así pues, citas desde las nueve de la mañana, cuarentonas y quinceañeras; sin embargo, mi preferida es una morena, de apenas veinte años. Sufre de periodontitis, muelas de juicio que van para cirugía, molares con caries, pero eso no importa, a fin de cuentas, esa es mi labor. Desde el inicio me impactó su esencia, parecía haber tenido relaciones unas horas antes de la consulta porque su olor a flujo vaginal no me resultaba nada banal. La silla de dentista es un elemento clave para realizar mi más anhelada fantasía sexual, silla arriba, silla abajo, silla arriba, silla abajo. ¿Qué cuáles son mis tácticas? Tome nota. Está científicamente comprobado que el taladro dental, sí, ese que hace tanto ruido, molesta a toda la gente y causa un fuerte dolor al llegar al nervio del diente; es por eso que acomodo el brazo de mi clienta de forma que roce con mi pene, que por cierto, es grande y ancho, digo, no por presumir, pero mi madre siempre me dijo que hay que sentirse orgulloso de las cosas buenas que la vida le da a uno; en fin, cuando roza porque el movimiento de la mano me indica que el paciente sufre dolor, mi pene se para, cada vez más. A mi morena hermosa, más que a todas las demás, le acomodo de esa manera su frágil brazo, además, cuantas veces puedo le rozo sus pequeños senos, usted sabe, hay que acomodarse para poder meter el taladro a la boca (siempre hay que buscar la comodidad para meter cosas a la boca). Cuando realizo limpiezas dentales, le pido a mis pacientes que se enjuaguen, y mientras ellas hacen eso, yo miro el pedazo de piel que queda al descubierto entre la blusa y los jeans. La primera vez que la morena llegó a mi consultorio, pude ver unos bonitos calzones floreados, y aunque a mi edad pareciera que prefiero el encaje, me agradan las jovencitas con ropa de virgen (aunque no lo sean). Pero siguiendo con el tema del taladro dental, cuando abren su boquita, les pido que cierren sus ojos, e imagino que les estoy produciendo un orgasmo. Amo mi profesión y me gusta ser un Don Juan con mis damas. Y aunque el dolor siga presente en sus dientes, la erección que me producen con sus gestos y reacciones es encantadora. Recuerde, “José Ángel Martínez & Asociados”, 83845678.

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